Pablo Guerra, docente investigador de la Facultad de Derecho de la Udelar, explicó que el movimiento de economía solidaria surgió en el país desde los sectores populares como una emergencia de la asociatividad. Eso dio lugar a las ferias de economía solidaria, ámbitos de mayor visibilidad del movimiento. “La primera fue en 2002, en medio de la crisis social más importante del último siglo, cuando ya había organizaciones aglutinadas que organizaron la feria. Más adelante vinieron las ferias de Atlántida, pero fue recién en 2005”, reseñó. Según sus estimaciones, ya que no hay cálculos al respecto, actualmente el subsector ocupa a unas 10.000 personas y genera el 10% del PIB. Guerra explicó que las primeras reflexiones sectoriales estuvieron vinculadas a los clubes de trueque de mediados y fines de los años 90. Más adelante se vio la necesidad de poner en diálogo a los viejos actores -como el cooperativismo- con los nuevos que surgían. Señaló que las cooperativas también son agentes caracterizados por la solidaridad económica, “pero la experiencia muestra que ambas pueden ir tanto juntas como separadas”.

A esta realidad hay que agregar que en los últimos años se sumó la recuperación de varias empresas y una nueva revalorización de la gestión de los trabajadores. Además, lamentó, en Uruguay faltan políticas públicas de apoyo al subsector. “Así como hay apoyo de políticas públicas al cooperativismo, porque se lo ha ganado en el transcurso de los años, también merecen apoyo para el desarrollo los nuevos movimientos emergentes que hablan de autogestión, de comercio justo, consumo responsable, de una producción orgánica sustentable económicamente, que son nuevos valores que se ponen en escena con mucho dinamismo en todo el mundo”. Agregó que en el país hay “algún apoyo concreto”, como en las ferias o actividades similares, y otros del Instituto Nacional de Cooperativismo (Inacoop) y del Ministerio de Desarrollo Social, que tiene una Dirección de Economía Social. “Lo que falta es una política pública rigurosa que diga que éste es un sector de la economía que nos interesa promover, potenciar y regular por los aportes que hace a la economía y a la sociedad en su conjunto. En eso todavía Uruguay está muy en pañales. Algo se está haciendo, pero estamos lejos de otros casos de políticas públicas más armadas, más allá de la esquizofrenia que sufren algunos Estados que tienen políticas muy buenas pero también las tienen para promover la economía que no es solidaria”, analizó.

En colisión

Consultado sobre la convivencia de modelos de economía solidaria con los tradicionales, Guerra respondió: “Mientras no molesten demasiado, como es la situación de Uruguay hoy en día, los grandes poderes económicos están desinteresados de este fenómeno”. Además, en la medida en que el movimiento emergente adquiera cuerpo y visibilidad, y obtenga respaldo de políticas públicas, suele haber roces y conflictos de poder.

El académico entiende que se vive en mercados determinados, donde confluyen distintas racionalidades y lógicas de operar.

Por un lado, las del capitalismo, que tiene una gran capacidad para crear riqueza, pero que “suele ser muy destructor del medio ambiente y muy mal repartidor de la riqueza”. Por otro está la lógica del Estado, que tiene un menor dinamismo económico debido al peso de las burocracias y de las normativas, que limitan la capacidad de creación de riqueza. Sin embargo, por las relaciones económicas de tributación y asignación jerárquica puede llegar a distribuir mejor la riqueza, precisó.

En cambio, los valores que puede aportar la economía solidaria al conjunto de la actividad “son la sostenibilidad social, cultural y ecológica”. Recordó que los valores sociales son los que rigen los procesos económicos, y no es la economía la que manda y termina afectando a los procesos sociales. Consideró que un mercado democrático implica que los tres grandes sectores tengan pesos equilibrados, “porque los tres actores aportan valor en sí mismo”.

La academia

Actualmente la Udelar cuenta con una Unidad de Estudios Cooperativos, también con docentes que investigan y brindan cursos sobre el tema en distintos servicios universitarios, además de la red que coordina Guerra. Si bien la Udelar “ha dado pasos significativos en los últimos años”, falta mucho para llegar al peso real que el subsector debería tener en la academia, valoró. En otros países hay ejemplos de universidades cooperativas, de lo cual Uruguay está aún muy lejos. No obstante, “la situación de hoy en día es mejor a la de hace diez años, y la de hace diez años es mejor que la de hace 20”, destacó.