Este panorama es manejado por los ministros de Finanzas de la Unión Europea (UE), que deliberarán de urgencia durante los próximos viernes y sábado en búsqueda de acuerdos para enfrentar la creciente inestabilidad financiera y monetaria. Las posibilidades que analizan gobiernos y mercados para descomprimir o salir de la emergencia oscilan entre extremos tales como una moratoria de deuda y posterior egreso de Grecia de la moneda única, y el tránsito del grupo hacia la unidad fiscal y, para algunos, también política.

En la última semana los Legislativos de Francia e Italia sancionaron ajustes fiscales, Portugal fue obligado por los organismos multilaterales a hacer lo propio nuevamente y el déficit fiscal griego sigue más arriba que el exigido por éstos. La agencia calificadora de riesgo crediticio Moody's rebajó la nota a dos de los bancos franceses más grandes, Société Générale y Crédit Agricole, por su elevada exposición al pasivo egeo. La canciller germana, Angela Merkel, y el secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, llevan varios días voceando a favor de la capacidad de Grecia de cumplir con sus vencimientos, e incluso la primera declaró ayer que el país no es insolvente. Merkel libra una batalla al interior de su gobierno con algunos miembros que reclaman a voz en cuello el endurecimiento de las condiciones de cumplimiento y de pertenencia al grupo.

Hasta una videoconferencia se realizaba horas atrás para abordar la urgencia entre Merkel, el jefe de gobierno galo, Nicolas Sarkozy, y su par helénico, Yorgos Papandreu.

La gravedad de la coyuntura seguramente determinó el anuncio previo de que tras ese encuentro a la distancia no habrá declaraciones a los medios. Sobre el gobierno de Atenas, Geithner comentó: "Ellos reconocen que están rezagados. Admiten que necesitarán más esfuerzos detrás de sus compromisos". El alemán Instituto para la Economía Mundial de Kiel alertó contra el riesgo de que una moratoria general de la deuda griega, o bien una eventual quiebra de algún banco de relevancia sistémica para la eurozona, produzcan una nueva recesión abierta hacia el segundo trimestre de 2012.

Alertó que los indicadores empresariales auguran una caída del Producto Interno Bruto (PIB) para el año que viene y que el indicador de masa monetaria ya "aporta una señal rotunda para una recesión". No faltó el primer ministro chino, Wen Jiabao. "De lo que tenemos que ocuparnos ahora es de evitar que las crisis de deuda soberana se propaguen y se expandan aun más", puntualizó. Reuters citó a un funcionario del Ministerio de Finanzas de India adelantando que los secretarios de Estado del ramo de los países BRICS [Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica] discutirán la semana próxima en Washington una convocatoria a respaldar a la eurozona. Autoridades de Brasil e India anunciaron en forma conjunta que el grupo de emergentes líderes analizan aumentar sus tenencias de pasivos denominados en euros.

12 años no es nada

La vulnerable situación financiera de buena parte de la Europa comunitaria se transformó en una crisis de la eurozona, es decir, de los fundamentos del euro como patrón del sistema monetario común de las 17 economías más comprometidas con el proyecto de integración a largo plazo, la primera gran crisis de esa divisa vigente en el corazón del viejo mundo desde hace 12 años. En el contexto de un delicado cuadro macroeconómico caracterizado por fuertes desbalances en las cuentas públicas de los periféricos comunitarios designados por el mercado como el grupo PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, por su sigla en inglés), la realidad fiscal de Grecia aproxima vertiginosamente al país a la declaración de cesación de pagos del servicio de deuda pública o default, que en virtud de definiciones macroeconómicas del grupo lo dejarían virtualmente fuera del euro. Entre otros parámetros, el grupo acepta un déficit fiscal máximo de 3% del PIB a sus integrantes, aproximadamente el triple del nivel de rojo que exhiben las cuentas públicas del Estado helénico (y esto, ajuste de gastos mediante), así como rechaza un ratio deuda/PIB superior a 60%. Pero la realidad macroeconómica griega proyecta el riesgo sobre las también frágiles situaciones fiscales de otros países como España e Italia, cuyas dimensiones económicas, cuarta y tercera respectivamente de la eurozona, pueden ser fatalmente decisivas para la estabilidad financiera de la región. Al día de hoy, Grecia tiene fondos públicos para que su economía funcione sin sobresaltos durante unas pocas semanas más, no más allá de octubre. En los días que corren se suceden negociaciones, tratativas, presiones y contactos de todo tipo orientados a que el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) reúnan 8.000 millones de euros, un tramo del rescate de 110.000 millones concertado el año pasado (unos 156.000 millones de dólares), para entregar al gobierno de Atenas a fin de que pague intereses de deuda, salarios, jubilaciones y otros conceptos. Ese paquete de asistencia fue otorgado a cambio de la aplicación de un programa de austeridad fiscal que incluyó gastos y privatizaciones de activos públicos.

