-Desde Solo de noche (1999) se ha mantenido una fusión del rock con reggae, salsa y ska. Quizá antes era más latino y ahora más rockero y electrónico. ¿Cómo se fue dando esa mutación?

Emiliano Brancciari: -Venimos con más experiencia a la hora de grabar un disco, tocar en vivo o armar un show, pero creo que la perfección no existe. Sí existe una evolución hacia algún lado, la música es dinámica como la vida, y los únicos parámetros que seguimos son los de nuestros gustos. Pablo Coniberti: -Creo que lo que marca cómo se va dando eso es la composición, que es de Emiliano. Nosotros arreglamos y adornamos las canciones, pero el sonido se va definiendo en un proceso que se da naturalmente.

-En los últimos años han ganado masividad a niveles superlativos. ¿Extrañan la magia del concierto más chico e intimista?

EB: -No, porque en realidad estamos tocando en un montón de países nuevos y seguimos dando ese tipo de shows. Y también dos por tres hacemos shows “chiquitos”, como cuando tocamos en La Trastienda (digo “chiquitos” para lo que es un Velódromo, por ejemplo). Hicimos diez shows en ese escenario entre setiembre y octubre, cada uno de ellos con la gente bien cerca. Tocamos por primera vez en Perú el otro día en un pub para 200 personas, y estábamos apretados arriba del escenario. Y la pasamos bárbaro porque también nos gusta muchísimo. Nos remonta a cuando empezamos, y es otro tipo de show, más cálido, ves la reacción de la gente bien de cerca. Las dos cosas están buenísimas. Es disfrutable conquistar a alguien por primera vez en un lugar chico y también sentirte apoyado y que todo un estadio esté cantando tus canciones.

-¿En este disco se sintieron más afianzados como banda?

PC: -Eso es difícil. Siempre que grabes te vas a sentir más cercano a lo que querés llegar en ese momento. En dos años vamos a grabar un disco y seguramente pensemos que es el mejor. EB: -Si vos terminás de grabar un disco y sentís que el mejor fue el anterior, hay un conflicto ahí. Por suerte nunca nos pasó eso y ojalá que siga sin pasarnos.

-Se ha dicho que por incluir temas sociales en sus letras han alcanzado una supuesta madurez compositiva. Hablar de cuestiones políticas y sociales, ¿marca necesariamente un paso hacia la madurez?

EB: -Todos los discos fueron variados y hablan desde lo más íntimo hasta lo que pasa afuera, y lo que vemos como parte de la sociedad.

-¿Pero considerás que tus letras eran más inocentes al principio?

PC: -Para mí no. EB: -Al principio… no sé si inocentes. En los primeros discos supongo que más adolescentes, es algo real. Cuando empezamos a escribir canciones éramos jóvenes, casi niños, y ahora somos hombres. Evidentemente lo que te preocupa a los 18 años no es lo mismo que te preocupa a los 35, y está bueno que esa diferencia se marque, porque si no dejaría de ser coherente.

-En medio de un debate sobre la posibilidad de bajar la edad de imputabilidad, en “Hijo de las armas”, un tema de este disco, hablan sobre la minoridad infractora. Hay quien sostiene que cuando el arte se contamina mucho de mensaje ideológico se convierte en militancia...

EB: -La verdad es que nosotros siempre dijimos lo que nos parecía, hablamos de nuestra manera de ver el mundo, que no coincide con otro montón de maneras. Eso es válido y me parece que es riesgo puro, porque podrías mantenerte al margen de todo y sólo cantar canciones de amor y no vas a tener problemas con nadie. Hay muchos artistas que hacen eso y es válido. Nos gusta, de vez en cuando, hablar de la realidad que nos rodea, y creo que el límite, cuando algo se convierte en panfleto, es cuando vos decís algo que la gente quiere escuchar para adornarle el oído. Y me parece que hay cosas que nosotros escribimos que son bastante polémicas, digamos, o que generan un debate al menos.

-Vienen de tocar en el Festival de Folclore de Durazno. ¿Cómo se sienten ustedes cuando tocan en festivales de un género distinto al suyo?

EB: -Está buenísimo. Nosotros antes que nada, antes de ser una banda de rock, nos sentimos una banda de música, porque, de hecho, nos gustan un montón de géneros y eso se ve reflejado en nuestra obra. Nos llena de orgullo que nos inviten a festivales tan importantes como el de Durazno, y llegar a un público tan heterogéneo como lo somos nosotros. Nos ves arriba del escenario y te das cuenta de que nos unen un montón de cosas pero también somos muy distintos.

-¿Cómo fue compartir escenario junto a Larbanois & Carrero?

PC: -Fue un gran honor tocar con músicos con la trayectoria y la obra que tienen, porque además fue un show completamente en conjunto, todo mezclado: ellos interpretando canciones nuestras y nosotros canciones de ellos. Creo que no se vio tirado de los pelos sino que era algo que fluía. Eso te dice que si bien en géneros las dos propuestas son distintas, en el fondo no lo son tanto.

-Cuando murió el tecladista de la banda, Marcel Curuchet, no habían terminado el disco. ¿En qué etapa estaba y cómo lo terminaron?

PC: -Marcel justamente fue el que quedó para grabar último. Terminó de grabar los teclados y al otro día nos fuimos de gira. Y bueno, pasó lo que pasó. Fue un momento muy duro, pero meterse a revisar el material, ponerse a terminar el disco en su momento fue lo que sirvió. Tuvimos un tiempo con la banda parada después del golpe: si querías irte lejos solo te podías ir, y si no, podías ir al estudio; había gente que se refugió en eso. Emiliano estuvo casi todos los días ahí, y a mí también me rendía ir. No lo veía como un esfuerzo. Llevó un montón de trabajo pero, en su momento, entre toda la desgracia, era algo que se estaba construyendo y estaba buenísimo. Nos refugiamos en las canciones, que era lo único que nos podía poner contentos en un momento así. EB: -Fue una de las cosas que nos daba más fuerzas para seguir, que el disco no quedara inconcluso. Estaba terminado en un 95%, y si bien era difícil enfrentarse a eso, para mí fue la mejor terapia: terminar de tocar fondo escuchando los teclados. Era un golpe necesario, como también subirnos a un escenario y sufrir estar arriba sin Marcel. Era algo que teníamos que vivir, es parte del duelo. Aún no asimilamos la idea de haber perdido a un compañero, pero estar juntos es lo que nos da más fuerzas para salir a defender este disco que también es de Marcel.

-¿Qué pueden adelantarme del toque en el Velódromo?

PC: -Va a ser un show inevitablemente largo, porque tenemos que presentar las canciones de este disco nuevo y hay muchas que por fortuna no podemos dejar de tocar. Y estamos trabajando mucho también en lo visual, porque queremos amalgamar la música con las imágenes que se proyectarán en pantallas, que sea sincronizado con la música. Es una apuesta más 
ambiciosa.

-Si tuvieran que definir el camino de NTVG, ¿sería libre como una carretera o repleto de obstáculos como un bosque?

EB: -Creo que los obstáculos son parte de la vida y la verdad es que a nosotros siempre nos hizo bien t
ener que esquivarlos. Es una carretera con obstáculos, como la vida de todo el mundo, digamos. Ésta es una profesión como otras, a la cual tenés que dedicar un montón de tiempo y 
trabajo. Nosotros lo hemos hecho y nos llena de orgullo que todo lo que nos pase también sea en base a 
trabajo. Es un camino largo y 
que hacemos por suerte entre gente que se quiere mucho. Eso es 
importantísimo.