Ubicada en la intersección de las rutas 1 y 2, viven en esta ciudad coloniense 10.085 personas según el censo de 2011. Históricamente conocida por su impronta industrial, como su vecina Juan Lacaze, se vio fuertemente sacudida por la crisis de 2002. Además de la fábrica de baterías Fanaesa, que funcionaba como filial de la empresa FUNSA, otros centros industriales, entre los que se encuentran varias curtiembres, cerraron en esos años por el impacto de la crisis. Fanaesa llegó a ocupar directamente a 380 personas, cifra a la que se suman cientos de puestos indirectos que generaba.
Además de abastecer al mercado local, desde Rosario salían baterías hacia Brasil, Paraguay y Argentina en mayor medida y también a Estados Unidos, aunque más esporádicamente. Llegó a producir 10.000 unidades por mes. La fábrica estaba activa desde 1963, y si bien comenzó a operar como cooperativa, tiempo después se convirtió en una filial de FUNSA. Según dijeron a la diaria los ex obreros Víctor González y Raúl Pasquetta, algunos hechos que contribuyeron al cierre -en el momento de mayor aceleración de la crisis- fueron la asociación de FUNSA con la empresa Titán y la pérdida de competitividad de las baterías uruguayas con otros mercados como el brasileño, tanto por incentivos a las importaciones en Uruguay como por medidas proteccionistas en los otros mercados. Al momento de cerrar daba empleo a 80 personas, quienes no pudieron cobrar sus despidos por la falta de liquidez de la empresa fundida y sólo acordaron un prorrateo por el que cada uno obtuvo una cifra cercana a los 5.000 pesos, que distaba mucho de los 400.000 dólares que conformaban los adeudos generales. Según comentaron González y Pasquetta, los trabajadores decidieron ocupar el predio cuando el dueño anunció que se había fundido y debía cerrar, pero fueron desalojados por una orden judicial. De acuerdo a lo que comentaron, la medida que habían tomado era la única garantía para cobrar algo más de lo que finalmente terminaron percibiendo, pero la Justicia definió que el predio debía ser desocupado. Inmediatamente después, el empresario vendió las maquinarias de mayor valor y las altas cantidades de metales que tenía en stocks prontos para ser procesados.
Un plomazo
la diaria recorrió el predio de la ex Fanaesa en Rosario y pudo constatar los altos niveles de materiales contaminantes que aún se encuentran dispersos. Además, el lugar donde se encuentran los galpones es transitado habitualmente por varios de los vecinos de la ciudad, quienes “cortan camino” por el interior y, de esa forma, se ahorran caminar un par de cuadras. Además, al fondo de los galpones da el arroyo Colla, que desemboca en el río Rosario. Cuando la diaria estuvo en el lugar, el arroyo se encontraba en crecida y el agua llegaba hasta muy cerca de los galpones. Según dijeron pobladores del lugar, a menudo se dan mayores subidas en las que el agua alcanza lugares en los que la concentración de materiales contaminantes es alta y los “arrastra” hacia dentro.
De todas formas, la principal preocupación de los pichoneros -como se conoce a los rosarinos- en cuanto al predio de Fanaesa no es sobre la contaminación sino sobre el impacto en la seguridad ciudadana. De acuerdo a lo que detallaron los ex trabajadores, los galpones son utilizados para venta de drogas, como escondite en hurtos y hasta han ocurrido violaciones. Algunas de las salas vacías de la ex fábrica están visiblemente graffiteadas, y según González y Pasquetta, ya están cansados de luchar contra actos vandálicos y de ocupación en el predio.
El cierre de ésta y de las demás industrias instaladas en Rosario -que según estiman los entrevistados terminó con cerca de 5.000 puestos de trabajo a principios de 2000- llevó a que actualmente la mayor fuente de trabajo en la ciudad sea una mutualista. Pasquetta dijo que Rosario se convirtió en una “ciudad dormitorio” y señaló que todos los días salen varios ómnibus desde temprano en la mañana para llevar a la gente a trabajar a ciudades como Colonia del Sacramento, Juan Lacaze y Conchillas. En este sentido, el proyecto Fanaesa ya dejó de ser meramente una forma para hacerse con los pagos que les corresponden a los trabajadores, que ya saben que no los recuperarán totalmente, sobre todo por lo que ya llevan gastado de su propio bolsillo para la reactivación de la fábrica, y ha pasado a ser un proyecto que apunta al retorno de la industria a la ciudad.
Una buena y una mala
Los ex trabajadores siguieron organizados peleando por la posibilidad de recuperar el monto que les correspondía, pero sus aspiraciones se vieron comprometidas por factores ambientales. Una vez conformada la cooperativa de trabajadores de FUNSA, en 2007 se resolvió ceder el predio de Rosario a los ex trabajadores de Fanaesa para que pudieran recuperar la deuda. Según narraron González y Pasquetta, desde ese momento varios empresarios y grupos inversores se manifestaron interesados en adquirir el predio, y si bien alguno de ellos incluso llegó a iniciar los trámites correspondientes, en todos los casos terminaron desistiendo por la elevada contaminación diagnosticada y los altos costos que la solución implicaba. Los ex trabajadores recordaron el caso de un empresario argentino que estuvo a punto de cerrar el negocio, pero que finalmente se retiró de la negociación por la fuerte inversión que la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) le exigía para mejorar las condiciones ambientales.
