-Tenés 51 años. Cuando cumpliste los 50, ¿los festejaste o te deprimiste?

-La verdad es que llevo muy bien el paso de los años. Festejo cada día que va pasando y el día que cumplo años es uno más. Ahora me siento mejor que nunca.

-Haciendo lo que te gusta…

-Sí, es mi suerte en la vida. Mi pasión sigue siendo lo que me lleva por la vida y siento que, con el tiempo, estoy llegando a ser un buen artesano como músico, a sentirme más o menos un músico de verdad. Estoy alcanzando una sabiduría en mi artesanía y eso me llena.

-Con Mano Negra empezaste a fusionar géneros tan diferentes como el punk, el hip hop y los ritmos latinos. ¿Fue una exploración premeditada o intuitiva?

-Creo que era lo que tenía a mi alrededor. En mi barrio había inmigración portuguesa, española, norafricana y armenia, muchas culturas mezcladas; y en mi casa cuando yo era pequeñito sonaba mucho el flamenco, la salsa… Mis padres tenían mucha música latina, en especial de Bola de Nieve, un artista cubano que en la época posiblemente haya sido mi influencia mayor.

-¿Hay algo que extrañes de Mano Negra?

-En lo musical, nada. Puede ser que extrañe a los amigos de la banda, pero musicalmente me siento mucho más avanzado ahora. Sé que mucha gente tiene la nostalgia de Mano Negra, me dicen: “Mano negra era lo mejor” y eso, pero también recuerdo que cuando tocaba con Mano Negra mucha gente me decía que no estaba mal pero que eran mejores las bandas que tenía antes. Hay algo nostálgico en la gente, pero hay que tener cuidado con eso. Siento un orgullo tremendo de haber participado en esa aventura; fue una escuela fabulosa, me permitió viajar y me dio un tesoro increíble que fue poder empezar a conocer América Latina, me abrió sus puertas.

-Siempre has nombrado a Eduardo Galeano como un referente en tu visión sobre América Latina. ¿Te ha influido en lo artístico de alguna manera?

-Sí, no hay duda. Galeano para mí fue un referente absoluto, un profesor en la forma de manejar un bolígrafo. Me influyó profundamente en la manera de escribir, y por eso le estoy extremadamente agradecido y le tengo un inmenso respeto. Creo que fue la persona que mejor me explicó la historia de América Latina y qué es América Latina. Lo vi una vez en Uruguay y otra tuve el orgullo de recibirlo a comer en mi barrio, pero siempre está conmigo, porque me acompañan sus libros.

-Musicalizaste el texto de Galeano “La trampa del tiempo”, que relata la historia de tu madre, Felisa Ortega, y del regreso a casa después del franquismo.

-Una vez le conté a Eduardo la historia de mi madre y me hizo el honor de escribir un cuentito sobre eso.

-Ese trabajo fue para el disco "No a la mina", en el que también participaron La Renga, Lisandro Aristimuño y el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, entre otros referentes de la cultura.

-Ahora estamos muy involucrados con el tema de "No a la mina", que sintetiza el rechazo a la minería a cielo abierto en Latinoamérica. Galeano aportó unos textos y yo unas músicas y para mí es un orgullo decir que en este disco hay una canción en la que se mezclan su voz y la mía.

-Otro tema local que está en el tapete en lo local es el de la marihuana. El gobierno plantea la legalización de su producción y venta como una de varias medidas para luchar contra el narcotráfico. ¿Pensás que hay que legalizar sólo la marihuana o todas las drogas?

-Legalizarla ya es un buen inicio, es frenar el tráfico ilegal. Estoy convencido de que las dictaduras del siglo XXI no serán militares sino mafiosas. Prohibir la venta libre de estas sustancias es dar mucha cancha a la mafia y la democracia haciendo eso se mete una bala en el pie. El ejemplo más claro es México: las mafias han crecido tanto que hoy en día parecen más fuertes que el Estado. Legalizar las drogas significa quitarles mucho dinero fácil a las mafias. ¡Hombre! El comercio de la droga son millones y millones que se generan en contra de la democracia.

-Has criticado a “la dictadura del dinero”. ¿Tenemos que volver al trueque?

-Hoy en día se habla de democracia, pero la realidad es que hay gente con dinero y gente sin dinero, y eso no es muy democrático. Es surrealista toda esa masa increíble de dinero virtual que circula por el mundo, lo que pasa con los bancos, las bolsas, que está haciendo hoy que mucha gente acabe desempleada, o desalojada de su casa por el problema de las hipotecas, en el caso español. Alguien tiene que encontrar un sistema económico mejor al que rige hoy en día porque es evidente que nos lleva a todos a la nada. En cuanto a la lucha propia de cada día creo que a nivel local, con creatividad, se puede inventar una forma de vivir un poco más justa trabajando en el vecindario. El trueque entre vecinos a mí me parece algo apasionante, y lo hago muy a menudo. Me encanta poner energía para hacer funcionar mi barrio de manera diferente, y funciona.

