Desde 2004 se celebra la semana mundial por el parto respetado, una campaña lanzada por la Alliance Francophone pour l’Accouchement Respecté (AFAR). En América Latina la iniciativa, que continuará hasta el lunes, es promovida por la Red Latinoamericana y del Caribe por la Humanización del Parto y Nacimiento (Relacahupan) y en Uruguay por la Asociación Nacional de Doulas del Uruguay (Andou), entre otras organizaciones.

“Este año el lema se basa en que cada vez más son los estudios que comprueban que las hormonas que participan en el parto funcionan bien -y hacen de este proceso algo absolutamente natural-, siempre y cuando la mujer se encuentre en un ambiente propicio para activarlas”, explicó a la diaria Gilda Vera, partera y coordinadora para América Latina de la Relacahupan. Para eso, agregó, “es necesario que no haya ningún tipo de intervención, poca luz, y se esté pendiente de los instintos de la mujer. Por eso es importante recuperar el silencio: el silencio en sentido de respetar lo que ella quiera hacer en ese momento, incluso gritar”.

Las hormonas en juego durante el parto son la endorfina y la oxitocina, presentes durante estados profundos de relajación. En el proceso de dar a luz, la oxitocina es responsable de la dilatación del cérvix uterino y la vagina. También se le ha denominado “la hormona del amor”, ya que se ha comprobado que tras el parto, sus niveles aumentan en la madre para ayudar a fortalecer el vínculo entre ella y su bebé. Por otra parte se encuentra la endorfina, una potente anestesia natural, y también la adrenalina y noradreanalina, que activan la sensibilidad de la madre durante el parto para dar respuesta a posibles peligros.

Un ambiente violento genera y dispara la adrenalina, inhibiendo la producción de oxitocina. A la hora de parir, la fórmula pareciera simple. Sin embargo, las condiciones denunciadas por mujeres de todo el mundo demuestran que los ambientes y las situaciones de hostilidad y estrés presentes en el trabajo de parto son comunes. Esto provoca consecuencias altamente negativas para la psiquis de la madre, obstaculizando el proceso natural del parto, lo que termina provocando su intervención. A esto se le ha denominado violencia obstétrica. Que no se confíe en el trabajo de parto de la mujer, que se la condicione en la forma de parir (acostada), que se le niegue beber líquidos o comer durante el trabajo de parto (por si le tienen que hacer una cesárea), que tenga que estar monitoreada permanentemente, o que se le niegue el contacto inmediato piel con piel con el recién nacido son algunas de las situaciones más comunes. También lo es la práctica sistemática de la episiotomía, así como la aplicación de oxitocina sintética para acelerar el parto y a su vez una cesárea innecesaria.

Parirás alegre y con placer

“La mujer durante mucho tiempo entregó su cuerpo y dejó de creer en ella porque desconoce cómo funciona éste y sus ciclos. Quienes estamos trabajando en la humanización del parto buscamos que visualice que el embarazo es parte y resultado de su sexualidad, y por tanto su parto va a hacer un acto vivo de eso”, señaló la coordinadora al explicar el motivo de la proyección durante esta semana del documental Parto orgásmico: el secreto mejor guardado (Estados Unidos, 2009). A través de la experiencia de mujeres, doctores, parteras, doulas y otros profesionales, la película describe cómo dar a luz se ha convertido en un procedimiento médico en el que la familia ha perdido protagonismo y, por ende, también se ha perdido su naturaleza íntima. Se ven testimonios de mujeres pariendo su un estado profundo de relajación e intimidad que a muchas les permite trascender el dolor e incluso tener orgasmos. Ante la pregunta de cómo lograrlo, Vera respondió que, además del conocimiento de su cuerpo por parte de la mujer, quien la asiste debe respetar esa naturaleza intuitiva.

Números violentos

Desde hace 20 años la Organización Mundial de la Salud advierte que más de 15% de las cesáreas que se realizan no son justificables. Uruguay, como muchos países de América Latina, tiene un índice que ha disparado la alerta y preocupación de varios sectores y organizaciones que trabajan por la humanización del parto. la diaria consultó al Área de Servicios de Salud Sexual y Reproductiva del Ministerio de Salud Pública (MS). Leticia Rieppi, encargada de la coordinación del servicio, señaló que es una información que todavía se está procesando. Sin embargo, pudo informar que en 2012 se constató aproximadamente 40% de cesáreas en todo el país. Desde el Estado hay poca sistematización al respecto y la sociedad civil se maneja mediante información que se ha obtenido de investigaciones universitarias, como la realizada por la licenciada en trabajo social Natalia Magnone. En su tesis, Magnone (con datos obtenidos de las bases de Natalidad-Estadísticas vitales de la Dirección General de la Salud del MSP) analiza la tasa de cesáreas desde 2000 hasta 2011, que evidencia un crecimiento progresivo: de 23,1% pasó a 41%.

