El nuevo spot del Partido Independiente (PI), titulado “Las desventuras de Juan Clasemedia”, nos presenta a una clase media uruguaya que no sólo es la única clase social que trabaja, paga impuestos y sufre la inflación, sino que, por si fuera poco, es la reserva moral del país. A todas luces un discurso falaz, que nos podría llevar a concluir que estamos ante una pieza publicitaria errada. Aunque esto último sea discutible.

El protagonista del spot es Juan Clasemedia. Obsérvese, para empezar, que asistimos al entierro (real o pretendido) de Juan Pueblo. Porque el partido ya no se dirige al sujeto histórico pueblo, sino a la clase media, que bien puede representar al pueblo o, en el otro extremo de las interpretaciones posibles, excluirlo. Da igual. Ambas posibilidades provocan escozor.

Esta clase media, sostiene el PI, trabaja todo el día, paga impuestos, está disconforme con la salud y la educación, y sufre los embates de la inflación y la inseguridad. Si se dijese que todo ello recae sobre Juan Pueblo, podríamos al menos ingresar en el terreno del debate. Pero si lo que se pretende es afirmar que sólo la clase media padece los problemas del país, pagando altos costos sin el menor beneficio, debemos decir claramente que no, que no es así. Porque, entre otras cosas, la clase media que hoy existe como tal se debe a esa economía que “mejoró” (al decir del mismo spot), y que si mejoró es porque antes estaba peor. Este punto se relaciona con el que sigue.

Vamos al momento fuerte del relato. La clase media uruguaya actúa como la reserva moral del país al dejar de votar a los partidos tradicionales en 2004, porque se hartó del “acomodo y la repartija de cargos”. El primer dato que surge de este planteo es la idealización de una clase media que no abandona a los partidos Nacional y Colorado por sufrir una crisis económica feroz, sino por la constatación de hechos de corrupción; algo que rara vez figura entre las principales preocupaciones de los ciudadanos y que, además, lejos está de ser el motivo principal del triunfo del Frente Amplio en 2004. El segundo dato es que la clase media no participa en el acomodo ni en la repartija de cargos, de lo cual se desprende que sí lo hacen otros sectores sociales: para explicarlo con claridad, en este país los autores de “las jodas” serían los pobres y los ricos. Es decir, la clase media conserva su cordura y honestidad en medio de una sociedad uruguaya corrompida.

Lo que hace el PI es construir una clase media ideal que vendría a ser el sostén ético y material de la patria. Falso. Pero la falsedad parece no importar, porque el spot no fue elaborado desde la sociología, sino desde el prejuicio y la mitología social, y su fin no es compartir una verdad, sino cosechar votos mediante la alimentación de lo peor del imaginario colectivo. Juan Clasemedia es en sí la personificación de un cliché; esa clase media que no se sabe muy bien si existe o bajo qué formas, pero a la que muchos dicen o creen pertenecer, y que, considera el PI, puede prestarle el voto.

No lo sabemos, pero es probable que el personaje en cuestión, esa caricatura de clase media, termine puteando por la asistencia estatal a los que menos tienen, vinculando planes sociales con inseguridad de una manera directa; puede que se queje del peso del Estado mientras pide más policías y más maestros; es probable que no le agrade tener que compartir el pasillo de un sanatorio con gente pobre, y quizás hasta se indigne por los precios cada sábado en que salga a comer afuera, despertando, en tal caso, la envidia de Juan Pueblo.