-Para deconstruir prejuicios, ¿las instituciones son necesarias?

-En muchos aspectos, sí. Construyen realidad. Si no podés casarte, tener nombre ni bienes, y el resto sí puede, seguís siendo objeto, no sos sujeto de derecho y nunca vas a lograr un cambio.

-¿Los partidos políticos son sitios acogedores?

-Los partidos no brotan abajo de las piedras. Padecen los mismos problemas que las personas. Toda institución discrimina, pero más me asusta cuando dicen que acá no pasa nada.

-¿Mejoró el vínculo entre la comunidad LGBT y los partidos?

-En los 80 ni abrían la puerta. En los 90 abrían y te decían “suerte en pila”. Hoy, levantan la mano y votan… Sí, hay un franco avance. El partido más receptivo, lejos, ha sido el Frente Amplio, pero mi opinión es técnica, no política. En los otros partidos hay personas aisladas. Beatriz Argimón dio una lucha constante en cuestiones de género. Fernando Amado ha representado una sorpresa para muchos.

-¿Dónde se trabaja mejor desde el Estado?

-En el Ministerio de Desarrollo Social, que actúa en consultas constantes con la sociedad civil. No es “siéntense y cuéntennos lo horribles que son sus vidas”. Es: “Sentate, dame tu diagnóstico. ¿En qué podemos ayudar? ¿Qué proponés?”. Pero todo depende demasiado del funcionario: cuando lo cambian, cambia todo.

-¿Qué viene faltando?

-Que se apruebe el matrimonio igualitario… Lo que hay no alcanza y no está bien trabajado. Se han acumulado en poquitos años leyes defectuosas con enormes vacíos legales. El Legislativo vota una ley y se desconecta. No hay políticas públicas.

-¿Uruguay toma conciencia?

-Empieza a madurar gracias al gran esfuerzo de la sociedad civil. Antes hasta parecía natural que ciertos seres fueran torturables.

-¿Qué les falta a los educadores?

-Sentir empatía. La sensibilización sólo es posible trabajando con los prejuicios, con los estereotipos de lo femenino y de lo masculino. Las instituciones desconocen la discriminación porque se limitan a enseñar nociones básicas de reproducción, sin concebir la sexualidad como derecho humano. Ni siquiera hay una política de salud sexual y reproductiva. La formación en género se enfoca en una mujer universitaria, de clase media, blanca, heterosexual, atacamos la situación de una mujer, de un tipo de mujer que, seguramente, también es oprimida. Pero ojo: las construcciones de masculinidad tampoco son liberadoras, ni siquiera para los hombres. Oprimen hasta a aquellos que ejercen poder.