La región, además de en otros mercados emergentes, está ingresando en una nueva etapa caracterizada por un menor crecimiento a medida que amaina el “considerable viento a favor” de los últimos tiempos. Además, la mayor volatilidad en los flujos de capital y en el precio de los activos contribuirá a la desaceleración de estas economías. Sin embargo, a diferencia de las crisis vividas en décadas anteriores, el tipo de cambio servirá a las economías latinoamericanas para amortiguar la desaceleración en este ambiente adverso. Por primera vez, las monedas de América Latina están absorbiendo “algo”, el impacto derivado de un entorno menos favorable, señala el último informe de la Oficina del Economista en Jefe del Banco Mundial (BM) para América Latina y el Caribe. La explicación ensayada en el informe indica que las monedas depreciadas no sólo reducen el costo de las exportaciones, sino que también elevan el costo de las importaciones, haciendo que las industrias domésticas y de exportación se vuelvan más competitivas, generando más puestos de trabajo.

Las tasas de crecimiento de los países de ingreso medio de Europa oriental, Asia oriental y América Latina, así como la de China, disminuyeron en unos 3 puntos porcentuales desde su pico en 2010 hasta hoy. Específicamente en América Latina, la tasa de crecimiento cayó de 6% en 2010 a 3% en 2012, y se estima en 2,5% para 2013, con una “predecible heterogeneidad” en la región. Las estimaciones de crecimiento para 2013 van de tasas iguales o menores a 1%, en el caso de Jamaica o Venezuela, a tasas “asiáticas” de crecimiento -5,5% y 8%- para los dos países de la región con mejor desempeño en la última década, Perú y Panamá, respectivamente. “Por suerte, un buen número de países de tamaño medio -Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala y Uruguay- crecerán por encima del promedio regional, con tasas de crecimiento de entre 3% y 4%”, indica el informe. Para el BM, los “gigantes regionales”, Brasil y México, crecerán por debajo del promedio.

Mala onda

Pero este bajo crecimiento, junto con un entorno global menos favorable, no se traducirá, “como advierten los escépticos”, en la “angustia financiera” de los 90, destaca el informe. “Si se analiza la capacidad de las economías regionales de sobrellevar los efectos de un entorno internacional menos favorable, uno se da cuenta de que los días en que depreciar la moneda terminaba en desastre son prácticamente cosa del pasado”, dijo Augusto de la Torre, economista en jefe del BM para América Latina y el Caribe. “Es por esto que creemos que es equivocado analizar la tendencia actual con los ojos del pasado y asumir que América Latina inevitablemente caerá en las mismas trampas de antes”.

En los 90, dice el informe, los ajustes del tipo de cambio como los observados en los últimos meses “hubieran resultado en inflación elevada y angustias financieras”, debido a grandes deudas privadas y públicas en moneda extranjera. Sin embargo, esta situación se modificó en la década del 2000 gracias a dos cambios estructurales: desdolarización y regímenes monetarios “más creíbles”.

Para el BM, la gran diferencia entre ambas décadas radica en que, mientras que las depreciaciones de los 90 generaron recesión, las actuales son “amortiguadoras” y tienen baja incidencia en la inflación, que además está “anclada” por las metas de los bancos centrales.

Economías flex

Para el organismo, entre 70% y 80% de la población latinoamericana vive bajo regímenes monetarios flexibles, un número significativo de países en América Central y el Caribe son demasiado pequeños y abiertos como para llevar a cabo una política monetaria independiente, mientras que otros, como Bolivia, sin la flexibilidad financiera, están menos expuestos gracias a un fuerte ahorro fiscal.

El informe plantea que la reciente ola de escepticismo “no es justificada”. Los avances sociales registrados en la región en la última década -en referencia a los 70 millones de personas que salieron de la pobreza y alrededor de 50 millones que conforman la clase media- son “muy tangibles y difíciles de revertir”. Entre los factores que según el BM justifican el optimismo se encuentran la “vigorosa” expansión de la inversión -a niveles similares a los de Asia oriental-, el reemplazo de inversiones de cartera a corto plazo por inversión extranjera directa y un ambiente regulador más estricto.

El organismo recomienda a los gobiernos de la región mejorar la productividad para asegurar un crecimiento sólido “ahora que los vientos a favor se debilitan”, así como corregir déficits estructurales vinculados a la infraestructura o la educación.