De túnica, moña y con una sonrisa salían ayer los niños sirios que asistieron por primera vez a la Escuela Experimental, ubicada en Malvín. Tanto ellos como los adolescentes que llegaron al Liceo 31 (también en Malvín) donde se dicta ciclo básico, y al Liceo 58, de Bella Italia, donde se da bachillerato, vivieron ayer su primera jornada lectiva en estas tierras. Estuvieron por un lapso de dos horas y media y el período de adaptación continuará los próximos días. Concurrirán a esos centros hasta que culmine el año lectivo, lo que coincidirá con su salida del Hogar San José de los Hermanos Maristas.

Los docentes de la Experimental se enteraron en agosto de que los recibirían y recibieron una preparación, al igual que los niños. Ya tenían parte del camino allanado porque hasta hace poco tenían de compañera a una niña iraní y ya habían asumido con naturalidad que usara el velo, contó a la diaria Andrea Mazzini, maestra de sexto año. Los 13 niños sirios integran ahora las clases de primero, tercero, quinto y sexto. “La principal barrera es el idioma”, dijo Mazzini, pero contó que el padre de una niña de su clase es sirio y ayer ofició de intermediario, y previamente asesoró a los escolares, que hicieron carteles indicativos escritos en español y en árabe.

Si bien este período escolar está orientado a la integración y no a los contenidos curriculares, la maestra señaló: “No me gustaría que vinieran sólo de oyentes, me gustaría que fueran integrando algunas cosas de a poco”, y recordó que algunos de ellos no asisten a clase desde hace años, a causa de la guerra.

Desdibujando fronteras

Hacía un rato que los chiquilines sirios se habían ido del Liceo 58, pero el entusiasmo seguía. Son siete, tienen entre 17 y 22 años y se integraron a sexto año de orientación artística; fue el lugar ideal, no tanto por las orientaciones que seguirán -algunos ya culminaron la enseñanza media y otros prefieren la agronomía, comentó el director, Gabriel Carballal- sino por el fortalecimiento de la expresión. “El arte es una forma de comunicar”, dijeron Santiago Seris, Carolina Ferreira, Evelyn Bitancurt y Agustina Alberta, alumnos del grupo artístico.

Los recién llegados fueron recibidos con aplausos de todo el turno intermedio, relató el director. El intercambio continuó en el taller de plástica, en el que hicieron máscaras que usarán en una obra de teatro. Cada uno pintó lo que quiso. Simbolizaron elementos uruguayos y sirios; escucharon música de acá y de allá y bailaron sus respectivos ritmos. “Pensamos que iban a ser mucho más cerrados, más tímidos, pero no, se relacionaron re bien con nosotros”, contaron sus compañeros.

“La gurisada acá es muy cálida, muy afectuosa”, expresó el director, que no encontró otro elemento para explicar por qué las autoridades habían elegido ese bachillerato. “Agradecemos que nos hayan elegido porque nos potenciamos mutuamente”, dijo, y explicó la importancia “de que nuestros alumnos sepan de esas familias que tienen que cruzar el océano Atlántico, dejar su cultura, su idioma, que tuvieron que refugiarse en Líbano y que vinieron a este país, donde son bien recibidos y se los integra. Eso recoge un poco la mejor tradición de nuestro país”.

Los liceales uruguayos reprobaron a las personas que reprocharon que el país trajera niños extranjeros cuando no puede atender a los uruguayos. “La ignorancia te lleva a comentar algo que no sabés”, deslizaron. “Lo mínimo que podíamos hacer es ser hospitalarios, porque si estuviéramos en la misma situación a nadie le gustaría que le cierren las puertas, y a nosotros también nos recibieron en la dictadura. No somos la misma cultura ni el mismo idioma, pero podemos compartir. Está bueno que las fronteras no limiten, todos vivimos en el mismo mundo y somos habitantes de un país grandote”, redondearon.