Al ser inscripto cuando niño el funcionario de turno tenía una grafía tan mala que transformó el nombre Milton en Millôr, error del que el muchacho sólo fue a darse cuenta cuando tenía 17 años. Sin embargo, el tardío descubrimiento de Milton Viola Fernandes no lo hizo volver a su nombre original: siguió usando Millôr como si nada, como si de verdad el destino le hubiera reservado esa invención única como nombre.

Exquisiteces 
de Millôr

• Todo el mundo tiene ciertos amigos que detesta y algún que otro enemigo que le gusta.

• Vivir es dibujar sin goma.

• Errar es humano. Echarle la culpa a los demás, también.

• Los que hablan mucho mienten, porque se les termina agotando el stock de verdades.

• De todas las taras sexuales, la más extraña es la abstinencia.

• El idiota nunca aprovecha la oportunidad. En realidad, muchas veces el idiota es la oportunidad que otros aprovechan.

• Nuevo récord de la lotería deportiva: veinte millones cuatrocientos veinte mil trescientos ocho perdedores.

• Lo bueno de ser pobres, tristes, feos, enfermos y viejos es que nada peor puedes pasarnos.

• Dicen que el gran error de Noé fue que puso en el arca sólo dos animales de cada especie, pero cuando les tocó a los burros los dejó entrar a todos.

• Creer que no creemos nada es creer en la creencia de descreer.

• La sociedad brasileña es de las más curiosas. Apenas puede asegurarte un salario mínimo. Pero si un pobre transgrede las reglas, lo encierra en una prisión que cuesta seis salarios mínimos.

• Además de trasformar Brasil en un casino, trucaron la ruleta.

• El capitalismo es la explotación del hombre por el hombre. Y el comunismo es exactamente lo contrario.

• La historia de Brasil la escribieron los portugueses. Por eso el acento.

• El fútbol es el opio del pueblo. Y el narcotráfico de los medios.

• Estuve observando y constaté que no todo es miel en la vida de las abejas.

De ahí en más, la vida de Millôr Fernandes fue un continuo ir y venir con genio y humor entre los oficios de escritor, dramaturgo, traductor, dibujante, humorista y periodista, faceta a la cual siempre le dio preeminencia. Otras fuentes afirman que hasta fue vicecampeón de pesca de atún en Canadá e inventor del frescobol (variante del tenis de playa), deporte del que era campeón en el Posto 9 de Ipanema, a pasos de su mítico apartamento de la avenida Vieira Souto. Se dice que si aparecía un jugador más hábil, él afirmaba que entonces su contrincante era de otro posto.

Así, el 27 de marzo, cuando se supo la noticia de que Millôr Fernandes había fallecido a los 87 años en su ciudad natal Río de Janeiro, la conmoción fue grande. Si en algo todo el mundo estuvo de acuerdo es en que este personaje se encuadró siempre en la categoría de los grandes intelectuales brasileños, con múltiples áreas de actuación y gran influencia en cada una de ellas.

“El humorismo es 
la quintaesencia de la seriedad”

Nacido en el barrio carioca de Meyer, en 1923, existen hasta hoy divergencias sobre la fecha en la cual Millôr vino al mundo. Sí se sabe que fue hijo de un inmigrante español y una brasileña, parte de una numerosa familia, y tempranamente huérfano, lo que según él le dio la oportunidad de tener, siendo muy joven, una revelación religiosa: “La paz de la descreencia”.

A pesar de haber acuñado en relación a sí mismo la definición de “escritor sin estilo”, no es difícil de advertir varios trazos claves que atraviesan la producción de Millôr Fernandes y que lo hiceron único. El humor, sin dudas, es el primero de todos, y en un mes de marzo en el que el país también perdió a otro humorista de peso, Chico Anysio (de actuación bastante distinta, por cierto), la falta se hizo más honda.

“A buen entendedor, media palabra basta. Entendió, …bécil?” es una de las miles de frases célebres que profirió en vida, y que en estos días han circulado extensamente en todos los medios de comunicación. Son tantas sus ocurrencias que le valieron la publicación de varios libros, como Millôr definitivo. A bíblia do caos, que, publicado en 1994 (y republicado varias veces), contenía más de 5.000 de esas máximas delirantes.

“Se le dice héroe al tipo 
que no tuvo tiempo de huir”

La carrera de Millôr comenzó en marzo de 1938, cuando entró a la revista O Cruzeiro, y luego en A Cigarra, donde pronto se hizo conocido por sus escritos bajo el seudónimo de Vão Gogo y la columna “Pif-Paf”. Tal fue el éxito que cosechó que en 1955 fue elegido, nada menos que junto con el estadounidense Saul Steinberg, para participar en la Exposición Internacional del Museo de la Caricatura en Buenos Aires. Ya en 1962 dejó el conocido seudónimo para firmar con su propio nombre, y al año siguiente abandonó O Cruzeiro por la polémica causada por la publicación de su texto ilustrado “A Verdadeira História do Paraíso”, en medio de una avalancha de indignación católica.

Significativa en su carrera también fue la fundación del semanario O Pasquim, en 1969, trinchera de humor que disparó contra la dictadura y que fue tildado (en oposición a la lucha armada de una parte de la izquierda), de “izquierda festiva” propia del escenario carioca (más adelante, sin embargo, a Millôr se lo asoció a la derecha). En esa línea crítica, ya había creado en 1964 la revista Pif-Paf, que sólo duró ocho números. Duración diferente tuvo O Pasquim, que rápidamente llegó a una circulación de 200.000 ejemplares, aunque en 1970 los integrantes de la redacción del semanario fueron presos por publicar una sátira del cuadro “Independência ou Morte”, del pintor Pedro Américo.