Consultados acerca de las medidas de seguridad ambiental que se tomaban cuando la fábrica estaba operativa, explicaron que al principio la contaminación producida por el plomo “no estaba muy estudiada” y que por momentos fueron “conejillos de indias” en los estudios sobre el tema. También indicaron que en un momento se seguían ciertos protocolos y procedimientos en el manejo de las sustancias contaminantes para contribuir a la seguridad ambiental y laboral. Sobre este punto añadieron que a medida que la situación económica iba empeorando, también lo hacía la seguridad laboral y ambiental con respecto al manejo de las sustancias.
Según precisaron, los productos más utilizados en la confección de las baterías eran plomo puro, arsénico, celenio, antimonio y estaño. Los mayores problemas se dieron por la elevada cantidad de plomo encontrada en el terreno industrial. Esto determinó que años después se detectara que los trabajadores presentaban diversos problemas óseos y en articulaciones.
Estudiosos
Los ex trabajadores dijeron no tener claro el diagnóstico ambiental del predio porque recibieron varias versiones por parte de los organismos fiscalizadores. En diálogo con la diaria, Silvia Aguinaga, directora de la División Control y Desempeño Ambiental de la Dinama, sostuvo que el informe que manejan desde el organismo data de 2003. Si bien señaló que las conclusiones mantienen vigencia porque el plomo es un metal “bastante estable” y con poca movilidad -no contamina por medio del aire sino a nivel del suelo-, indicó que actualmente la Dinama se comprometió a apoyar a los trabajadores para la realización de nuevos estudios que puedan servir para reducir costos de la remediación del lugar.
Aguinaga explicó que la remediación no sólo consiste en cercar el terreno y mover la tierra para la limpieza de los suelos, sino que también se trata de tomar medidas de precaución para no contaminar en las proyecciones que se realicen en el área. Además, ilustró acerca de que la contaminación se encuentra únicamente concentrada en algunas porciones de tierra del lugar y que como no es habitada por gente, no representa mayores dificultades para la salud de la población de Rosario. Sin embargo, los ex operarios replicaron que como actualmente el perímetro no está cercado, es utilizado por habitantes del lugar (ver recuadro).
Por su parte, el director del Departamento de Higiene y Medio Ambiente de la Intendencia de Colonia, Luis Garat, también hizo referencia al estudio de 2003 y explicó que el predio de Fanaesa se encuentra habilitado para la actividad industrial, pero no para el rubro alimenticio o para ser ocupado por viviendas, según las cantidades de plomo permitidas para cada una de ellas. Garat comentó que la comuna hizo estudios de la calidad del agua del arroyo Colla y no se registró que estuviera contaminada, por lo que está habilitado para usos recreativos. Según narraron los ex trabajadores de la fábrica, años atrás parte de los residuos fueron utilizados para rellenar una cancha de fútbol en la que diariamente jugaban niños, aunque ese relleno ya fue retirado.
De acuerdo a lo que establece el mencionado informe de 2003 de la Dinama, en Rosario “el alto desarrollo industrial de la Microregión en el período 1960-1980 (y su posterior disminución), la inadecuada gestión ambiental de las industrias y el desconocimiento de los riesgos asociados, determinan que en la actualidad existan un número importante de pasivos ambientales relacionados directamente con estas actividades. Se presume que uno de los factores que favoreció la generación de estos pasivos fue la falta de normativa y de mecanismos adecuados para la disposición de residuos peligrosos”.
Buscando salir
Actualmente el grupo de 56 ex trabajadores cedió los derechos de la compra al estudio jurídico Hughes & Hughes con el que acordaron un precio de base para la venta, a cambio de la elaboración de una estrategia. De acuerdo a lo que comentaron González y Pasquetta, la empresa entendió que se debe comenzar por solucionar el tema ambiental, porque de lo contrario no habrá interesados en la compra. Lo primero a lo que el proyecto apunta es a establecer un protocolo de acción en conjunto con la Dinama para definir claramente las medidas que deben tomarse para reducir el impacto ambiental nocivo.
Los trabajadores afirman, además, que en Uruguay hay un problema estructural para el trabajo con residuos contaminantes: no hay un depósito establecido para este tipo de sustancias. De acuerdo a lo que transmitieron, este hecho genera no sólo dificultades en aspectos medioambientales, sino también en la llegada de algunas inversiones al país. Sobre este tema, Aguinaga informó que la Dinama tiene proyectada la creación de una “celda para residuos ambientales”, pero estimó que la solución no siempre es “sacar los residuos y ponerlos en otro lado”, sino que a veces es necesario que sean trabajados en el mismo lugar en el que se producen.
Los ex obreros pretenden un mayor apoyo de los organimos estatales, ya que lo consideran “insuficiente” hasta el momento. Sobre este punto remarcaron que no pretenden que el Estado ponga dinero para la recuperación del predio, sino que colabore para una pronta resolución de los problemas ambientales. Una de las soluciones que proponen es la utilización de grandes piletas de hormigón que se encuentran en el fondo del terreno para depositar los residuos contaminantes de la tierra. La semana pasada los ex trabajadores mantuvieron una asamblea informativa en el lugar a la que además de algunos habitantes de Rosario asistieron legisladores por el departamento de Colonia y autoridades de la intendencia, quienes se comprometieron a colaborar con la reactivación del proyecto.