El martes se presentó Detrás de los tres millones. La población uruguaya luego del Censo 2011, que reúne artículos de nueve investigadores publicados en el semanario Brecha durante 2012. De distribución gratuita, es una publicación del Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

La contratapa del libro plantea algunas preguntas en tono fatalista: “¿es cierto que si no tenemos más hijos podemos desaparecer?, ¿están realmente retornando oleadas de uruguayos o son casos aislados?, ¿qué pasa si el campo se queda definitivamente sin gente?, ¿acaso ninguna pareja pasará nunca más por el Registro Civil?”. Se enfatiza que no hay respuestas únicas.

Un dato no muy novedoso es que la población está cada vez más envejecida. Se habla de población envejecida cuando más de 10% está en edad avanzada (más de 59 o 64 años, según el manual). Uruguay llegó a ese umbral hace más de tres décadas y “pareciera que nos cuesta aceptar que se trata de una característica de la sociedad uruguaya, de un dato de la realidad nacional. En cambio, se lo interpreta como un destino maldito del que Uruguay no consigue liberarse”.

Hoy en día, con más de 14% de la población en edad avanzada, no se visualiza que esto se revierta a no ser que “ocurra un acontecimiento totalmente inesperado, como un baby boom, una llegada masiva de jóvenes extranjeros, una catástrofe natural o una epidemia fuertemente concentrada en los adultos mayores”.

Un dato que definitivamente llama la atención es que, para 2040, se estima que habrá más personas mayores de 64 años que menores de 14.

Nacen menos

Para los investigadores es “muy poco sensato” promover ideas como la de “un Uruguay de diez millones”. Este siglo es el del envejecimiento: si bien la población mundialmente es joven, envejece rápidamente más que nada por el descenso de la natalidad.

En Uruguay, la tasa de fecundidad se redujo a dos hijos por mujer y el umbral necesario para el reemplazo de población es de 2,1. Para que haya un declive poblacional la tasa debería caer mucho más, aclaran los investigadores, quienes agregan que eso no sucederá a corto plazo.

Entre el censo de 1996 y el último, la “paridez”, el número de hijos acumulado por el promedio de las mujeres a cierta edad, descendió en todas las franjas etarias. Mientras que en 1996 las mujeres de entre 30 y 34 tenían en promedio dos hijos, hoy tienen 1,5. Contrariamente a lo que se suele escuchar, la fecundidad adolescente no aumentó significativamente.

De todas partes vienen

La mayor cantidad de inmigrantes en Uruguay es de origen argentino y les siguen los brasileños. Paraguayos y peruanos pasaron de ser 1,6% y 0,6% en 1996 a 2,6% y 3,7% en 2011.

Respecto de la migración interna, 13 departamentos decrecieron en su población respecto de 2004 y solamente en Maldonado, Canelones, San José, Colonia, Salto y Río Negro aumentó la cantidad de habitantes.

Los movimientos internos se deben esencialmente a las desigualdades socioeconómicas entre las zonas geográficas. En este sentido, Maldonado y Canelones son los que más reciben población, mientras que Artigas es el que más expulsa.

Que en Montevideo el saldo neto sea de expulsión no es nuevo: en 1996 se registró por primera vez un crecimiento negativo, cuando hubo una fuerte emigración capitalina hacia localidades del área metropolitana, en particular la Ciudad de la Costa (según el último censo viven allí 112.000 personas).

Históricamente, Uruguay es el país latinoamericano con menos proporción de su población residiendo en áreas rurales, hecho que se confirma con los últimos datos. La población rural registró un nuevo descenso pasando de 8,2% en 2004 a 5,3% en 2011.

Por eso, si alguien se junta

Si bien la mayoría de las parejas están casadas (63%), si se observa a las jóvenes (de hasta 29 años), la unión libre predomina, llegando a 80%.

Este censo fue el primero que registró a las parejas del mismo sexo viviendo juntas. Esa proporción alcanzó 0,3% del total. El estigma que antes caía sobre quienes convivían “ilegítimamente” parece desplazarse hacia quienes todavía prefieren el matrimonio, que comienza a ser visto como un trámite innecesario o como una institución obsoleta y que, en cualquier caso, requiere una justificación (a veces un proyecto migratorio, a veces la llegada de un hijo, otras, sólo la excusa para festejar)”.

Lo que hay detrás de este dato es objeto de discusión, indica el demógrafo Ignacio Pardo. “Se suele hablar de ‘desinstitucionalización’ y de relaciones más inciertas, en el contexto de mayor equidad entre hombres y mujeres. Por cierto que hay un cambio en las sensibilidades: formalizar la unión, con la idea de que será para toda la vida, no es una opción hegemónica para las nuevas generaciones”.

Los divorcios aumentaron, la fecundidad se redujo, las parejas retrasan la llegada de los hijos; aumentaron los niños nacidos fuera del matrimonio y la cantidad de gente viviendo sola. Todo esto da como resultado “un sistema familiar más complejo”, además de “situaciones de vulnerabilidad que el país precisa atender”.