Sin embargo, Millôr, que se salvó del paso de los militares, mantuvo el órgano de prensa activo hasta 1975, cuando debió irse no sin antes escribir una nota editorial contra la censura. Para ese entonces, ya colaboraba con la revista Veja, vínculo que interrumpió en 1982 y al que volvió más adelante, para finalmente desvincularse en 2009 como protesta contra la publicación de material de su autoría en el sitio web de la revista. En el medio, como periodista incansable, supo ir y venir en medios como O Estado de São Paulo, Correio Braziliense y Folha de São Paulo, construyendo un lugar de peso en el periodismo brasileño.

“Entre la risa y la lágrima 
casi siempre está apenas la nariz”

Cierta vez, Millôr escribió en el “Decálogo do verdadeiro humorista” que “El humorista es el último de los hombres, un ser aparte, un tipo que no es invitado a los congresos, no es electo en las academias, no está alistado entre los ciudadanos útiles de la República, no planta, no recoge ni establece reglas de concepto o de conocimiento”.

La humildad y la ironía eran sus señas, ciertamente. El historiador Elias Thomé Saliba, en la edición especial de los Cadernos de Literatura Brasileira del Instituto Moreira Salles dedicada en 2003 a Millôr, afirmó: “Desde los ‘poemitas cinéticos’ de ‘O Pif-Paf’, de 1945, hasta los haikus contemporáneos, él viene jugando con el sentido de las palabras a través de sus dislocamientos visuales en la página: mezclando, en receta inextricable, todos los ingredientes -texto, trazo, garabato, borrador, texto o ilustración. Produjo versiones paródicas, divertidas, acanalladas, sinvergüenzas de innumerables proverbios, preceptos, estereotipos o ideas preconcebidas de la cultura brasileña”.

Otro de los frentes a los que se dedicó fue el teatro. En la década del 50, cuando comenzó a escribir piezas teatrales, Millôr ya era conocido como Vão Gogo, y sus obras iniciales se inscribían en la tradición fantasiosa del cotidiano carioca. En 1955 tiene su primer éxito de público con Pigmaleoa, sátira del cotidiano del barrio Copacabana, al que le sigue Um elefante no caos, construida en torno a un incendio que destruye un edificio durante seis meses. Luego vendrá Flávia, cabeça, tronco e membros, a la cual el propio autor le dio un lugar de peso en su obra.

Retrato de su posición contra el esquema represivo de la dictadura que comenzó en 1964 fue su participación en la creación, junto con Flávio Rangel, de la obra teatral Liberdade, Liberdade, que, puesta en escena en 1965, fue clave en la producción teatral de resistencia contra los militares. Al mismo tiempo, ahonda su asociación artística con la actriz Fernanda Montenegro, con éxitos como Computa, computador, computa (1972), de humor singular y amargo. É…, de 1977, es según la crítica una de sus obras más maduras, un retrato de los cambios contemporáneos en la vida de las parejas de intelectuales progresistas.

“Soy peor solo 
que mal acompañado”

Bajo la popular faceta del humorista y del dramaturgo, siempre estuvo también la del traductor, que en Millôr fue enormemente prolífica y de la cual se puede inferir una retroalimentación con su veta dramatúrgica. Una rápida mirada al caudal de piezas teatrales por él traducidas revela en primer lugar la heterogeneidad de autores, obras y lenguas. De Shakespeare a Molière, Eurípides, Sófocles, Pirandello, Beckett y Brecht, entre muchos otros, Millôr se revela como un traductor bastante impredecible en sus estrategias, yendo de la intervención decidida sobre el texto extranjero a la postura de menos visibilidad.

Según sus propias palabras, aprendió a traducir de manera autodidacta (como en sus otras tantas facetas) a partir de tener que verter al portugués historietas en inglés que llegaban a la redacción de la revista O Cruzeiro en la década del 40, y de su primera traducción en 1942, con título A estirpe do dragão [Dragon Seed], de Pearl S Buck.

Dice Maria Sílvia Berti en la publicación del IMS: “En general, las traducciones de Millôr están caracterizadas por formas lo más cercanas posibles a la lengua hablada y a los tiempos actuales. Es importante observar, que su prioridad no es, sin embargo, aquello que se podría rotular de ‘naturalidad escénica’, concepto, por cierto, que él considera problemático”. Su actitud en este campo, cercana a la adaptación, está también presente en su versión musical de la popular obra Deus lhe pague, de Joracy Camargo, que se llevó a escena con música de Edu Lobo y de Vinícius de Moraes.

Reafirmando lo anterior, el propio autor supo declarar controvertidamente a la revista Língua Portuguesa que “al traducir es preciso tener todo el rigor y ningún respeto por el original”. O sea, traducir por sobre todas las cosas lo humorístico que funcione de acuerdo a los espectadores que lo verán. Similar es la anécdota que contó a la revista Bravo, cuando recordó que al encontrarse con Nelson Rodríguez (otro de los pesos pesados de la dramaturgia y el periodismo brasileños) éste le preguntó: “Millôr, ¿es verdad que vos mejorás a Molière?”, a lo cual él respondió: “Nelson, soy más viejo que Molière. Traduzco con absoluta fidelidad, pero si él deja una pelota frente al arco, yo pateo”.