“Cuando nos llega una persona pensando que puede ser hijo de desaparecidos, incluso que haya nacido en los años que abarcan el período, lo primero que hacemos es escucharla y lo segundo es aliviarle la mochila. Porque esos casos son los menos”, dice Eduardo Pirotto, integrante de Familiares de la Secretaría de Seguimiento de la Comisión para la Paz, quien participa en la Red a título personal. Javier Pozzo es uno de los que se acercaron con esa duda que con más o menos fuerza permanece, aunque la prueba de sangre en el banco argentino dio negativa.

“Hay un abanico de posibilidades. En este momento, con las pruebas existentes, las declaraciones, lo concreto que te puedo llegar a decir es que hubo mediación de parte de funcionarios del Estado. Ahora, ¿de dónde me obtienen a mí? Ése es el tema. Estoy abierto. No me centro directamente [en el pasado reciente], pero basándome en los hechos me hace pensar. Puede ser que me hayan regalado o vendido. ¿Y si no?”, dice a la diaria.

A las diferencias físicas y las de edad se sumó el hecho de que había nacido en 1976 y sido inscripto dos años después. Al constatar esto en 2006, empezó la búsqueda. “Lo principal es que cuando quise tratar de encarar a las personas [se refiere a quienes lo criaron] me encontré con un golpe muy fuerte, con insultos, con frases como ‘gracias a nosotros estás acá, hubieras terminado en un tacho de basura, tu madre habrá sido una puta que te dejó tirado, si ya te enteraste dejate de joder’. No hubo ninguna colaboración. Se van a morir sabiendo”, relata Javier y espera las palabras adecuadas para expresar que durante su niñez recibió de estas personas violencia física y psicológica.

Lo único que le dijeron es que “los médicos” del Hospital Policial le recomendaron que no le dijeran que era adoptado “para evitar un dolor”. “Los dos eran funcionarios del Ministerio del Interior y estaban vinculados con gente que ejercía el poder”, hace notar Javier, quien el mismo año que comprobó que era adoptado abrió un juicio penal por averiguación de la identidad. El juez pidió información al INAU y a los juzgados de menores; ambas instituciones respondieron que no existe documentación. Incluso, con la ayuda de funcionarios judiciales y del INAU, revisó los libros índices, en los que se lleva el control de expedientes. Figuran otros casos pero no el suyo. “Tampoco tengo información fidedigna de mi nacimiento, aparentemente nací el 1° de octubre”.

Las declaraciones de los testigos durante el juicio, afirma Javier, fueron contradictorias. No obstante, más o menos coinciden en que Javier fue dejado en una casa cuna de la calle Fernández Crespo y que “por orden de un inspector de la Policía” había sido entregado a quienes se convirtieron en sus padres adoptivos luego de que le hicieran controles en el Hospital Policial. Pero de esto no existe denuncia ni parte policial. Ubicó a una ex funcionaria de la casa cuna que le dijo no recordar ningún caso que se parezca al suyo.

“Todos los días estoy expectante. No sé en qué está el juicio, no he ido a averiguar. Pero si no encontramos pruebas, ¿cómo puedo seguir? Veo las posibilidades que puedan surgir. Me gustaría contar con gente que me dijera ‘podés hacer esto, hablar con esta persona’ o que directamente hubiera un lugar donde puedas plantarte y decir: 'Tengo una duda'. No lo pido sólo por mí. Venía llevando una vida normal y de repente me entero de que no sé quién soy. En mi interior hubo cambios, ¿cómo puedo proyectarme en el futuro sin saber? Tomo las palabras de un letrado. Me dijo: 'Podés averiguarlo mañana, en un año, en diez o nunca. Primero tenés que estar consciente de eso'”.