Quien vaya a nuestras librerías a buscar literatura brasileña contemporánea puede que encuentre poca cosa. A pesar de que la producción literaria del país vecino es vasta, al lector uruguayo le tocará decidir entre Leche derramada, del célebre Chico Buarque, los conocidos de Jorge Amado, o las obras de Clarice Lispector (en ediciones caras de Siruela y en otras más accesibles de El Cuenco de Plata) o el ubicuo Paulo Coelho. Quien se aventure en bibliotecas, podrá encontrar una porción de la obra de Machado de Assis (Banda Oriental ha publicado también otros clásicos), o las pioneras traducciones realizadas por Washington Benavides, lo que de todas formas sigue siendo poco frente al mar de las letras brasileñas.

El mayor de los Dalton

En narrativa hay varios nombres de peso que vale la pena tener en cuenta. Primero, un excéntrico: el curitibano Dalton Trevisan (1925). Dueño de una prosa llena de humor y mordacidad, su estreno en las ligas nacionales fue en 1959, con Novelas nada exemplares. Más adelante, en O Vampiro de Curitiba, de 1965 (editado en Buenos Aires en 1976), ofrece cuentos donde la ironía y la perversidad aparecen por medio de Nelsinho y su relación con todo tipo de mujeres, en prosa certera y de gran economía. Gracias a este libro, y a sus hábitos reclusivos, poco afines al mundillo literario, Trevisan recibió él mismo el apodo de “Vampiro de Curitiba”. Prolífico a pesar del aislamiento, o quizás por esa misma razón, el año pasado Trevisan demostró que sigue en plena forma al publicar Desgracida, colección de micro cuentos de humor, además de una selección de cartas destinadas a otros escritores, en donde siguen mostrando su visión corrosiva del mundo.

Siguiendo el paso

En cuanto a los aclamados por la crítica, imposible obviar a Milton Hatoum (1952), quien con cuatro novelas publicadas ha logrado un amplio reconocimiento y la traducción a varios idiomas, entre ellos al español (a través de la editorial argentina Beatriz Viterbo). Los temas de Hatoum se relacionan con su origen amazónico, pero también con sus lazos familiares libaneses, que aparecen delineados por medio de la ficción en Relato de um certo Oriente. Hatoum retoma la línea de sus orígenes en Dois Irmãos, que narra la historia de los gemelos Yaqub y Omar, así como la construcción de la identidad y la difícil relación entre ambos.

Perteneciente a otra comunidad fuerte dentro de Brasil, la judía, e hijo de pequeños comerciantes portoalegrenses, el recientemente fallecido Moacir Scliar (1937-2011), es junto con Hatoum uno de los mojones de la prosa contemporánea brasileña. Médico de formación, el gaúcho Scliar dejó tras de sí una vasta obra de cuentos, novelas, crítica y ensayo, con algunas obras como la reciente Manual da paixão solitária, de 2008, O Centauro no Jardim, Sonhos tropicais y A mulher que escreveu a Bíblia. Asimismo, se dedicó a la literatura infantil, género en el que dejó más de veinte obras. Las traducciones de Scliar al español han sido varias, pero sólo una de ellas al Río de la Plata, El ejército de un solo hombre, por Contexto, en 1987.

Otro de los grandes contemporáneos es Rubem Fonseca (1925), cuentista, novelista y guionista, que comenzó su carrera literaria en 1963 con O prisioneiro, selección de cuentos, género al que se dedicó en la parte inicial de su obra. Lo interesante de Fonseca es que ha sido bastante traducido al español: El caso Morel, El gran arte, Grandes emociones y pensamientos imperfectos, Del fondo del mundo prostituto sólo amores guardé para mi puro, El agujero en la pared e Historias de amor. Sin embargo, poco ha llegado al Río de la Plata, pues sólo El collar del perro fue publicado en Argentina en 1986, quedando el resto dividido entre Bogotá, Ciudad de México y Barcelona.

Algunas mujeres

Si hablamos de literatura escrita por mujeres, por una parte está Lygia Fagundes (1923), dueña de una prosa introspectiva, con narradoras femeninas, algunos motivos amorosos, y una recurrencia a la memoria propia, como atestigua As horas nuas, de 1989. También hay dos mujeres que se han dedicado a dos géneros bien particulares: Patricia Melo (1962) y la ficción policial, y Ana Miranda (1951) y la novela histórica. Melo propone obras basadas en el análisis de la mente criminal, situando esas historias en el Brasil actual, donde se dan cita la marginalidad, la violencia descarnada y algunos efectos ambiciosos en estas historias contemporáneas, como O Matador, de 1995.

La aproximación a la historia, mientras tanto, le ha rendido a Miranda gran éxito desde Boca do Inferno (1989), retrato de la conturbada vida política de Salvador de Bahía a fines del Siglo XVII que involucra al poeta Gregório de Matos, y que fue traducida al español en Buenos Aires en 1990. Luego ha escrito Desmundo (1996) y ha jugado de nuevo con referencias literarias en Dias & Dias (2002), ficción a partir del poeta romántico Antônio Gonçalves Dias, autor del célebre “Canção do exílio”.

Un cronista

Capítulo aparte merece la obra de Rubem Braga (1913-1990), prolífica y vasta. Desde muy temprano este autor nacido en Espirito Santo se dedicó a la crónica, que profundizó al ser enviado a Italia como corresponsal en la Segunda Guerra Mundial. El género es definido por el propio Braga como “esa facultad de dar un sentido solemne y elevado a las palabras cotidianas”. Según el crítico Flávio Loureiro: "en el fondo, la crónica de Rubem Braga es una sola: la narrativa de la soledad; y los diversos textos que la componen, producidos en diferentes momentos, pueden ser leídos como fragmentos de un mosaico, que retratan la multiplicidad de lo real, pero convergen siempre en ese tema modular”.

