En toda campaña electoral, la difusión de encuestas es una de las noticias que más capta la atención del público y los periodistas. Si bien es exagerado el show que se hace alrededor de ellas (cuando se cree con fe religiosa y también al pegarle a quienes “le erran”), y así se opaca la cobertura de asuntos más importantes, es posible darle a las encuestas electorales un uso útil.
Lo básico que hay que saber es que las encuestas no son en sí mismas una predicción (las ciencias sociales pueden intentar hacer predicciones con modelos matemáticos basados en encuestas, pero no con resultados aislados de una encuesta concreta), sino una aproximación razonable a las proporciones de la población que declaran votar a cada partido en el momento en el que se les pregunta.
Es un dato no menor, si se quiere, saber qué va a pasar en las elecciones, pero es necesario tener en cuenta que no sabemos si va a haber cambios en las proporciones, qué van a decidir los indecisos, o si una parte de los encuestados está mintiendo, todas cosas que ocurren regularmente.
Por ello, para sacar información de las encuestas acerca de la composición del próximo Parlamento es aconsejable prestar atención a los resultados de varias empresas (pero sabiendo que no son comparables, porque suelen agrupar de distinto modo a los indecisos, los votantes en blanco y los de partidos menores); comparar cada resultado con el de la encuesta anterior de la misma empresa (para saber si alguno de los partidos tiene “inercia” y puede estar creciendo más allá de lo medido); comparar también con las encuestas de las mismas empresas a la misma altura de la campaña anterior (para tener una idea macro de cómo está la situación); y simular cuántas bancas tendría, con esos números, cada partido en el Parlamento (para especular sobre la posibilidad de que el próximo gobierno tenga mayoría).
Afortunadamente, en internet existen abundantes recursos que permiten hacer esas cosas. Los resultados de todas las encuestas están prolijamente ordenados y citados en la página de Wikipedia sobre las elecciones de 2014, y están disponibles varios simuladores de distribución de bancas que usan el sistema de asignación D’Hondt (ver http://icon.cat/util/elecciones), empleado en Uruguay. Veamos, entonces, qué podemos sacar en limpio.
En los datos actuales de todas las empresas que también hicieron mediciones en 2009, el Frente Amplio (FA) se encuentra entre tres y seis puntos porcentuales más abajo que entonces, por lo cual cabe esperar que su desempeño sea peor que en las elecciones pasadas, y sucede lo contrario con la oposición y los partidos menores.
Cuando se compara con las mediciones de los últimos meses, sin embargo, no parece haber tendencias claras, ya que para algunas empresas todos los partidos están bajando y para otras todos están subiendo, con la incertidumbre adicional de que la magnitud de los cambios registrados es, en la mayoría de los casos, poco significativa.
Cuando simulamos distribuciones de bancas, el panorama es igualmente incierto: si usamos los datos de Factum, Opción y Cifra, la simulación da que los partidos tradicionales sumarían una mayoría en la Cámara de Representantes (el balance en el Senado, donde el vicepresidente de la República tiene voz y voto, dependería del resultado en el balotaje). Sin embargo, si usamos los datos de Radar o Interconsult, ningún bloque tendría mayorías; y si usamos los de Equipos, la mayoría sería del FA.
Repasando los datos, algunas cosas parecen imposibles: que el FA gane en primera vuelta y que Bordaberry llegue a la segunda. Pero sobre todas las demás hay incertidumbre: El FA puede tener mayorías propias, puede tenerla la suma de los partidos tradicionales, o puede ser que no las tenga ninguno de los dos bloques. Además, ninguno de los partidos parece estar en un claro ascenso, ya que cada empresa cuenta una historia distinta.
Si esto suena trivial, eso se debe a que en parte lo es. Cuando se presta atención a las encuestas en su justa medida no dicen mucho, especialmente cuando se dispone solamente de los datos que las encuestadoras publican, que salvo honrosas excepciones son pocos y poco sistemáticos. Si todas las empresas publicaran sus datos discriminados por edad, género, nivel socioeconómico, autoidentificación ideológica y región de residencia (como se hace, por ejemplo, en Estados Unidos, ver: http://www.gallup.com/poll/154559/us-presidential-election-center.aspx), sabríamos mucho más acerca de lo que está pasando con el electorado.
Dicho esto, el escenario más probable en el Parlamento parece ser que ambos partidos tradicionales sumen mayoría absoluta, y esto llama la atención, porque el discurso usual gira alrededor de si el FA va a tener mayorías o no. Convendría pensar, entonces, no tanto en elegir entre la mayoría del FA o su ausencia abstracta, sino en elegir entre las mayorías concretas que pueden formarse, y en cómo cada una de ellas cambiaría la dinámica y la orientación política del país.
En resumen, y a riesgo de decepcionar, no se sabe lo que va a pasar. Y no porque las encuestas digan cosas tan distintas (en todas, por ejemplo, el FA alcanza entre 40% y 43%), sino porque los valores parecen encontrarse exactamente sobre el margen que separa los resultados que darían mayoría al FA, a los partidos tradicionales sumados o a ninguno de los bloques. Por ello, muy pequeñas variaciones podrían implicar cambios significativos para el próximo período, y tanto la campaña como la militancia cobran una relevancia vital.