“Creatividad: la nueva generación” es el tópico escogido por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual para la celebración del Día de la Propiedad Intelectual.

Sobre la protección de la propiedad industrial en Uruguay, el encargado de Patentes de la DNPI, José Villamil, expresó que están “tratando de cambiar nuestro paradigma cultural” en la medida en que no es concretamente el patentamiento lo que debe fomentarse, sino que más bien se les debería mostrar a los innovadores la “caja de herramientas” para que utilicen lo que mejor se adecue a su proyecto.

El director de Propiedad Industrial, Alberto Gestal, explicó que cuando una persona se propone desarrollar un proyecto de innovación, se le sugiere que comience con una búsqueda en los ámbitos nacional e internacional. Esto se debe a varios motivos: no sólo podrá conocer si ese proyecto ya ha sido desarrollado, sino que la búsqueda le permitirá saber quién es y dónde está su competencia o quién puede convertirse en un cliente o aliado. Además, le premitirá informarse acerca del salto innovativo que puede significar su proyecto, hasta dónde se ha avanzado en ese campo de innovación y si hay demanda de patentes sobre una tecnología igual o similar. “Hay que apuntar a usar la información tecnológica que está contenida en los documentos de patentes acá y en el mundo, y, de esa manera, poder tomar una decisión inteligente entre la utilización del sistema de patentamiento o de alguna otra forma de protección, mantenerlo en secreto, por ejemplo” afirmó Gestal.

El sistema de patentes hace que hoy existan cerca de 50 millones de documentos disponibles en el mundo con información tecnológica que puede ser utilizada en todos los países en los que no se haya patentado ese conocimiento, siempre y cuando no se exporte el producto al país donde se encuentra patentado. Según explicó Villamil, Uruguay cuenta con un historial de cerca de 35.000 solicitudes de patentes -muchas de ellas ya vencidas- y sólo alrededor de 1.500 están vigentes. “Quiere decir que la cantidad de tecnologías que en Uruguay se puede explotar libremente son 50 millones menos 1.500”.

“La patente no resuelve todo”

Se le llama “patente” a una herramienta de protección de la propiedad intelectual que consiste en otorgar un derecho monopólico mediante una resolución del Poder Ejecutivo. Las patentes son territoriales, por lo que determinado conocimiento patentado, por ejemplo, en Uruguay, no podrá ser utilizado en el país sin autorización de quien lo registró. Pero sí podrá ser utilizado en los países en los que no se encuentra patentado, ya que forma parte del dominio público. También forman parte del dominio público todas las innovaciones patentadas hace 20 años o más, ya que ésta es la vigencia máxima que pueden tener. Esto significa que el conocimiento patentado luego de 20 años se vuelve libre de ser utilizado por cualquier persona, organización o empresa.

Según aporta Gestal, entre 90% y 95% de las solicitudes de patentes que se presentan en la DNPI pertenecen a no residentes, y asegura que la situación es similar en casi toda la región. Es decir que la mayoría de las patentes que se solicitan en Uruguay son de extranjeros que desean proteger su conocimiento en este territorio.

Hace ya un año y medio que el MIEM implementó un programa de apoyo al patentamiento (Proptat) mediante el cual se le brinda al innovador un apoyo económico para presentar una solicitud. Para recibirlo se requiere no sólo un análisis del objeto innovativo en sí, sino también que se encuentre dentro de un plan de negocios de una pyme. Consultado sobre la cantidad de solicitudes que no prosperan por carecer de un plan de negocios, Villamil subrayó: “La patente es una etapa, no resuelve todo”. El encargado de la División Patentes asegura que es una herramienta “cara y compleja” pero también, un instrumento para hacer negocios y comercializar. Por eso se hace énfasis en que previamente se haga un estudio de mercado, se asegure que la tecnología funcione, para, posteriormente, patentar. Además, el modelo de negocios debería contemplar si en los países adonde se pretende exportar hay una patente vigente que contenga el conocimiento que se está explotando. “Por eso el trabajo previo o la evaluación tecnológica es de golpe tanto o más importante que la patente en sí”.

Desde la academia

Un equipo de investigadores de la Udelar desarrolló un sistema de tratamientos de efluentes para la industria láctea. Sus integrantes, Mauricio Passeggi, Iván López y Liliana Borzaconni, patentaron el sistema y el modo de operación. En diálogo con Passeggi, éste explicó que en el ámbito nacional el proceso resultó relativamente sencillo, porque se contó con un buen asesoramiento legal para elegir las palabras adecuadas y así lograr que la protección sea eficaz “por lo menos en los papeles”. Pero las dificultades aparecen a la hora de patentar en el exterior, que “es lo que habría que hacer porque no tiene sentido patentar sólo en Uruguay ya que es un mercado muy chico”, agregó el ingeniero. Allí el costo se torna inaccesible no sólo por el registro en sí, sino para el buffet de abogados que hacen de intermediarios en cada país en el que se quiere proteger el proyecto.

“Cuando uno patenta, lo que está haciendo es dejar por escrito el resultado de su investigación, y se está haciendo pública, pero sólo queda protegido en los países donde se patenta. De modo que se está regalando el conocimiento al resto del mundo”, expresó Passe-
ggi. Sobre la tecnología desarrollada por los investigadores, Borzaconni expresó: “Nosotros podríamos comercializarla al exterior aunque no esté patentado [el conocimiento], pero si quisiéramos venderlo en Brasil y alguien quisiera construirlo en dicho país, no paga por nuestro conocimiento porque se hizo público en el momento en que lo patentamos en Uruguay”. “Hay un contrasentido”, dijo la investigadora, ya que al patentar en Uruguay, nadie más podrá utilizar ese conocimiento acá y la información se libera al resto del mundo.

Existen además otras dificultades. No basta con la patente, sino que es necesario hacer un seguimiento y “vigilar” que ese conocimiento no se esté utilizando en el mercado de forma ilícita. Borzaconni expresó además que de tener su desarrollo patentado en el exterior y de contar con los medios para hacer ese seguimiento, al detectar una irregularidad es necesario un despliegue legal imposible de costear. Por ese motivo, Passeggi entiende que en algunos casos resulta más conveniente mantener los desarrollos como secreto industrial y replicarlos bajo control de confidencialidad, no patentar.

El investigador comentó además que en el último tiempo se han tenido que enfrentar a un nuevo problema que resulta de la renovación de las patentes en forma encubierta haciendo ligeras modificaciones. Es decir que la patente se redacta de tal manera que a los 20 años, cuando está por vencer, se realiza un pequeño cambio y se presenta como una nueva (cuando en realidad no se trata de una invención). “Entonces ahí vemos limitada la posibilidad de aplicar tecnología que se mantiene protegida cuando en realidad ya debería estar en el dominio público”, concluyó.