Llama la atención que en un momento de bienestar económico inédito haya quienes hablen de crisis social. Sin embargo, ése fue el eje de debate del segundo espacio de formación del Programa Incubadora de Extensión Universitaria de la Universidad de la República (Udelar). La actividad “Crisis de la clase trabajadora” se realizó el 30 de mayo y tuvo como expositores al economista César Failache, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas, y al sociólogo Alfredo Falero, de la Facultad de Ciencias Sociales. En sus planteos quedaron claras sus diferencias de enfoque y de fondo.

Al comenzar su ponencia, Failache opinó que la sociedad uruguaya no enfrenta ninguna crisis, y recordó que se verifican tasas de desempleo del entorno de 5% o 6%, situación que definió como “una especie de regalo de la providencia” en comparación con décadas anteriores, que superaban el 10%, y cuando existía una amenaza inflacionaria. Failache detalló algunos logros vinculados a las políticas sociales sin que por ese motivo “exista un déficit público importante”, además de destacar que creció el salario real de los trabajadores en los últimos años.

Si bien señaló que existen “zonas oscuras”, entre las que mencionó los salarios sumergidos y algunas categorías de trabajo que “no deberían existir más” -como la clasificación de residuos-, no considera que esos problemas configuren una crisis.

Carlitos el corto

Falero planteó que es llamativo que un conjunto de variables indiquen que el país está bien, pero que a la vez exista “una sensación general” de que “no es tan así”. El sociólogo dijo que eso puede deberse al momento histórico del país y a qué es lo que se entiende por crisis. En esta línea, introdujo el concepto de capital social, al que definió como el conjunto de trayectorias que siguen los individuos en una sociedad. Para Falero, Karl Marx “se quedó corto” con la idea de que es el capital económico el que determina la desigualdad. A su juicio, es necesario incorporar conceptos como capital simbólico y social. Señaló que la violencia está correlacionada con la desigualdad social, y cuanto más aumenta la segunda, más sube la primera. Para ilustrar citó el ejemplo de la diversidad de “temas de conversación” que pueden surgir en barrios con distintos contextos, como Carrasco y Casavalle. Según él, en ambos casos las personas interactúan con otras de sus mismos estratos, y hablan de los mismos temas, y en ese ámbito se genera la reproducción de la desigualdad social. Mientras que las personas que viven en Carrasco pueden hablar del estudio universitario o el trabajo como eje de sus vidas, en Casavalle se suele hablar implícita o explícitamente sobre violencia, porque es una parte importante del entorno. De esa forma se enfrentan dos realidades opuestas, como el prestigio social y la estigmatización, que se transforman en un circuito cerrado de reproducción de riqueza y pobreza, explicó. Otro de los factores que a juicio de Falero deben estar presentes en el debate es la complejización de la realidad social. Según dijo, el Estado dejó de ser el único que interviene en el tejido social y hoy también lo hacen las empresas, por medio de los programas de responsabilidad social y las ONG, entre otras instituciones.

Entreverados

Falero fue más allá e indicó que está en debate el modelo de acumulación de la región y el país, “que se basa en una industria incipiente y en la exportación de materias primas, principalmente hacia el sudeste asiático”. En esta línea, cree que se está impulsando no sólo el crecimiento, sino también la “extranjerización”, lo que, a su entender, limita la incidencia del Estado. Planteó que en estos debates se sigue creyendo que “vivimos en un capitalismo industrial, pero la clase trabajadora se ha diversificado notablemente”. “Antes el movimiento de la demanda social era el obrero, hoy es sólo una parte, se han sumado trabajadores de empresas recuperadas, cooperativas de vivienda, ambientalistas, entre otros”, señaló.

Pero el movimiento social no es el único que cambia, sino que también lo ha hecho “el enemigo”, que históricamente era la clase burguesa. “Ahora en una marcha en contra la megaminería coinciden los grandes terratenientes, ambientalistas y trabajadores”, ironizó.

Le creen al mago

El debate derivó también en la influencia que tiene el gobierno en la movilización social. Algunos de los asistentes intervinieron para destacar que la llegada de la izquierda al gobierno generó un reposicionamiento del “campo popular” y se preguntaron cuál es la alternativa ante la propuesta de que se vaya del país una empresa transnacional.

En medio de críticas al PIT-CNT, una de las presentes cargó las culpas en lo que entiende que genera el gobierno en muchos de sus votantes: “Es la época más difícil para militar, porque la gente cree en las salidas mágicas de los gobiernos progresistas”, dijo.

Al cierre, Failache no se mostró a gusto con el tono político partidario que tomó el debate; señaló que es necesario “acompañar críticamente” al proceso de gobierno que se está desarrollando, y se mostró convencido de que muchos integrantes del gobierno no se deben sentir contentos por tener que abrir el país a empresas multinacionales, pero de todas formas lo hacen porque, en el acierto o en el error, entienden que esto es lo mejor para los intereses nacionales.