-¿Cómo funciona?

-Es muy orgánico. Cada uno con la sabiduría y el oficio que tiene aporta al servicio del barrio. Yo personalmente soy músico y ¿qué puedo aportar? En mi barrio canto para las bodas, o cuando nace un bebé, o para una causa de un chaval que está en el hospital y no tiene cobertura social, doy cursos de guitarra a los niños del barrio -que me encanta- y las madres para agradecerme me traen una buena sopa a la noche. Disfruto muchísimo de ese tipo de intercambio con mis vecinos.

-Para muchos te has convertido en un líder de opinión. ¿Lo asumís como una carga?

-Soy músico y me ha tocado en la vida ser un personaje público y lo asumo como una responsabilidad. Soy de esas personas que tienen acceso al micrófono y entonces lo que yo digo llega evidentemente más lejos de lo que puede decir mi vecino. Entonces mi responsabilidad es saber de cierto modo compartir con mi vecino ese micro que me tienden, compartir el altavoz. Y me lo tomo de una manera serena, porque lo que digo es lo que siento yo, no soy nadie para tener una opinión más lúcida que la de mi vecino taxista, obrero o panadero. Evidentemente, lo que pueda decir yo llega al periódico, entonces mi responsabilidad es conseguir sintetizar la problemática mía y la que me rodea.

-Si el arte se “contamina” demasiado de ideología, ¿se vuelve un panfleto?

-Puede ser, pero no hay ley. Creo que lo bonito del arte es que es un vapor muy incontrolable que no tiene reglas. Hay gente que mezcla su arte con política y lo hace muy bien, y hay gente que no mete nada de política y también lo hace muy bien. El arte compagina con libertad: no hay una manera de hacer arte, hay miles. Y ninguna se puede juzgar más que otra. Yo respetaría a la persona que haciendo arte hace un panfleto, ¿por qué no? Después evaluaré si el panfleto me convence o me llega, y si no me llega pues no me llega. Pero espero haber evitado el hecho de decirle a la gente “esto está bien y esto está mal”, porque no me siento nadie para poder opinar tan radicalmente.

-Contame del espectáculo. Tocás con La Ventura, que es una banda chica.

-Los cuatro básicos de mi aventura musical desde hace años. Philippe Garbancito Teboul en la batería, que me sigue desde hace muchos años y que estaba conmigo en Mano Negra; Gambeat en el bajo, que se hizo un pilar desde "Radio Bemba", al igual que Madjid Magic Fahem en guitarra. Es una familia ya súper curtida y súper fuerte en amistad. Estoy llegando con mi gente; además de la fuerza interna está sonando súper bien. Sería como intentar vender mi sopa de hoy, pero lo digo con toda honestidad: es la mejor banda que tuve en mi vida. Tengo también que avisarle a la gente que aún no he conseguido afinar del todo mi guitarra, pero que voy con todo el corazón.

-¿No tenés un afinador a esta altura?

-Hay un chiste clásico que hacemos antes de cada concierto, que es nuestro lema: antes de subirnos al escenario mis músicos me dicen: “Manu, ¿hoy afinamos o como siempre?”. Va a ser como siempre.

-¿Qué vas a hacer cuando dejes la música?

-¡Uh, tengo tantas cosas por hacer! Me apasioné por la música en la adolescencia y me mantiene súper contento que esa pasión no haya perdido fuerza. Pero la pasión por la música implica también que no estoy haciendo un montón de cosas que me gustaría hacer. La pasión tiene un lado un poco dictatorial también, porque cuando estás apasionado con algo ponés toda la carne en el asador. Pero supongo que llegará un día en que mi pasión por la música o mi fuente de inspiración se acabará. Como todo, ¿no? Por ahora no ha llegado ese momento; cuando ese día llegue voy a estar preparado, no me lo tomo como un problema sino como una inmensa oportunidad de hacer todo el resto de las cosas que tengo ganas de hacer. Me gustaría estudiar medicina, más oriental que occidental, pero digamos medicina en general. La voy aprendiendo poco a poco, pero evidentemente si quiero hacerlo bien tendría que dedicarme mucho más. Creo que es lo primero que haría: dedicarme a estudiar lo más posible para ser un sanador para mis vecinos.