No sé de nadie que haya escrito mejor y se me ocurre que ya no sabré. Primero fue un disco, Fábulas, de 1971, con Juan Cedrón. Lo descubrí en la feria de Tristán Narvaja y me acompaña todavía. Gracias, maestro. Recordemos que este hombre no fue un revolucionario sólo porque dio testimonio contra “la estupidez, la represión, la muerte”. Ni sólo porque se la jugó de veras y hubo órdenes de asesinarlo, de la dictadura y también de uniformados jefes montoneros. Fue revolucionario, además, porque forzó dulcemente al idioma para que alumbrara lo indecible. Y así mostró cómo podría ser una vida distinta, que apenas intuimos. Es el arte de los poetas, de los profetas: predecir. Para que “se haga realidad el sueño o sueño toda realidad”.

“Algún día la belleza vendrá / pero no hoy que estás ausente / […]/ ahora deseo un gran silencio / que baje sobre mi corazón y lo abrigue”.