La Academia Nacional de Ciencias del Uruguay tiene el cometido de procurar “el fomento y desarrollo de la actividad científica, tecnológica y de innovación”. La ley establece que brindará asesoramiento y para ello iniciará estudios e investigaciones; hará actividades de divulgación y difusión científica (organización de seminarios, talleres, foros, patrocinio en publicación de libros, entre otros) y otorgará estímulos a la investigación.

Facilitará “diálogos transversales entre las ciencias, impulsando la conformación de una comunidad científica sólida y coherente”, y cooperará para conseguir “el mejor nivel en la enseñanza de las ciencias en todas las ramas de la educación”.

Funciona en la órbita del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Hasta ahora tiene 18 miembros y un emérito; son científicos nacionales con reconocida trayectoria que fueron evaluados por una comisión integrada por las academias científicas de Brasil, Argentina y Chile (se podrá nombrar hasta 30). Representan a todas las áreas científicas: agrarias, tecnológicas, exactas y naturales, sociales y humanas.

Rodolfo Gambini, físico, miembro y presidente de la Academia Nacional de Ciencias, comentó en la presentación que la institución se incorporó recientemente “al Panel Inter Academias que reúne a todas las academias de ciencias y a la Red Interamericana de Academias de Ciencia, lo que nos abre las posibilidades de participación en numerosos proyectos internacionales de cooperación”.

El método científico en temas polémicos

Los problemas sobre los que se exprese pueden surgir de una consulta de organismos gubernamentales o pueden ser propuestas propias. “El país enfrenta problemas complejos y debe tomar decisiones importantes y difíciles que pueden comprometer su futuro por décadas en temas productivos, ambientales, educativos, entre otros. Cuando la toma de decisiones no incluye un análisis científico, riguroso de los problemas, no se tiene una comprensión cabal de cuáles son los factores determinantes del éxito de cierta actividad o emprendimiento ni se pueden predecir muchos de los efectos de las políticas que se adoptan”, sentenció Gambini.

Al pasar mencionó algunos ejemplos: “Recursos hídricos, nuevas prácticas agrícolas, forestación, prospección petrolera”. “El objetivo central es realizar un tratamiento informado y científicamente fundamentado de algunos de los desafíos ambientales que se le plantean al país en un contexto de crecimiento económico y uso más intensivo de sus recursos”, indicó. Y agregó: “Somos conscientes de que los temas planteados son problemáticos y despiertan opiniones encontradas, cuando no conflictivas. La ciencia no está libre de debate sobre puntos de vista contrapuestos, pero el análisis racional de los hechos y la deliberada determinación de exponer los juicios científicos a la contrastación con los datos de la experiencia y a todo tipo de pruebas que los cuestionan terminan conduciendo a posiciones confiables y consensuadas. El método científico no asegura la verdad infalible de sus enunciados, sólo asegura que éstos han resistido las críticas y comprobaciones a las que han sido sometidos”. Terminó su discurso manifestando “la esperanza de contribuir a establecer formas más racionales y avanzadas para el análisis y la toma de decisiones en torno a problemas de gran relevancia nacional”.

Desafíos ambientales

Gambini comentó a la diaria que la razón de abordar temas ambientales en la presentación de la academia fue “un poco coyuntural”. Dijo que la revista científica Nature “publicó recientemente un estudio sobre la situación ambiental en todo el mundo, en particular en las costas, bastante negativo sobre la situación en Uruguay”. “Siendo un informe elaborado a un nivel absolutamente internacional con expertos de países muy diversos, vimos cierta 
coincidencia entre las observaciones nacionales y esos resultados. Hemos elegido tratar ese tema porque consideramos que está muy vinculado a fuentes de riqueza nacionales y requiere de medidas de mitigación de distintos efectos”, agregó. Respecto del informe, reseñó: “Se piensa que Uruguay no siempre logra aprovechar de manera óptima los recursos de que dispone en materia de uso de las costas y de protección de los ecosistemas”.

Ciencias atmosféricas

Marcelo Barreiro, doctor en Oceanografía y docente de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, fue el primer expositor y abordó el cambio climático en Uruguay. A la suya le siguieron ponencias sobre la situación de la pesca, el manejo costero, la minería y la participación pública en las controversias ambientales.

Barreiro dijo que a nivel global la temperatura del aire ha aumentado en los últimos 80 años: “No hay dudas de que el clima ha cambiado y que efecto antropogénico está ahí”. Detalló diversos estudios mundiales que indican que si la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera se duplica respecto de sus valores preindustriales (había 280 ppm y hoy se está en 400 ppm), la temperatura media en la superficie se incrementaría entre 1,5º y 4,5º aproximadamente. Sostuvo que una de las áreas de mayor impacto es el océano Ártico, y que si continúa el deshielo producto de la concentración de gases de efecto invernadero, el nivel del mar se elevará siete metros a nivel global.

El investigador precisó que cuando se reduce la escala espacial y temporal la definición de los cambios que puedan darse es más imprecisa, sobre todo en Uruguay, “donde el estudio de la atmósfera del clima quedó relegado durante más de 20 años”. Sostuvo que el tema es central en Uruguay, entre otros motivos, porque 70% de la economía depende indirectamente del clima. Hizo hincapié en los principales cambios en la región sudeste de Sudamérica y en Uruguay. Las precipitaciones en verano se han incrementado de 10% a 20%; las lluvias intensas aumentaron entre 5% y 10% en los últimos 40 años y las temperaturas han aumentado, no porque las máximas sean más altas, sino porque ha disminuido la temperatura mínima en la noche, lo que ha hecho reducir el número de días con heladas.

Respecto de los ciclones, lluvias muy copiosas, comentó que “históricamente” han ocurrido sobre todo en la costa rochense, pero aseguró que “no hay nada” que indique que aumentarán: se proyecta que se reducirán y se correrán hacia el sur, especificó. Las proyecciones indican que los principales cambios se concentrarán en verano, con un incremento de las precipitaciones de 30%, 40% hacia fines del siglo XXI. Pero detalló que “el cambio climático en los próximos 30 años no da una señal muy clara, lo que va a impactar es la variabilidad natural del clima”, década a década. Ello es, por ejemplo, la influencia del fenómeno “el Niño”, relacionado con la temperatura del océano Pacífico, y remarcó que “eso es variabilidad natural”.

Por eso, dijo, las decisiones políticas no pueden guiarse solamente por las proyecciones de cambio climático, que se sentirán a fines de este siglo, porque la variabilidad natural, interanual y entre décadas es mucho mayor que la tendencia climática, a la que se superpone. Remarcó la necesidad de entender cómo funciona la variabilidad natural y dijo que habrá que adaptarse a ella.