La actividad tiene lugar en dos carpas ubicadas en la plaza Independencia de Montevideo. Una de ellas está dedicada a las conferencias y en su interior poco más que el piso recuerda que se está en plena plaza: la disposición de las sillas, como en cualquier salón de conferencias, los parlantes, la mesa principal al frente y debajo de una pantalla simulan un perfecto salón. El público de la primera mesa era cauto y la mayoría eran jóvenes y adultos jóvenes, sin embargo, la participación era escasa. Si bien la convocatoria fue libre, la mayoría de los presentes provenía de instituciones que trabajan en programas gubernamentales para jóvenes.

Bruno Vera, responsable de la secretaría técnica del Inju, dijo a la diaria que se inscribieron más de 500 participantes y que el objetivo de la actividad fue “generar una instancia de reflexión, de debate, sobre temas centrales vinculados a juventud” y los desafíos que se tienen respecto a ellos.

Diferentes trayectorias

Verónica Filardo, investigadora del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (FCS-Udelar) se enfocó en las “Transiciones hacia la adultez”. Basada en la Encuesta Nacional de Juventudes de 1990 y en la Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud de 2008, analizó dos eventos: la edad de inicio de la vida reproductiva y el momento en que consiguieron el primer empleo estable (de más de tres meses de duración).

En 1990 había tenido su primer hijo 67% de los jóvenes (menores de 29 años) con educación primaria como nivel máximo alcanzado y 38% de los que habían cursado educación terciaria. Filardo marcó que esa brecha se amplió en 2008: había iniciado su vida reproductiva 80% de los jóvenes con educación primaria y 30% de los de educación terciaria; es decir, la diferencia, que era de 29 puntos porcentuales, se incrementó a 50.

La investigadora hizo énfasis en las diferencias por sexo: “Son las mujeres quienes tienen hijos más temprano, y con mayor intensidad en los 29 años para todos los niveles educativos”, indicó, y son ellas también quienes están más rezagadas del mercado laboral. Respecto al primer trabajo estable, Filardo indicó que si bien en 2008 las mujeres incrementaron su participación en el mercado respecto a 1990, asoman las diferencias según el nivel educativo alcanzado: 17% de las que sólo tenían educación primaria no había tenido un empleo estable a los 29 años, “trabajan en el hogar, pero no remuneradamente”, explicó.

La socióloga sintetizó que “hay evidencia de una transición demográfica entre los jóvenes entre 1990 y 2008” y que “las desigualdades son reproducidas y agigantadas por el sistema educativo”.

Pobreza infantil y juvenil

Cecilia Rossel, que trabaja en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), presentó un trabajo previo a ingresar allí, que había realizado con Denisse Gelber. Mostró un panorama poco alentador. Al igual que Filardo, dijo que las diferencias entre los jóvenes se incrementaron en los últimos 20 años y agregó que “se explican en buena medida por factores estructurales”, es decir “que no se modifican en el corto plazo, probablemente tampoco en el mediano”.

La investigadora evaluó que si bien ha aumentado el gasto en la infancia, las brechas entre la pobreza infantil y la pobreza de adultos “han aumentado” y en esa distancia Uruguay está “en el peor lugar de América Latina”.

La socióloga analizó que los jóvenes pobres de hoy son hijos de la “infantilización de la pobreza” que se produjo años atrás, y a su entender, por el momento, la situación se mantiene: los hijos de muchos jóvenes uruguayos de hoy “serán pobres”.

Rossel dijo que las desigualdades a la interna de la sociedad uruguaya se han profundizado y que “la mayoría de los jóvenes están en el Uruguay vulnerado”, que no accede al bienestar social. A todo eso agregó que “las mujeres pobres no tienen con quién dejar los niños” y que quienes han ido modificando la forma de ver los cuidados y las tareas del hogar, hacia una tarea más compartida por hombres y mujeres, son los que tienen mayor nivel educativo. La socióloga insistió en la necesidad de seguir invirtiendo en primera infancia y juventud, así como en “apostar con mayor firmeza a la política educativa para reducir desigualdades dentro del sistema educativo”.

Insuficiencias

Marcelo Castillo y Martín Sanguinetti, del Instituto Ciencia Política de la FCS de la Udelar, presentaron el “Relevamiento de políticas y programas para jóvenes en Uruguay”, consultoría que elaboraron para el Inju y el Banco Interamericano de Desarrollo.

El panorama mostrado por ellos también fue sombrío. Señalaron los “notorios problemas de repetición en educación media”, que alcanza a 32% en primer año de ciclo básico, mientras que sólo 36% completa Secundaria.

Comentaron que el aumento del gasto público en educación no ha generado “impacto en la oferta” y detectaron fallas en los 17 programas destinados a atacar la desvinculación educativa. Apuntaron que cada año repiten primer año de ciclo básico 35.000 adolescentes, pero que de “las intervenciones destinadas a trabajar en esta problemática sólo dos de los programas tienen un nivel de cobertura relativamente mediano”, “atienden a muy poca población”. Por otro lado, marcaron que la fragmentación interinstitucional (algunos son del Ministerio de Desarrollo Social, otros de la Administración Nacional de Educación Pública y otros del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay) puede incidir en su coordinación. Insistieron en la necesidad de rediseñar la oferta educativa para que pueda ser articulada con las actividades laborales.

También comentaron que “los programas orientados a la capacitación y/o a la inserción laboral” tienen una escasa cobertura, que en 2011 alcanzó a menos de 3.000 jóvenes, mientras que “las personas desocupadas de los dos primeros quintiles eran 21.000”. Asimismo, marcaron que “no hay ofertas específicas para mujeres en situación de pobreza con hijos a cargo”.