“La escritura es poder, y desde el punto de vista de muchos condenados, es simplemente un instrumento de manipulación. Por eso, algunos se rebelan radicalmente contra la escritura, evitan la escuela, militan por la agrafía como por un espacio al que no acceden los agentes del sistema que escribe leyes y sentencias; otros -los que aquí publican- intentan apropiarse de la herramienta con la que aquel sistema comenzó a escribir sus biografías”, contextualizó Reherman.

Con Carlos Reherman

-¿Qué te dejó esta experiencia?

-Es impresionante. Uno como escritor termina metido en una especie de búsqueda de “qué escribo ahora”. Escribís cinco o seis libros, después escribís teatro, escribís ensayo y llega un momento que da la impresión de que se agotó lo que hay para decir, es un temor que empieza a aparecer, que es bastante común. Y esta gente es la prueba palpable de lo que debería ser un escritor: un tipo que debería dejar de escribir cuando tiene que preguntarse: ¿y ahora qué escribo? Estos tipos tienen todo para escribir y eso me resultó muy fuerte.

Esa consideración se refleja en el criterio de edición, que intentó cambiar los textos lo menos posible: “Lo corregí para llevarlo al lenguaje estándar, pero solamente [modifiqué] la ortografía; cuando había cosas que no entendía preguntaba a los autores, pero no cambié nada”, dijo Reherman en diálogo con la diaria. El editor aclaró que se respetó el uso de contracciones (como q’ por que, k por que o la eliminación de alguna letra como d’cime por decime o sn por sin) “cuando funcionan como estilemas, pero se corrigieron cuando obedecían a una economía de tiempo y espacio”. Sus correcciones fueron avaladas por los autores, con los que tuvo un promedio de cinco entrevistas con cada uno para chequear lo que terminó siendo impreso.

Historia de mi niñez

Cuando yo era chica no recibía juguetes, pero yo a mis hijas nunca les dejé faltar los reyes. Cuando yo tenía reyes mis tíos me los vendían para comprar vino. Mi única amiga se llama Graciela Varas, con la que compartíamos los juguetes para jugar.

Después de los tres meses con mis abuelos, a los cuales yo les decía mamá y papá, a los 9 años vine a conocer que a la cual yo creía era mi tía, no lo era, sino que era mi mamá. Me llevó con ella cuando mi tío intentó abusarse de mí. La vecina me llevó, y al otro día me entregó a mi madre, la cual vivía con Juan. Decía que era mi padre. (Continuará).

Miriam Elena Gasco*

*Como nota de redacción se aclara: “Como Marco Polo en la cárcel de Génova, que dictó sus memorias al cura Rustichello, Miriam dictó las suyas a su nuera Stefani, porque no sabe leer ni escribir”.

Aproximaciones

El proyecto fue una iniciativa del área Ciudadanía Cultural del Ministerio de Educación y Cultura (MEC); la publicación fue apoyada por el proyecto Viví Cultura del gobierno uruguayo junto con el Sistema de Naciones Unidas, con financiamiento español. Se editaron 1.000 ejemplares que se distribuirán gratuitamente en bibliotecas, centros penitenciarios, y también se entregarán en la Feria del Libro y pueden retirarse en la sede de la Dirección Nacional de Cultura del MEC.

Vanesa Prestes, una chica de 28 años recluida en el CNR, fue la única representante de los autores en el Teatro Solís. Reherman la invitó a hablar, y esas palabras terminaron siendo lo poco que pudimos escuchar de ella, ya que no se le permitió hablar con la prensa al finalizar la presentación. “De chica me gustó escribir y nunca tuve esa libertad y en la calle no me dedicaba a eso”, dijo. “En la cárcel me sobra tiempo”, agregó, y así fue que comenzó su diario íntimo, que es parte de lo que fue publicado en el libro colectivo. “No es muy alegre todo lo que se lee pero es parte de mi vida”, dijo, y confesó que no se lo había dado a leer a nadie antes y que verlo impreso le resulta “medio chocante”. Reherman pidió que explicara lo que estaba sintiendo, pero ella se limitó a resumir su deseo: “Que lo lea mucha gente”.