Sin embargo, las dificultades del gobierno para cumplir con las metas fiscales asumidas frente a sus interlocutores institucionales están llevando a varios prestadores, como Alemania, a evaluar que la economía de la nación egea no podrá replicar los parámetros comunitarios aunque continúe recibiendo fondos. De ahí que analizan diferentes escenarios, incluyendo una cada vez más probable salida de Grecia. El riesgo percibido por el mercado respecto del futuro de la deuda griega en manos de los bancos europeos alcanzó una dimensión tal que los bonos helenos a un año de vencimiento están reportando a sus tenedores una rentabilidad aproximada a 80%, con lo cual Atenas padece una sangría de recursos que dejan al país aun más insolvente. Esto significa que los inversores que reciben los beneficios de esas tenencias están apostando sus fichas a la quiebra abierta del país.

De relojería

Una moratoria de deuda griega dispararía nuevamente el pánico entre los tenedores de bonos de Irlanda y Portugal, también rescatados financieramente el año pasado por las citadas entidades, y principalmente de los poseedores de papeles de España e Italia. Si un escenario de este tipo se concreta, estos dos países verían dificultado el acceso a financiamiento en el mercado de deuda, por lo que pasarían a requerir asistencia de los organismos para seguir pagando intereses, que probablemente se dispararían en función del mayor riesgo, y también para evitar sobresaltos en materia presupuestaria. La magnitud de la asistencia financiera que afrontarían el BCE y el FMI en tal caso produciría una nueva crisis política entre sus promitentes aportantes. Pero algunos de éstos, así como bancos privados europeos, comenzaron a analizar una eventualidad aun más negativa como la desintegración de la zona monetaria, cuyo primer paso hipotético vendría a ser el egreso de Grecia.

"La ruptura del euro: consecuencias" es el título de un informe dado a conocer hace menos de dos semanas por el banco suizo UBS, que sin embargo estima ese extremo como "aún improbable". El trabajo, reproducido por el sitio libremercado.com, evalúa que la actual estructura del euro "nunca debería haber existido" y prueba de ello es que "no funciona", algo demostrado por la crisis actual. "O bien la actual estructura cambia o bien su composición [número de miembros] tendrá que cambiar", vaticina, indicando que algunos países estarían en mejor situación "si no se hubieran unido" a la eurozona. "Una unión monetaria es, económicamente hablando, una buena idea si los miembros que la constituyen forman un área monetaria óptima", señala el banco, antes de plantear la disyuntiva que a su entender enfrenta la eurozona.

"O bien el área es tan homogénea que las economías se mueven en la misma dirección, una similar velocidad y al mismo tiempo", o bien sus fundamentos "son lo suficientemente flexibles como para que sus diferentes resultados económicos puedan ser corregidos con relativa rapidez". Dado que no es el caso de la eurozona, UBS considera que la salida más conveniente para la moneda común es la integración fiscal de sus integrantes. Estima que sólo ese curso evitaría el ensanchamiento de la brecha entre las capacidades macroeconómicas de los Estados miembros, y que no seguirlo implicaría una ruptura de la eurozona, cuyo costo económico y social sería "brutal" para los países afectados.

