Los autores no plantean el “consumo cero”, la idea no es “demonizar el alcohol”. En la presentación Carbajal sostuvo que en el continente “se está produciendo un cambio cuantitativo y cualitativo” del consumo de drogas por parte de adolescentes: “Quienes consumen, consumen más y empiezan a hacerlo más temprano”, dijo y especificó que se refería a las drogas en general y en particular al alcohol, que tiene una gran relevancia en nuestro país.

Bottrill comentó a la diaria que Uruguay “está en uno de los niveles más altos en cuanto a cantidad de consumo y edad de inicio”, que es a los 12 años. De acuerdo a datos de encuestas de la JND, al comenzar la educación media, 70% de los alumnos había consumido alcohol alguna vez en su vida; en cuanto a las cantidades, uno de cada tres consultados dijo haber sufrido algún episodio de intoxicación en los 15 días previos a la encuesta. Una de las preocupaciones planteadas es que esas intoxicaciones o borracheras sean “algo buscado” cada fin de semana.

Carbajal explicó que para los adultos el “consumo moderado” de alcohol no es problemático pero, en cambio, “en niños y adolescentes cualquier consumo [de alcohol] debe ser considerado problemático”. Acotó que a esa edad el cerebro está en desarrollo y que este consumo “tiene un efecto muy importante en la memoria y afecta la capacidad de aprender, no solamente cuando están intoxicados sino también cuando sufren las resacas”. También marcó como problemáticos los “apagones de la memoria”, no recordar lo que pasó la noche anterior, con los riesgos potenciales que ello pueda implicar. Indicó que si el consumo de alcohol comienza después de los 18 años, son menores las probabilidades de generar un consumo problemático.

Tomo para no enamorarme

Los autores manifestaron preocupación por la asociación que se hace del consumo de alcohol con la diversión, y advirtieron que es justamente ahí donde está puesto el énfasis de las publicidades. Se cuestionó la “imagen del alcohol como lubricante social”, como algo “que nos va a ayudar a ser más sociables”, detalló Carbajal.

¿Pero por qué cada vez se empieza antes y se toma más cantidad? Bottrill respondió que es parte de “la sociedad de consumo esta cuestión del exceso, que todo tiene que ser fácil, rápido”. “Los chicos representan eso; cuando les preguntás te responden ‘porque es más fácil, puedo encarar más rápido’, hasta te dicen ‘de última, si reboto no me acuerdo’. Esto quiere decir que no se están haciendo cargo, estamos en una sociedad en la que generalmente no nos hacemos cargo de nuestras cosas. Los adultos continuamente estamos consumiendo otro tipo de sustancias y lo que dicen los chicos es que ‘si lo hacen los adultos para poder pertenecer a este mundo, alguna sustancia en mi cuerpo parece que tengo que tener’; si no, parece que es inviable poder transitar”, agregó.

Raúl Sendic, presidente de ANCAP, también hizo un paralelismo con situaciones similares que se dan en el mundo adulto. Comentó que el ente desarrolla un programa de responsabilidad social empresarial “en particular por algunas situaciones de dependencia por las propias exigencias que tiene nuestra actividad: una refinería que no para, con gente que cambia permanentemente de turnos y de horas”.

Diego Cánepa, prosecretario de Presidencia de la República y presidente de la JND, también hizo énfasis en el mundo adulto: “Toda la sociedad uruguaya va a tener que asumir que el consumo de alcohol es un problema muy grave”. Dijo que no hay una percepción real, “no hay una apropiación” de la problemática. Hay una negación a reconocer una realidad: “es quizá la droga que causa más daño en nuestro país”.

Mitos y consejos

Los autores de la publicación marcaron un objetivo primordial: “Deberíamos proponernos tratar de postergar la edad de inicio del consumo de alcohol”. Carbajal advirtió que la conversación con los adolescentes no se debe entablar a partir del relato adulto, sino de la propia cotidianidad que ellos viven.

También dijo que es necesario “aumentar la percepción del riesgo”, porque como “es una droga legal, los adultos tendemos a minimizar los riesgos, a pensar que no es tan grave como otras drogas”, cuando en realidad lo es. Amalia Laborde, docente grado 5 de Toxicología de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, valoró que el texto “se acerca a un tema que está en la conversación diaria, muchas veces banalizado, muchas veces basado en certezas que no lo son o en conceptos erróneos”, y replicado en anécdotas que se cuentan de manera jocosa. Valoró las definiciones, la condición de guía que “da pistas que los adultos necesitamos para pensar y actuar en consecuencia”; asimismo, destacó el hecho de que esté basado en la evidencia científica. También rescató que los autores por momentos “se ponen en el lugar de los adolescentes, de los padres, de los educadores, y de esa manera nos convidan a construir un nuevo diálogo con los adolescentes”.

Sendic planteó que “es una pelea que hay que dar en la cancha de ellos, no en la nuestra; no es una pelea sencilla, tiene que ser frontal, no se puede transar”, pero reparó que además es necesario generar “oportunidades, porque muchas veces detrás de estas dependencias en realidad hay frustraciones, dificultades para integrarse”. Sostuvo que los adultos debemos “trabajar en cómo ayudar a que cualquiera de nuestros gurises se pueda parar diferente frente a sus compañeros, a sus amigos, a la sociedad, encontrando que puede realizarse plenamente mediante el trabajo, el deporte, el estudio, la formación, la capacitación”.

Los autores recomiendan trabajar el tema a lo largo de todo el ciclo educativo, comenzando en el nivel inicial, abordando los vínculos, el consumo, los proyectos de vida, la sexualidad. De allí la importancia de que fuera extendido a liceos y escuelas técnicas.

Uno de los mitos que intentan derribar es el que dice que “para tomar que lo hagan conmigo” o “en casa”. Rossi dijo a la diaria que “aunque haya una intoxicación, los padres entienden que en la medida en que están en sus casas los pueden supervisar”; sin embargo, citó investigaciones inglesas de 2011 “que plantean lo contrario”, que si los padres no comparten el consumo de los adolescentes “hay una posibilidad de mayor prevención y de que inicie más tarde el consumo”.

Las adolescentes consumen a la par que los varones, pero como su “constitución biológica” es distinta, consumen más que ellos. Rossi indicó que muchas veces se plantea que los alumnos de la educación pública consumen más que los de ámbitos privados, pero resumió que “no es así, es igualitario”.

El psiquiatra infantil también detalló otro de los mitos abordados en la publicación: los remedios caseros para disminuir la alcoholemia. Dijo que a menudo para bajar el nivel de alcoholemia se recomienda tomar café o darse una ducha, pero precisó que “son mitos: lo único que hay que hacer es dejar pasar el tiempo, no hay nada para modificarlo, la alcoholemia va a ser la misma, haga lo que haga”.

El consumo actual que hacen los adolescentes incluye una alta presencia de bebidas destiladas que a menudo son mezcladas y tomadas en breves lapsos, a las apuradas. El libro se llama “La previa”, concepto tomado del lenguaje de los adolescentes, que denominan así al rato anterior a una salida en que se juntan a beber. Carbajal precisó: “El problema no es la previa. La previa como actividad, como lugar de encuentro, es un muy lindo lugar. El problema no es que se junten, el problema es la centralidad del consumo”.