Resulta curioso encontrar que palabras como “vulnerabilidad” o “sensibilidad” se utilicen para describir el estado de exposición que tienen los sistemas agropecuarios al clima. Existen opciones para disminuir el impacto de los fenómenos climáticos sobre la producción y los recursos naturales. la diaria conversó de esto con el director de la Unidad de Proyectos Agropecuarios de Cambio Climático de la Oficina de Política y Programación Agropecuaria (OPYPA) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Walter Oyhantçabal, responsable del proyecto Nuevas Políticas de Adaptación de la Agricultura al Cambio Climático que cuenta con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés).

-¿Por qué en los últimos tiempos se propone la “adaptación” y no la “mitigación” al cambio climático?

-Eso depende un poco de los países, es decir, si tú miras la situación en Uruguay, está claro que los impactos del cambio climático requieren que nos adaptemos, porque es mucho más el perjuicio que podemos sufrir si no hacemos nada para adaptarnos, que el beneficio que tendría el planeta porque Uruguay redujera sus emisiones. Uruguay contribuye con un porcentaje muy pequeño de las emisiones mundiales -algo así como 0,03%- de manera que aunque haga un esfuerzo, el planeta no lo va a notar. Sí es importante la mitigación en los países que son los grandes emisores, por lo tanto a nosotros nos debería importar sobre todo adaptarnos dentro de fronteras e impulsar a la vez la mitigación, en el concierto internacional, de los principales emisores.

-¿Por qué se trata de “nuevas” políticas de adaptación al cambio climático?

-El proyecto busca responder algunas preguntas básicas que son fundamentales para la creación de políticas. Esas preguntas tienen que ver con entender mejor cómo se ha comportado el clima, cómo ha sido la variabilidad climática, si hemos tenido más eventos extremos o no, de qué duración e intensidad. Luego hay que entender qué tan sensibles son nuestros sistemas a esa variabilidad climática. No todos los sistemas son igual de sensibles. Hemos estudiado la ganadería, la lechería, la agricultura extensiva de secano, el arroz; y a su vez tampoco es la misma la sensibilidad de los rubros en diferentes territorios. Por ejemplo, la ganadería en suelos superficiales es más sensible que en otros.

-¿Qué significa “vulnerabilidad” en este contexto?

-El proyecto apunta a reconocer que la vulnerabilidad a la variabilidad y al cambio climático depende de más de una cosa: depende de la exposición climática pero también de la sensibilidad del sistema y también de nuestra capacidad de generar condiciones adaptativas. No podemos controlar el clima pero sí podemos controlar la sensibilidad, debemos evolucionar a sistemas menos sensibles, y eso implica una reflexión de cómo es la trayectoria tecnológica que ha venido haciendo que los distintos rubros, a medida que se intensifican, pueden estar incrementando su sensibilidad. Por ejemplo: si antes producíamos una tonelada de trigo, una sequía podría afectar a un equis por ciento, pero si ahora esperamos cosechar cuatro toneladas vamos a necesitar mucha más agua, y una sequía puede tener un efecto mucho peor.

-¿Cuáles son los fenómenos climáticos que más afectaron a la producción agropecuaria?

-La sequía es la que ha producido la mayor cantidad de impactos económicos y sociales. No sólo en el sector agropecuario sino en toda la cadena, por ejemplo, desde el sector ganadero a la industria y a los servicios. Está estimado que la última sequía de 2008-2009 significó pérdidas para el sector primario de unos 400 millones de dólares, pero a nivel de toda la economía las pérdidas fueron de 1.200 millones de dólares, lo que quiere decir que la sequía no es un problema sólo del sector agropecuario, sino que es un problema de toda la sociedad, y los perjuicios se sienten mucho más allá de la portera de un establecimiento.

-¿Cuáles son las recomendaciones que surgen del estudio?

-Mejorar la gestión del agua es una de las cosas que el MGAP definió como una prioridad; somos un país bastante rico en agua pero no muy bien distribuida. Tenemos una gran revolución tecnológica por delante, porque como país tenemos una oportunidad muy grande. No estamos en las condiciones de otros países en donde llueve 400 milímetros por año, tenemos mucha agua, pero necesitamos avanzar en usarla más eficientemente. También el campo natural, que cubre cerca de dos millones de hectáreas, puede ser utilizado de forma mucho más eficiente y existen tecnologías, que no implican grandes inversiones, que pueden aumentar la productividad en órdenes muy significativos. Usar mejor nuestros campos naturales y el agua son dos elementos clave. Pero si pensamos sólo en recursos naturales no alcanza, necesitamos desarrollar organizaciones, redes, mejorar la información, los pronósticos climáticos y la capacidad de usar esos pronósticos traducidos a buenas prácticas. Necesitamos desarrollar sistemas de seguros que permitan hacer una transferencia financiera del riesgo cuando hay determinados niveles de daños de los que, en caso de catástrofes, ninguna medida de adaptación nos puede poner a resguardo. Podemos mejorar y ampliar los sistemas de seguros.