Hoy a medianoche comenzará un breve período en el cual está previsto que quienes integramos el cuerpo electoral reflexionemos, sin interferencia de campañas publicitarias en los medios de comunicación masiva, sobre lo que queremos hacer este domingo. En los hechos no será tan así porque las normas vigentes, establecidas antes de que se produjeran cambios tecnológicos cruciales, no abarcan el uso de internet ni los mensajes de texto entre celulares. Quienes lo deseen -y muchos sin desearlo- seguirán recibiendo propaganda de diversos tipos (quizá incluyendo acusaciones falsas y rumores maliciosos), sin que quede necesariamente claro quién se hace responsable de ella. Y, para peor, sin que puedan informar acerca del origen y la veracidad de esa propaganda muchos de los medios que deben dar la cara y hacerse legalmente responsables de lo que difunden. Más temprano que tarde será necesario revisar esas normas, que en la actualidad resultan contraproducentes.
Llegamos a estos comicios con un margen de incertidumbre mayor que el de ocasiones anteriores, por la suma de fenómenos políticos y de dificultades para registrarlos y evaluarlos por parte de las encuestadoras, cuyas estimaciones del resultado más probable son distintas en aspectos relevantes. Para complicar un poco más las cosas, no sólo es discutible la solidez de los pronósticos sobre la integración del próximo Parlamento, sino que además, en varios escenarios posibles, esa integración y sus consecuencias políticas dependerán de decisiones posteriores a la jornada de este domingo: una de la ciudadanía, al elegir en segunda vuelta al vicepresidente de la República (que tiene el voto 31 en el Senado), y otras de las autoridades de los partidos menores, si la posibilidad de que se formen mayorías depende de alguno o de más de uno de ellos.
Lo que parece claro es que el comienzo del próximo período de gobierno se puede dar en condiciones políticas bastante diferentes de las de todos los anteriores, y que cuando termine varios de los candidatos con mayor poder de convocatoria en la actualidad estarán fuera de la competencia entre partidos. Pero en qué consistirán esas diferencias y quiénes quedarán en mejores condiciones para tomar la posta no está decidido de antemano, sino que dependerá de la suma de nuestras opciones individuales: de qué queremos respaldar o revertir, y de la medida en que confiemos en cada partido, cada sector y cada candidato. Más que otras veces, es crucial que aprovechemos este período de reflexión.