Costos y costes

De acuerdo al informe, si alguno de los PIIGS es empujado fuera de la eurozona tras asumir una quiebra pura y dura, generaría una suspensión de pagos del Estado, un extendido default empresarial, el colapso de su sistema bancario y un desplome de su comercio exterior, entre otras calamidades. UBS calcula que el costo aproximado de ese desenlace ascendería a entre 9.500 y 11.500 euros por habitante sólo el primer año, lo que representaría entre 40% y 50% del PIB. Luego, durante varios ejercicios fiscales, ese costo se reduciría a entre 3.000 y 4.000 euros anuales por persona.

Pero si fuera Alemania el país que dejara el euro en forma unilateral, derivaría en una amplia suspensión de pagos de empresas, recapitalización del sistema bancario y colapso del comercio internacional. El coste en este caso sería de entre 6.000 y 8.000 euros por cada habitante el primer año, que equivaldría a entre 20% y 25% del PIB, y en los años siguientes sería de entre 3.500 y 4.500 euros. El banco estima que el rescate de Grecia, Irlanda y Portugal equivaldría a un aporte único de 1.000 euros por ciudadano alemán, por lo cual sería un camino más conveniente que abandonar el euro para la locomotora económica de la UE. Resta en este caso proyectar el costo que supondría incluir los salvatajes de Italia y España.

Sin embargo, prosigue el informe, la factura económica de una ruptura semejante no sería tan dramática para los inversores como sus potenciales efectos sociales y políticos, dado que las separaciones o desintegraciones de zonas monetarias suelen estar acompañadas de algún "gobierno autoritario o militar" e incluso derivar en una "guerra civil". Las "grandes consecuencias sociales" que puede producir el abandono de una unión monetaria determinan que para hacerlo un gobierno deba ser objeto de una "enorme presión". Los antecedentes de rupturas monetarias derivaron -según UBS- en la instalación de un "gobierno militar o autoritario para contener o reprimir el desorden social" o, simultáneamente, en un "gran caos social" capaz de provocar una división interna o desencadenar una "guerra civil". El informe matiza que esos desenlaces no son "inevitables".

Un ejemplo de hondos efectos sociopolíticos derivados de una fractura monetaria citado por el trabajo es el ocurrido tras la separación en 1993 entre República Checa y Eslovaquia, que incluyó cierre inmediato de fronteras, estrictos controles de capital y límites al retiro de depósitos bancarios. Si bien el primero de esos nuevos Estados se consolidó como un país "más libre" en términos generales, Eslovaquia padeció un deterioro de derechos políticos y libertades civiles. También menciona otros casos, como las consecuencias de la desaparición del sistema monetario de la Unión Soviética, o el abandono del sistema mundial de patrón oro por Estados Unidos en 1933, que "vino acompañado de algo similar al autoritarismo". En torno a esto, recuerda que para la asunción del cargo presidencial por Franklin D Roosevelt, Washington fue dispuesta en materia de seguridad como una "capital asediada en tiempos de guerra".

Unionistas

La idea antes citada de transitar desde la unión monetaria hacia la extensión a una unión fiscal es defendida desde varias trincheras. UBS estima como desenlace más probable que “finalmente, la zona euro avance hacia una auténtica integración fiscal y económica, una especie de EEUU de Europa”. Imagina un modelo monetario como el del Imperio Británico o una unidad federal como la de Alemania. Ya a fines del mes pasado fue la ministra alemana de Trabajo, Úrsula von der Leyen, quien lanzó la idea y propuso: “Mi meta son los Estados Unidos de Europa siguiendo el ejemplo de otros Estados federales como Suiza, Alemania o EEUU”. No hacerlo puede terminar en un desmembramiento de la integración, en lo que ve como una perspectiva inquietante en el sentido de que “se formen distintas alianzas en Europa con los consiguientes peligros para el mercado interior común y la cooperación política”.