El director nacional de Cultura, Hugo Achugar, y el ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, enfatizaron en el objetivo de dar voz a quienes no la tienen. Achugar enumeró que pacientes psiquiátricos y personas en situación de calle también han publicado sus escritos y que en las próximas semanas se presentará “el primer videoclip filmado en una usina cultural en una cárcel uruguaya”, la de Paysandú.

Un mensaje

Hoy mando este mensaje a las mujeres privadas de su libertad, para que se haga escuchar nuestra voz.

Sabemos lo que pasamos: maltrato, golpes, maltrato psicológico. Y nadie hace nada. ¿Por qué? Por un gobierno que se preocupa de sí mismo y nos tratan como bichos en una jaula. No se olviden de que respiramos, sentimos, vemos igual que ustedes. Con errores o sin errores somos personas como ustedes.

Nuestra comida es un agua sucia con un par de fideos. Pedimos ser escuchadas y nos dicen “¡Estamos ocupadas!” ¿Ocupadas haciendo qué? Comiendo nuestra carne, nuestro pan, los alimentos de las presas. ¡Y después quieren mejorar la sociedad!

Por favor, gente, ¡no se engañen! De esta cárcel lo que sale es pena y rencor de lo que el Uruguay hace... Sin contar la muerte de tantas compañeras, tapadas por la misma Policía, las mujeres maltratadas por su carátula. Si no robabas o matabas no eras nadie. ¿Qué pasa con esas mujeres? Nadie hace nada. Seguirán siendo humilladas.

¡No callen sus palabras, hablen sus problemas o no terminaremos con esta injusticia que se vive a diario en esta cárcel! Hagan valer sus derechos como mujeres y como personas. ¡No se rindan, compañeras, que de la cárcel se sale para empezar una nueva vida!

Ambos resaltaron la posibilidad de sortear el “estigma” y aproximarnos a esos mundos.

En la introducción del libro Reherman escribió una idea similar a la expresada por las autoridades: “La responsabilidad, ahora, está en los lectores. Ojalá los prejuicios no impidan el contacto con estos textos intensos, sin pliegues, radicales, espejos de una realidad que hay que cambiar”.

De los escritos se desprende mucho sufrimiento, así como aromas y sabores que dejaron en la piel parejas en la hora de visita, o recuerdos, muchos recuerdos y reflexiones personales.

“Noches frías, madrugadas de escepticismo, cómplice, frustración, desengaño, incertidumbre. Desencanto. Pocos se detuvieron; yo me detuve porque me privaron de mi libertad, recuperé mi sentido común como ser humano, la conciencia me llamó”, escribió alguien que firmó EPCA.

“Hoy me encuentro recluido con mi hermano Matías/ es increíble preso con mi hermano más chico/ Son dos canas que tengo que cumplir la mía y la de él”, confesó Martín Lemos.

Vanesa se escribe a sí misma y también les escribe a sus tres hijos. Al más grande lo tuvo cuando tenía 14 años, ahora tiene 28. Los fragmentos de su diario son de cuando ella tenía 25.

“Perdón, hijos, perdón. Sabía que corría este riesgo, pero nunca pensé en las consecuencias y hoy me toca pagar con mi propia libertad y con este dolor que nunca cesa. Te dormís y te despertás con este nudo en la garganta, y cuando sentís sus voces tras el teléfono que te pegan como espadas en el pecho y no te sale la voz y tus ojos se llenan de lágrimas, y hacés una pausa, te tragás todo ese dolor y tomás coraje para contestarles que estás bien y que los extrañás”.

A Vanesa le quedan tres años, está recluida desde 2009, por lo que puede decirse que le falta menos de la mitad. Sonriente, esperanzada, acompañada por una policía sin uniforme, veía cómo sus palabras se iban en mochilas y portafolios de muchos de los asistentes.