En nuestro país hay alrededor de 1.140 escuelas rurales a las que asisten cerca de 21.000 niños; están dispersas a lo largo de todo el país y constituyen, muchas veces, el único sitio de referencia para la comunidad. Ésa, justamente, es una de las especificidades de la escuela rural.

La educación permanente de los maestros rurales es una de las líneas estratégicas del período 2010-2014 que maneja el Centro Agustín Ferreiro del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP). Alejandra Dego, directora del centro, destacó también los encuentros anuales de docentes rurales que vienen realizándose desde 2009, así como los recientes coloquios, seminarios y líneas de investigación que comenzaron a trabajarse respecto de educación rural.

La inspectora de institutos y liceos del Consejo de Educación Secundaria (CES), Ana María González, sintetizó que los liceos rurales fueron creados en 1986 y que ahora hay 16 en total; por otra parte, el CES tiene con Primaria siete centros educativos rurales integrados, las escuelas con 7º, 8º y 9º, de las que también participa el Consejo de Educación Técnica Profesional (CETP, ex UTU); cerca de 2.700 alumnos asisten a ciclo básico y 950 a bachillerato.

González resaltó que los cursos están orientados “hacia el alumno rural, su familia y su contexto”. Habló de la alta presencia de actividades adaptadas al medio, con aplicaciones prácticas y experiencias que “provienen de la cultura y del trabajo de la comunidad”. Los grupos son pequeños y la gran mayoría de los alumnos promueve, mientras que la deserción y la repetición son escasas.

Como limitaciones, la inspectora señaló las grandes distancias de centros poblados, la falta de locomoción y de habitaciones para alojar a los docentes, que los desestimula de optar por esos ámbitos de trabajo. No obstante, indicó que quienes eligen esos lugares terminan generando un sentido de pertenencia muy grande.

Eduardo David, director del programa de Educación para el Agro del CETP, contó que hay 29 escuelas agrarias en todo el país. Trece son en régimen de alternancia; los estudiantes viven una semana en el centro y otra en su predio, donde continúan los aprendizajes; todo el curso equivale a ciclo básico. David destacó que esta modalidad viene ascendiendo, puesto que en 2007 había sólo ocho escuelas agrarias en ese régimen; en 2011 asistieron cerca de 1.000 alumnos. Los índices de aprobación son altos, y es baja la desvinculación y repetición. Además de esas experiencias, el CETP ha implementado cursos de Formación Básica Profesional, Media Profesional, Bachilleratos Tecnológicos y tecnicaturas referentes a distintas especificidades del medio rural. El director mencionó que también allí la falta de docentes constituye “un problema bastante grande”.

Aprendizajes

Óscar Gómez, maestro y subsecretario de Educación y Cultura, destacó que durante su gestión como consejero del CEIP (desde 2005 hasta febrero del corriente) peleó por que no se cerraran escuelas rurales y que no se remataran aquellas que no tenían más alumnos, sino que fueran usadas por cooperativas de productores y clubes agrarios, por la referencia afectiva que tienen esos edificios, que son “símbolo de encuentro social”, destacó.

Elena Barreto, inspectora técnica del CEIP, dijo que el organismo está intentando dotar de cargos docentes a aquellas escuelas que son unidocentes pero que la matrícula requiere un cargo más. Comentó que se atenderá otra inequidad que tienen actualmente los alumnos rurales respecto del resto: para ellos no ha llegado todavía la universalización de la educación física, implementada desde 2009.

Limber Santos, director de Educación Rural del CEIP, valoró “la especificidad técnica, social, didáctica y, en última instancia, pedagógica” que tiene la educación rural. El “multigrado” es otra de las especificidades de este tipo de educación, en la que un maestro llega a tener todos los grados, de nivel 4º a 6º año. Destacó que el potencial del multigrado es que los niños aprenden de la interacción con sus pares, además del contacto con el maestro.