El viernes de tarde comenzaron a circular en las redes sociales diversas fotos que reflejaban lo que empezaba a suceder en Avenida Italia y Mataojo, a la altura del barrio Malvín Norte, en Montevideo: la destrucción de la ex fábrica de alfombras de Manuel Assimakos. Ese día también se difundió una imagen con la fachada del local de Tiendas Montevideo que se instalará en ese predio, donde se respetaba lo fundamental de la fachada del edificio, la cúpula y la ornamentación característica de la obra y del arquitecto que construyó el edificio, Jorge Caprario. Pero el sábado las obras continuaron y a media mañana parte de lo más reconocido del edificio ya había sido destruido. “Dolor al alma”, “tristeza” y “deplorable” fueron algunos de los comentarios que difundían las personas en las redes. Hubo lugar para el recuerdo: “Allí llevábamos nuestras alfombras para limpieza integral... era un ícono en Av. Italia”; para las críticas hacia las autoridades nacionales y departamentales: “¡Qué notable! Después te vienen con el cuento del fin de semana del Patrimonio”, “Muy lindo el Presupuesto Participativo, pero cuando se trata de consultar a los vecinos por algo de este orden no se acuerdan de los ciudadanos”; y hasta cuestionamientos a quienes reclamaban por la destrucción: “A ver... si al dueño se le antojó venderlo...¿qué puede hacer Ana Olivera? [...] Capaz que exageramos un cacho...”

En diálogo con la diaria, Luis García, arquitecto del Estudio JDVA, de donde provenía la imagen de la fachada del local de Tiendas Montevideo, explicó que se trató de un anteproyecto avanzado que realizaron para un cliente, pero finalmente el negocio no prosperó. Contó que la idea de mantener en pie lo más emblemático del local gustó, pero no hubo acuerdo en cómo llevar adelante la calidad interior de la obra.

Eleonora Bianchi, directora de Acondicionamiento Urbano de la Intendencia de Montevideo (IM), detalló que el proyecto que fue presentado a la comuna para la construcción de un “comercio de venta de zapatos y vestimenta” no contemplaba la parte de la cúpula ni de la fachada calada, pero sí otra parte del edificio. La IM otorgó el permiso de construcción pero faltó que se tramitara el permiso de demolición, el que debía solicitarse ante el Centro Comunal Zonal (CCZ). Esto último motivó la clausura de la obra, la cual hoy será visitada por inspectores para ver qué se mantuvo del proyecto inicial y qué se modificó. Consultada sobre si desde el CCZ se hubiera podido detener la destrucción, Bianchi sostuvo que “la empresa no cumplió con la formalidad de solicitar el permiso, sin embargo, el permiso de demolición no hubiera salvado el edificio. Lo único que lo hubiera salvado era que hubiera estado considerado bien patrimonial con algún grado de protección”. En relación a este tema, Ernesto Espósito, director de la Unidad de Patrimonio de la IM, señaló a diversos medios de comunicación que el sistema de declaración patrimonial está siendo reformulado, y que en el listado de inmuebles a proteger figuraba Assimakos. No obstante, Bianchi aseguró que eso no es así: “No está en las listas que hoy se están estudiando”. la diaria intentó comunicarse con voceros de Tiendas Montevideo, pero no quisieron hacer declaraciones.

Cuestión de sensibilidad

Al ser consultado por la demolición, el arquitecto y ex intendente de Montevideo Mariano Arana reflexionó sobre las diferencias que mantiene con “compañeros militantes de izquierda” que no consideran que las “ideas progresistas están vinculadas a la cultura”. En relación a la protección del patrimonio por parte de la IM, opinó que “hay normas, el problema es cómo se aplican, con cuánta sensibilidad y cuánta oportunidad”. En este sentido, recordó la resolución que él mismo firmó en 2001, en la que se exige que todas las obras anteriores a los años 40 deben ser bien documentadas y consideradas con detenimiento para saber si hay posibilidades alternativas para la demolición, la que definió como un acto “depredatorio de una comunidad urbana” (Assimakos se construyó entre 1946 y 1948). Remarcó que la calidad de las obras “no puede medirse por su antigüedad, sino por su calidad y la forma con la que se siente identificado el poblador con ella”. Asimismo, destacó la importancia del trabajo de los técnicos universitarios de la IM y de la promoción del diálogo con los propietarios de este tipo de fincas, porque “no siempre es un enemigo”. “Desde la intendenta hasta todos aquellos técnicos formados en la Universidad, tienen que estar atentos cuando se plantea la posibilidad de demolición de obras de arquitectos señalables. Y el caso del arquitecto Caprario sin duda lo era”, puntualizó.