Ella está ahí. Sentada, esperando. Hace tiempo que no nos vemos. Quien haya atravesado la experiencia de ser tutoreado teórica y metodológicamente por un docente para la realización de una tesis sabe que se trata de un vínculo complejo. La última conversación se dio en un bar en la Calle 7 de la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires. El intercambio siempre tiene un frente de batalla: el periodismo y sus alrededores. Tal vez digan que ya no se dan, con la frecuencia que antes sucedían, las charlas de café. Sin embargo, afirmaría que ésta fue una; más bien otra.

“El periodismo fue central. Lo fue. Su tarea era informar a la sociedad de los acontecimientos importantes para su desarrollo. Esa información circulaba en distintos soportes y era periodizada. La unidad mínima temporal eran los flashes informativos de la radio y la televisión”, plantea Luchessi en la introducción del libro.

También incluye un capítulo de Omar Rincón, que desde el arranque traduce el título: “El periodismo está en crisis como narrador del poder y como narrador de la vida pública. Esto se documenta en la crisis del sentido de la legitimidad pública del periodismo, la uniformidad en los modos de narrar, la pérdida de legitimidad pública del periodismo y en que la gente puede vivir sin estar informada. [...] Tenemos mucha información, pero no entendemos nada; hay muchos medios, pero cada vez comprendemos menos”.

Ante tanta provocación, imposible no consultar sobre el contexto, las formas de producción y la calidad informativa.

“Cuando presentamos el libro en Buenos Aires pasó algo muy gracioso. Nosotros planteábamos el escenario postcrisis y justo ese día fue el posterior a que [Jorge] Lanata denunciara no sé qué cosa y eso motivó lo que Clarín llamó ‘cepo periodístico’ (algo así como un “control popular” a la “ética periodística”), y en realidad con Omar Rincón nos preguntamos de qué postcrisis estamos hablando si esto es un ardidero. Planteamos cuestiones etimológicas, de acceso. Hace diez años nos preocupaba la cuestión de la brecha tecnológica, pero ahora existe el acceso a celulares, con políticas de Estado de reparto de laptops entre escolares, y esas tecnologías entran en las casas y hacen que las familias se apropien de los software y las computadoras mismas. Me parece que es un momento de transición a una cosa que no sé cuál será. Soy optimista en relación al periodismo, porque creo que no va a desaparecer. Alguien va a tener que ordenar la información que circula y eso lo van a tener que hacer los periodistas”, comentó Luchessi. Sin embargo, es Rincón quien introduce una nueva categoría para pensar lo que llama “postperiodismo” y es el “periodista DJ”. “Es el que le pone ritmo a la sociedad, ése que mezclando logra conmover, ése que pone en comunión corporal al sujeto bárbaro de nuestro tiempo [...]. Busca y desea generar una experiencia en la que quepan muchos, intenta una actuación colectiva, le gusta estar en acción colaborativa, produce ritmo y mensaje según cómo vaya funcionando la sensibilidad de la comunidad en la que está, se debe a la comunidad, no a su gusto”.

Eso de la conexión

El libro trata además sobre el uso de las redes sociales: “Millones de personas se conectan e interactúan en la red. La interacción colaborativa es la clave para los contenidos que se crean, se difunden o se comparten. De la linealidad a la interacción. El periodismo pierde centralidad para colocarse en otro lado”. También da cuenta de que el crecimiento de las redes es notable. Facebook contaba con 845 millones de usuarios en 2011, más del doble de lo que tenía en 2009, y si bien Twitter no brinda cifras oficiales, se estima que en setiembre de ese año superaba los 100 millones de usuarios.

Para Luchessi, esto complica bastante al periodista. “Las redes sociales se usan como fuente y como medio de comunicación, porque los medios tienen sus propias redes. Lo que tiene de ventajoso es la instantaneidad y no la veracidad de la información. Es complicado tomar lo que uno dijo en nombre de un otro que aparece en las redes como si lo hubiera dicho ese otro. Creo que es una herramienta más de búsqueda y de publicación de datos”, sostuvo.

“A veces hay que volver a expresiones anteriores. Nadie tenía dudas de que el periodismo no era una actividad expresiva. Uno quería ser escritor y lo era, pero el periodista manejaba información. Ahora, en la medida en que todo el mundo tiene que decir algo y lo dice, eso es del orden de la expresión, pero no quiere decir que esa expresión tenga un resultado artístico o informativo. Se me ocurre que es interesante, para los que estudiamos el periodismo como objeto, volver a aquello vinculado a la construcción de las noticias, a cuáles son los saberes que tiene que tener un periodista para procesar esa información. En Buenos Aires, desde que yo me acuerdo, tenemos la discusión en relación a la colegiatura. En realidad se discute si un tribunal de ética atentaría contra la libertad de expresión. De reprente podemos pensar que no va a coartar la libertad a un médico escribir sobre la vacuna contra el cáncer, y está bien que lo haga un médico, porque los periodistas pueden no saber de eso. Ahora, también estaría bueno que un médico o un sociólogo o un abogado, y todos aquellos que se expresan libremente en las columnas de los diarios, tomaran noción de que el procesamiento de información también requiere de saberes específicos y de que esos saberes los tienen los periodistas. Me parece a mí que se banaliza mucho ese trabajo desde el análisis y se lo ningunea, y es un trabajo -que si bien hoy está bastante desprestigiado, porque a veces se dan quiebres en la credibilidad- también se sabe que es absolutamente necesario. Desde el punto de vista de la profesión propongo volver a ese punto: busco, ordeno, jerarquizo, edito y publico”, concluyó 
Luchessi.

Otro de los temas relevantes de cara a esta discusión es la formación del periodista. Al respecto, Luchessi planteó: “Los periodistas que tienen la posibilidad de formarse en universidades o en escuelas que ofrecen tecnicaturas, experimentan recorridos distintos. Porque en la escuela no se tiene pretensión de teorización, sino que se enseña un hacer. Sin embargo, el que tiene formación solamente en la universidad tiene que saber que el hacer es muy importante y requiere de conocimientos para aplicar. Si no tengo capacidad reflexiva, formación teórica, no puedo hacer nada y al revés; si uno tiene todo eso pero nunca lo aplicó, es bastante probable que lo que reflexione no se adecue a ninguna situación concreta”.

“Los insumos con los que trabajó el periodismo se suplantan por otros. Los tiempos para la producción se aceleran. Los temas se volatilizan. En democracia, la ciudadanía requiere de información. La organización, la interacción, la colaboración pueden enriquecerla. La ruptura no termina de producirse. Hay virajes, desviaciones”, plantea el libro. Ahora, ¿qué hay de interesante y novedoso en el contexto del periodismo actual?

“En términos periodísticos es muy interesante lo que está pasando en Argentina. Luego del conflicto con el campo se transparentó mucho cuál es la discusión y por qué intereses. Por momentos agobia, pero lo real es que está bueno, porque no hay que ir a buscar nada velado; está ahí. Está de manifiesto cuáles son los intereses que están disputando y no hay problema, y el gobierno también. Es agobiante para el que se queda mirando como en un partido de tenis, pero es la primera vez que se explicitan los intereses políticos y económicos de una manera tan clara, y eso es bueno”, reflexionó.