Gonzalo Vidiella, médico ginecólogo y grado tres, profesor adjunto de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, confirmó que “en un parto hay dolor, que puede llegar a generar placer cuando la mujer lo maneja”. Sin embargo, concuerda en que se deben dar ciertas condiciones de humanización del parto, condiciones que además “ya han demostrado, científicamente, que mejoran la calidad de la asistencia y los resultados perinatales”.

Para Vidiella, dicha humanización implica lo que más le cuesta al sistema de salud: “Reconocer y aceptar la duración de los trabajos de parto y no ajustarlo a las necesidades institucionales, del médico, de la partera, del personal de turno. Un paquete que termina definiendo el destino de ese parto, porque hay que cumplir una cantidad de rutinas o tiempos o estadísticas que se establecen desde afuera”.

El ginecólogo insistió en que es necesario cambiar esta perspectiva y para eso “cambiar la idea general de las usuarias del embarazo como una situación de riesgo que debe transcurrir hospitalariamente, en una cama y bajo estricto control”, y reconoció al mismo tiempo que el concepto de riesgo durante el trabajo de parto es impulsado por el propio sistema de salud. “Estamos hablando de un cambio cultural profundo que recupere la alegría de nacer. En la sociedad actual se ha pasado de la alegría de recibir un hijo al miedo de que le pase algo”.

Sin embargo, señaló que se están haciendo cambios. La tendencia de los centros de salud para generar ambientes más amigables, las salas de partos en algunas instituciones, la figura de la partera, que desde hace un año debe estar en forma obligatoria , así como la aceptación de la doula en el trabajo de parto, son algunos indicadores. “Esto ha ocurrido por la demanda: porque las usuarias están más sensibilizadas, tienen información y piden ciertas condiciones”, ha observado el ginecólogo.

Cambiar el mundo

El término doula es griego y alude al concepto de estar “al servicio”. Alude a un movimiento mundial que está en marcha desde hace un par de décadas, y si bien hay mucha literatura y diversos enfoques sobre el tema, lo esencial es que se basa en la recuperación del vínculo ancestral y tradicional de apoyo entre mujeres.

El Instituto Perinatal del Uruguay, que impulsa una formación en el marco del Programa Doulas Comunitarias, las describe así: “Las doulas son personas especialmente entrenadas para brindar apoyo físico y emocional, contención y orientación a la mujer embarazada y su referente afectivo durante el proceso de gestación y nacimiento del bebé. También se le brinda apoyo durante el puerperio inmediato con seguimiento y articulación con los servicios sociales existentes”. Haciendo referencia a algunas investigaciones, explican que “la evidencia científica ha demostrado que su presencia en el parto da como resultado trabajos de parto más breves, con menos complicaciones y menos intervenciones”.

El papel de la doula llegó a Uruguay de la mano de la organización estadounidense Dona (Asociación Americana de Doulas) hace seis años. Hace dos se conformó Andou, con el propósito de ir institucionalizando esta figura que, si bien por ley se considera parte del equipo médico, todavía no es totalmente reconocida. Su función al principio encontró resistencia de parte de las parteras. Alejandra Di Matteo, presidenta de la asociación, explicó que el papel es diferente desde el momento en que las parteras tienen un rol profesional orientado a la fisiología del parto, mientras que las doulas buscan principalmente ser un apoyo emocional para la madre y toda la familia.

Andou promueve anualmente un curso de formación que ha capacitado a casi un centenar de mujeres (y a un hombre). Rosa Rinaldi, coordinadora del curso, señaló a la diaria que “muchas de las mujeres que concurren lo hacen porque no quieren que otras pasen por la experiencia que ellas tuvieron. O muchas que pensaron que habían tenido un parto ‘normal’ se dan cuenta de que su parto, a pesar de haber sido vaginal, no fue tan natural. También están aquellas que sí quieren compartir lo que ellas vivieron, pero son las menos”.

“Nosotras creemos que para cambiar el mundo debemos cambiar la forma de nacer. Y para lograrlo debemos cambiar la forma de parir. El tema es que esta forma no es la del personal de salud ni el sistema médico”, concluyó Rinaldi. El embarazo y el parto en Uruguay “se convirtieron en un muy buen negocio”, dijo Vera e invitó a reflexionar sobre el número de cesáreas, que es mayor en el sistema privado que en el público, y a su vez es menor en el interior del país.