En relación a las acusaciones de antisemita y de nazi lanzadas contra Gustavo Sala a raíz de la historieta de la serie Bife angosto del 19 de enero, quiero decir algunas cosas:

  • Hace algunos años prologué, a pedido de Gustavo Sala (que además me homenajeó -a mí, que soy judío- en una de sus tiras) el libro que recogía la primera etapa de las tiras de Bife Angosto. Ese libro fue publicado por una editorial cuyo director también es judío (1).

  • La actitud pública de los genocidas (también en el caso de los de nuestra región del mundo) y de sus acólitos y propagandistas, consiste en negar sus crímenes, no en mostrarlos.

  • La historieta resalta varias atrocidades que creo muy características de nuestra época y cuyo señalamiento es crucial. El cuadro donde uno de los personajes dice al DJ “Nos meten en cámaras de gas y hacen jabones con nosotros” y el DJ contesta “¡Vamos, che, no sean mala onda, chicos!” es figurita repetida todos los días. La “mala onda” no está en los crímenes ni en los atropellos de todo tipo que cometen en todas partes las multinacionales y los ejércitos de los poderosos, sino en el vocabulario o la actitud “negativa” de quienes se muestran enojados por eso y reaccionan en contra. En nuestro país, la “mala onda” no está en los militares y civiles que durante la dictadura (y antes y después) cometieron delitos de lesa humanidad, sino en los que siguen empecinados en denunciarlos. Y a escala más sutil, sucede lo mismo cuando un jerarca de la administración pública o de una empresa, a la par que manifiesta intenciones muy “positivas”, pone en aprietos a un montón de gente con su dejadez o irresponsabilidad. La “mala onda” no va a ser de él sino de los damnificados que subrayen las cosas “negativas” (y que deberán aprender, con libros de autoayuda, a ver las cosas de otra forma). Y cuando en el cuadro final el Hitler de la historieta dice “si están relajados, los jabones salen mucho mejor” y se ve a los prisioneros bailando al son de la música puesta por el DJ, podemos ver a las multitudes de jóvenes idiotizadas por las secciones musicales y televisivas de las multinacionales (a veces hasta disfrazadas de productos contestatarios, siendo en verdad sólo modelos distintos del mismo tipo de producto para poder abarcar un espectro más amplio de gustos), que van a nutrir con sus energías -una vez disipadas aquellas partes de ellas que podrían haberlo enfrentado- el sistema que consagra y mantiene aquellas entidades como dueñas del mundo. Sin olvidar que literalmente hubo jabón que se fabricó con mis congéneres (2).

  1. Esta palabra no implica nada definido unívocamente en cuanto a religión, etnia, “raza” o nacionalidad.
  2. De lo que fuera.