El año clave sería 1954: Solano López, que tenía 24 años y trabajaba como bancario, tras haber abandonado la carrera militar, ganó el concurso organizado por la revista Misterix, para sustituir al italiano Paul Campani como dibujante de la historieta Bull Rocket. Ahí nace una de las sociedades más exitosas de la historia del cómic: el guionista de la serie era el ya curtido Héctor Germán Oesterheld, quien marcaría tanto el camino creativo como, en parte, el recorrido vital de su joven compañero.
El dúo trabajó en varias revistas del grupo Abril y, naturalmente, cuando en 1955 Oesterheld fundó la editorial Frontera, Solano López fue uno de los convocados -igual que Hugo Pratt- a participar en la empresa, de espíritu fuertemente cooperativo. En Frontera confluyeron condiciones de mercado y una coyuntura política que permitieron el surgimiento de la historieta netamente orientada a adultos: las revistas se consumían masivamente en un medio en el que todavía no se había popularizado la televisión ni se había abierto a la importación de sucedáneos más baratos (como ocurriría pocos años más adelante, principalmente con publicaciones mexicanas que reeditaban creaciones estadounidenses). Perón había sido depuesto, pero la defensa de la producción nacional no había sido erradicada de la opinión pública. Pocos años después, asumiría la presidencia Arturo Frondizi, cuyas políticas de estímulo a la producción local se cruzan con el éxito de El Eternauta.
Solano y Oesterheld trabajaron juntos en varias historietas de ciencia ficción publicadas por Frontera. Sin embargo, ambos querían algo más: una serie que permitiera retratar personajes complejos y que vehiculizara ideas profundas. El 3 de setiembre de 1957 se materializó ese anhelo con la aparición del primer capítulo de El Eternauta en la revista Hora Cero Semanal. Esta primera versión de la historieta se extendería por dos años y 400 páginas.
Bombardearon Barrio Norte
El Eternauta fue un éxito en todo sentido: no solamente le fue muy bien en ventas, sino que prendió en el imaginario colectivo y fue objeto de varias reediciones y reversiones, que contaron con la participación de Oesterheld y Solano López, de manera conjunta o por separado. Los autores se habían propuesto -y lo consiguieron- ambientar un relato de ciencia ficción en una Buenos Aires reconocible (algo que habían intentado años atrás con la serie Uma-Uma). También querían mostrar a un grupo de héroes compuesto por gente común: hay un héroe individual, por supuesto -qué otra cosa es Juan Salvo, el Eternauta condenado a viajar en el tiempo para reencontrar a su familia-, pero también están allí los cuatro amigos que se reúnen para jugar al truco y que terminan convirtiéndose en los protagonistas de una historia de resistencia a la invasión alienígena; uno de ellos, el profesor Favalli, guarda un sorprendente parecido con Rogelio Frigerio, el principar asesor económico de Frondizi.
Dice Juan Sasturain: "El Eternauta del 57 al 59 es un texto que respira el clima ideológico y la propuesta social del desarrollismo que, con Frondizi, se propone como salida para los sectores medios y el país todo. La alianza de clases, el reconocimiento del papel fundamental del sector obrero, la presencia necesaria de los militares y la incorporación de los intelectuales son el marco en el que el protagonista -¿qué otra cosa podía ser sino un pequeño industrial nacional?- sale de su casa a cumplir un deber histórico, un desafío".
Oesterheld y Solano volvieron al Eternauta muchas veces. La primera, en una reversión poco imaginativa que titularon Marcianeros, aparecida en 1962, ya derrocado Frondizi y fundida la editorial Frontera. La segunda, no incluía a Solano -y sí a otro gigante de la historieta para adultos argentina: Alberto Breccia- y fue abortada por la dirección de la revista Gente, dado que Oesterheld estaba radicalizando su visión política: en este relato la invasión no es mundial, ya que los países del hemisferio norte pactan con los alienígenas y les conceden la explotación del tercer mundo.
Esa primera continuación de El Eternauta apareció en 1967; Solano ya no estaba en Argentina, sino en Europa. El nacionalismo del grupo de Frontera había impulsado una actitud 'exportadora', primero a través de la sindicación de sus productos (fue la primera editorial sudamericana en vender obras íntegras) y luego fueron los propios creadores los que se marcharon. Solano produjo decenas de títulos para la editorial británica Fleetway, primero en Inglaterra, y luego desde España e Italia.
Tras su retorno a Argentina en 1968, Solano siguió vinculado al exterior -hacia donde jamás dejó de producir-, ahora como jefe de un estudio de dibujantes orientado a la exportación. En 1976, tras el impacto que tuvo una recopilación de la primera encarnación de El Eternauta, Solano aceptó revisar la historia junto a Oesterheld. Este Eternauta II resultó aún más extremo en sus planteos antiimperialistas y más entreverado narrativamente que el realizado para Gente. Además, el héroe colectivo deja paso al líder inflexible, capaz de sacrificar vidas humanas para obtener ventajas estratégicas en la lucha contra los alienígenas.