Joven guardia

Dentro de la proliferación de nombres jóvenes y los medios de comunicación que vehiculizan esta producción, valen algunas sugerencias que no pretenden ser representativas. En una prosa sutil que se desarrolla en los límites de lo no dicho, la chilena de nacimiento pero brasileña de adopción Carola Saavedra (1973), tuvo su estreno literario en 2005 con el libro de cuentos Do lado de fora, y luego publicó Toda Terça, por la Companhia das Letras. Más adelante vino Flores azuis, y Paisagem com dromedario, en el cual experimenta con el género epistolar en torno a la relación de dos artistas plásticos y un complejo triángulo amoroso del cual son parte.

Por otra parte, como exponente de un género híbrido, está la obra O livro amarelo do terminal, de Vanessa Bárbara (1982), sobre historias en la terminal de Tietê y escrito con estilo predominantemente periodístico. Experimental en su prosa, Maurício de Almeida ha publicado una sola obra, Beijando dentes, de 2007, en la cual presenta una tensión en el uso y la crítica sobre el propio lenguaje, denso y bastante oscuro por momentos.

Geografía del desierto

En cuanto a la poesía, es necesario ver las principales líneas del Siglo XX, con la presencia de Carlos Drummond de Andrade (1902-1987), João Cabral de Melo Neto (1902-1999) y Manuel Bandeira (1886-1968). También entra en juego allí la presencia de los poetas concretos, y sobre todo su influencia en relación a la ruptura de la sintaxis tradicional del lenguaje y la valorización del aspecto material del mismo. Entre los integrantes originales del Grupo Noigandres, Augusto de Campos (1931) y Décio Pignatari (1927) han seguido produciendo, en ocasión en asociación con poetas más jóvenes, como Arnaldo Antunes (1960), o hasta en el terreno de una literatura juvenil, pero que atraviesa las clasificaciones etarias, como Bili com limão verde na mão, de Pignatari. Mientras tanto, Ferreira Gullar (1930), quien rompiera con los concretos en la fase inicial del grupo, publicó Em alguma parte alguma, en 2010. En actividad está también el poeta matogrosense Manoel de Barros (1916), ya lejos de los concretos, quien en 2010 tuvo sus Poesias Completas publicadas por la editorial Leya.

Ícono de la poesía contemporánea, Paulo Leminski (1944-1989), estuvo asociado a los poetas concretos en los años 60, cuando publicó sus primeros poemas en la revista Invenção. Los versos de Leminksi presentan rigurosidad formal, que se suma a la recurrencia al lenguaje coloquial, el humor y los recursos icónicos, fruto de su relación con la poesía concreta, pero también de su interés en la poesía japonesa. Una antología de sus poemas, Caprichos e relaxos, de 1983, se ha transformado en las últimas décadas en un libro clave de acercamiento a su poesía. Asimismo, Leminski se dedicó a otros géneros, como lo atestigua Catatau, de 1976, experimentación radical sobre el lenguaje que desafía las categorizaciones de la prosa y la poesía.

Hilda Hilst (1930-2004), que fuera también prosista, comenzó su obra asociada a la generación del 45. Con más de cuarenta libros publicados, propuso una escritura que inicialmente rumbeó por las formas fijas de la lírica, a las que fue sumando una progresiva experimentación con la prosa. En Júbilo, Memória, Noviciado da Paixão (1974), la poeta se dirige aún más a la expresión de la sexualidad. Asimismo, en Fluxo-floema, Hilst tensa los límites de la prosa al trabajar con cuestiones metalingüísticas, y en Bufólicas, de 1992, vuelve al quiebre del moralismo y el erotismo.

En plena actividad poética y traductora está el carioca Paulo Henriques Britto (1951), quien señaló en 1997 que “la necesidad de trabajar con una dicción simple y evitar la grandilocuencia ´literaria´ es una de las propuestas más conscientes de mi trabajo”. Britto ha publicado cinco obras de poesía, la primera de 1982, Liturgia da matéria, así como los cuentos contenidos en Paraisos artificiales, de 2004. La también carioca Cláudia Roquette Pinto (1963), ha desarrollado una interesante carrera desde la publicación de su primer libro de poemas, Os dias gagos, en 1990. Sus versos reflexivos y la exploración de los límites de los géneros se materializa en Margem de manobra, de 2005, que contiene poemas donde la autora introduce y recrea trechos ajenos. Más joven, la pernambucana Micheliny Vernuschk (1973) todavía no ha ganado lugar fijo en las usuales antologías, aunque sus versos, en Geografia íntima do deserto y O observador e o nada, son austeros, precisos, delineando una trayectoria que promete mucho más en los tiempos que vienen.

Literatura digital

El profesor y ensayista Alckmar dos Santos, quien investiga y realiza poesía en el área digital, cree que los creadores brasileños están al mismo nivel que los demás países: “De hecho, lo importante no es la tecnología, sino cómo uno impone su visión artística a los programas y a las máquinas, cómo logra rebasar las lógicas de la técnica para imponerle a ella las lógicas de lo artístico”, sugiriendo conocer la obra de Gisele Beiguelman, André Vallias y Wilton Azevedo.