No fue la primera vez y tampoco será la última. Pero se trató de una de las pocas oportunidades en las que se ven, una sobre otra, las miradas de empresarios con sus clásicos reclamos de reducción de costos y mayor flexibilidad laboral; y del gobierno, con su interpretación de que el camino es el correcto más allá de las dificultades coyunturales.
El martes se celebró el Día de la Industria, que conmemoró el 115º aniversario de la CIU, en un evento en el que hablaron el presidente de la gremial, Javier Carrau, y el ministro Kreimerman.
En un duro discurso, Carrau destacó que hay “una cantidad importante de problemas que afectan al desarrollo de nuestras industrias”, que aunque son muy variados según el sector, “existen algunos que son comunes a todos”.
Mencionó que la actividad industrial “sigue estancada”, al igual que las exportaciones del sector. “Hay realidades muy distintas entre los diferentes sectores, pero hay ramas con desempeños muy negativos, como [la industria] textil, la vestimenta, las curtiembres, los metalúrgicos, los procesadores de pescado, entre otros”, señaló.
Asimismo, lamentó que la rentabilidad de las empresas se reduzca sistemáticamente “en todos nuestros sectores por múltiples factores, hasta resultar negativa en muchos casos, que cada vez son más”. Según el dirigente, esta situación está llevando a que se pierdan además puestos de trabajo.
Advirtió que todo lo anterior se está reflejando en la caída de las expectativas empresariales, lo que “implica cambios en la toma de decisiones para seguir apostando al desarrollo industrial”.
Opinó que la caída de la rentabilidad se debe a “la persistencia de elevados costos de producción, la pérdida de competitividad con nuestros socios comerciales -favorecida por un tipo de cambio en marcado desequilibrio-, las crecientes barreras a la entrada de productos industriales a Argentina, y la débil recuperación de las principales economías”.
Rebeldes improductivos
Carrau recordó que “la industria mantiene altos niveles de salarios reales a pesar de la coyuntura desfavorable”, mencionó que los ingresos son “bastante superiores” a los previos a la crisis de 2002, y entendió que “es razonable que Uruguay tenga que abaratarse en ese sentido”. También criticó las crecientes tensiones en las negociaciones laborales: “La conflictividad laboral ha marcado un escenario muy hostil, perjudicando productividad y desempeño de las empresas”.
En materia educativa Carrau mencionó que el aumento de la inversión no se ha visto reflejado en mejores resultados y destacó que ello está afectando la productividad de la mano de obra. “Se requiere de personas mejor preparadas porque la preparación también hace a su productividad”, concluyó.
Asimismo, criticó “la rigidez existente en el mercado laboral”, la que, según dijo, “atenta contra la competitividad y realza los problemas derivados de la baja calificación de los recursos humanos”.
Carrau sostuvo que si la productividad de la mano de obra mejorara, “no serviría de nada si no se logran condiciones de acceso favorables para colocar la producción en la mayor cantidad posible de mercados”. Cerró su exposición criticando el relacionamiento del gobierno con Argentina: “No se trata de hermandad entre países, sino de acuerdos firmados hace más de 20 años y que no se están cumpliendo”.
’Tá todo bien
Luego de las palabras del presidente de la CIU se esperaba la respuesta del ministro de Industria, pero el jerarca prefirió no contestar las críticas empresariales y dedicó su discurso a hacer un repaso de las acciones emprendidas por el gobierno para favorecer el desarrollo industrial. “La actividad industrial ha venido creciendo, busca una mayor incorporación de valor en la cadena productiva, y la diversificación de productos y destinos”, subrayó. Valoró que ese modelo “redunda en un crecimiento de los puestos de trabajo, con más poder adquisitivo, más capacitación, y en la generación de nuevas capacidades industriales”. Recordó que la industria tiene una producción anual de 17.500 millones de dólares y ocupa a unas 200.000 personas.
Kreimerman puntualizó que en lo que va de 2013 “se han inaugurado, ampliado o empezado a construir nuevas plantas en Uruguay” y mencionó que se han aprobado 137 proyectos industriales, con un fuerte incremento de la inversión asociada. También mencionó la construcción de plantas de biocombustibles, parques eólicos y centrales térmicas, que, estimó, son fundamentales para lograr la independencia energética del país. Además, destacó la recuperación de “plantas industriales emblemáticas” y el apoyo a emprendimientos cooperativos.
En una interpretación diferente de la de Carrau sobre el incremento de los salarios, el jerarca dijo que el mercado interno “cobró una singular importancia por el aumento del poder adquisitivo y la reducción de la pobreza”, lo que ha beneficiado en particular a “las micro, pequeñas y medianas empresas, que producen fundamentalmente para ese mercado interno”.
Algo tenemos en común
No todas fueron pálidas para el gobierno, ni en todos los puntos hubo desacuerdo. Carrau dijo que “Uruguay lleva una década de crecimiento económico y la estructura productiva se transformó profundamente”, y destacó la Ley de Promoción de Inversiones. “Ese instrumento se constituyó en una política de Estado”, comentó.
Asimismo, destacó la coordinación entre actores públicos y privados en la creación del sitio de disposición final de residuos sólidos industriales, un emprendimiento en el que participaron la CIU, los ministerios de Industria y Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, y la Intendencia de Montevideo.
En igual sentido se expresó Kreimerman, quien resaltó que “el presidente [Carrau] hacía buena referencia a la colaboración con la CIU, que ha sido múltiple y en todos los planos, pero entre ellas, coincidimos en recalcar la que se refiere a la [del sitio] de disposición final de residuos sólidos industriales".
Luego del evento, en diálogo con la prensa, el ministro descartó que los salarios fuesen altos, aunque puso un signo de interrogación sobre si están relacionados a la productividad del sector. Opinó que “hay que relacionar los dos factores: productividad y salarios”, y aclaró que “la productividad no está dada sólo por lo que hace el trabajador, sino por todo el sistema de producción, la organización, la utilización de las nuevas tecnologías; ése es el combo que hay que analizar”, subrayó.
En otro orden, remarcó que “se continuaron y reforzaron las políticas públicas de apoyo a la actividad industrial” y en particular a “aquellos sectores que sufrieron bajas en su producción por diferentes motivos”.
No obstante, Kreimerman reconoció los problemas de la coyuntura debido a “un escenario externo más desfavorable que en años anteriores”, pero opinó que “el principal desafío, más allá de la coyuntura, son las transformaciones de largo plazo que se están produciendo en los modelos de producción global de bienes y servicios”. “Este proceso de transformación de las cadenas de valor -en el que 75% del comercio mundial es intraindustrial- se está produciendo con una mayor demanda de productividad, mejores servicios y nuevas necesidades de infraestructura, fundamentalmente en telecomunicaciones y energía”, valoró.
En cuanto al acceso a los mercados, Kreimerman sostuvo que se seguirá trabajando para que la producción local ingrese “en todos los mercados internacionales, en particular en los de la región”. Respecto de la relación con Argentina, afirmó que se seguirá afrontando “con firmeza y negociación a la vez”.