La colaboración marcó la ruptura entre dibujante y guionista: "Héctor tomó El Eternauta como una herramienta de militancia. Yo cuestioné mucho esto, porque no me lo consultó. Vi que estaba haciendo propaganda por la lucha armada. Y yo no estaba de acuerdo. Tampoco estaba de acuerdo con los militares y los Montoneros; en el medio, había unas cuantas miles de personas", dijo décadas después el dibujante a Clarín.
La tragedia del desaparecido Oesterheld y su familia -con la que los represores se ensañaron especialmente- es un símbolo imperecedero de la maldad de la última dictadura argentina. Solano evitó conscientemente ese destino: como su hijo Gabriel había comenzado a militar activamente, decidió llevárselo a España y radicarse allí. Padre e hijo se transformarían también en una dupla creativa: juntos produjeron Ana e Historias Tristes, en las que abordaban la complicada situación del país que habían dejado atrás, y también intentaron llevar al cómic un relato de la Guerra del Paraguay en el que encaran la figura de su antepasado, el mariscal -el nombre no es coincidencia- Francisco Solano López.
Vida en pareja
Si Oesterheld fue el socio fundamental de Solano López, posiblemente quien lo siga en importancia sea Roberto Barreiro, a quien se debe la explotación de la veta erótica del dibujante (que ya asomaba en su juventud, cuando hacía retratos de las novias y familiares que visitaban a los cadetes militares una vez por semana). La colaboración entre ambos comenzó en 1977, en Buenos Aires, con la serie de ciencia ficción Slot Barr, y luego continuó en Europa con El Internado (sobre una institución casi exclusivamente integrada por chicas jóvenes) como punto alto. El Ministerio, que se publicaba en Fierro durante 1986 y combinaba la imaginación a lo JG Ballard -la lucha de clases se desarrolla dentro de un edificio, como en El rascacielos, aunque el de los argentinos está hipertrofiado y burocratizado-, es otro logro de la dupla. Un tercer gran compañero creativo de Solano fue Carlos Sampayo (reconocido sobre todo por su trabajo junto a José Muñoz, discípulo de Solano, con Alack Sinner como obra cumbre), con el que produjeron la excepcional serie policial Evaristo, inspirada en un histórico comisario bonaerense de los años 60.
En los años 80, en los 90, a principios de los 'dosmiles' y aún el año pasado (cuando se editó En busca de Elena, en referencia a la esposa de Juan Salvo), Solano se involucró en diferentes intentos de reversionar y aggiornar a El Eternauta, aunque ninguno dejó una marca tan imperecedera como la creación original; casi todas las referencias populares a la historieta -aún la que desde una ocurrencia publicitaria emparenta a Néstor Kirchner, el Néstornauta o Eternéstor, con aquel símbolo de la liberación nacional- remiten a la maravillosa escafandra de los años 50, no a sus actualizaciones.
En todas las canchas
Aquel concurso del que se habla al comienzo de esta página también habría definido la carrera de Solano de una manera distinta. Dice Sasturain: “De algún modo, el estilo de Solano, que pocos años después se consolidaría en una obra maestra, El Eternauta, surgió en parte de la necesidad de 'seguir' la manera de Campani para no desdibujar su Bull Rocket: ascetismo en la puesta, rigidez de miembros y economía de recursos, con esquemáticos perfiles enfrentados y bocas hieráticas.”
La observación de Sasturain vale para esa primera etapa de la producción de Solano, en la que los cuadros aparecen abigarrados, el entintado recargado, y predominan las formas geométricas; sin embargo, para cuando dibuja El Eternauta 'setentista', es ya observable una plasticidad y una soltura en absoluta consonancia con lo que se llevaba en el resto del mundo, seguramente debido a su década de trabajo para el exterior.
En realidad, Solano López, un auténtico autodidacta, era capaz de una amplia variedad de registros. Su breve colaboración con otro gran guionista argentino, Guillermo Saccomanno, Avenida Corrientes, lo muestra utilizando un trazo fino, liviano y detallista, cercano a los trabajos en esa línea de Moebius. En su adaptación de Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, se puede apreciar el empleo del claroscuro y el entintado difuso, una técnica que también utilizó en las muchas producciones eróticas que realizó para varios sellos norteamericanos.
Solano fue ante todo un gran retratista. En la reversión de El Eternauta que se intentó a principios de los 80, guionada por Jorge Morhain, negoció dibujar sólo los rostros de los personajes. Como dijo José Muñoz, desde su producción temprana impresionaba “la capacidad que tenía de hacer personajes vivos que miraran al lector.” Al mismo tiempo, consiguió representar con acierto el espíritu de su ciudad, no a través de estereotipos, sino de pequeños detalles; en eso se basa uno de los aciertos de El Eternauta, donde no aparece Obelisco alguno, pero sí avenidas y espacios (como la General Paz o el Estadio de River Plate) inmediatamente reconocibles por los porteños. Aún en el exilio -que tuvo mucho de económico, y que incluyó destinos tropicales como Rio de Janeiro-, Solano seguía empeñado en dibujar a su Buenos Aires “sin archivo, de memoria. El clima es lo que vale y eso está”, según le dijo a Sasturain. También consiguió, sin quizás proponérselo, retratar varios tramos de historia contemporánea.