Graciela Bianchi, profesora, abogada y escribana titulada tres veces por nuestra educación pública, ha dejado de asombrarnos para provocarnos profunda indignación. Hasta el 26 de octubre dio cuenta de su cambio de postura política por lo que llamó su desilusión con respecto al gobierno del FA. Hasta ahí, aceptable. No puedo decir `respetable´ porque debido a que ella participó e integró órganos de decisión –además de cargos de gestión como la Dirección del Liceo Nº 6 -, debería ser más leal y autocrítica cuando actualmente desarrolla sus posturas político-educativas.

Según la crónica de la diaria, comenzó su exposición sobre educación, en la conferencia organizada por el Partido Nacional, diciendo: “Lamentablemente tenía razón”. “La conferencia en la Torre de los Profesionales se hizo con el objetivo de ahondar en el diagnóstico sobre la educación pública y explicar algunas propuestas que pasaron desapercibidas durante la campaña hacia la primera vuelta. Pero los integrantes del panel del Partido Nacional también aprovecharon sus discursos para pedir el voto el 30 de noviembre”, según El Observador.

Ese “tener razón” justifica, para Bianchi, toda su conducta de los últimos años. Desde su renuncia a la secretaría administrativa del Codicen, en junio de 2010 porque “había indicadores claros de un gobierno con políticas autoritarias” hasta el tiempo que lleva –alrededor de dos años -, enchastrando compañeros y sacándose el sayo. Compañeros en este caso son todos los docentes estudiosos y sacrificados –excelentes profesores-, que han de haber recorrido muchos años de su actividad liceal. Son también aquellos menos vocacionales o con limitaciones diversas para alcanzar una integral relación con los alumnos que también dejan su vida en las aulas y sufren por lo no alcanzado. Esas “políticas autoritarias” que entrevió son las que surgen de Consejos integrados constitucionalmente con delegados docentes –además de los políticos-. ¿Por qué propone entonces eliminarlos? ¿En todo caso, las presencias docentes en la dirección de la educación no viabilizan las decisiones democráticas?

En su ruta hacia la autoridad única, Graciela Bianchi ha ido más lejos que antiguos integrantes del PN como Analía Pineyrúa que solamente proponen dejar con voz pero sin voto a los delegados docentes.

La crónica de la que sacamos estas intervenciones* relata que esta “especialista en gestión” al historiar la decadencia de la educación ubicó su comienzo en la década del 60 y mencionó los “muchos intentos” que realizaron los partidos tradicionales para mejorarla; “que fueron absolutamente bloqueados en forma irracional por quienes ahora detentan el gobierno de la educación”. Parece que no mencionó la ley Sanguinetti ni la reforma Rama. Tampoco recordó que ella integraba esos grupos que hoy considera irracionales y entre los que, en todo caso, debió quedar en minoría.

Hoy, que quizá quede nuevamente en minoría, considera que “Se nos va la República”. Por eso afirmó que “los uruguayos no dejemos de ser ilustrados por falta de valentía. “La valentía la tenemos que demostrar hoy, el 30 y después del 30, a cualquier costo”. Así rescató su rol de defensora de la política del Partido Nacional y de Luis Lacalle Pou.

Lo imposible de soportar. “Tenemos generaciones perdidas” decretó entonces Graciela Bianchi. Fue al alcanzar este momento de la crónica cuando personalmente resolví que debía intentar una respuesta a esta ex colega. Porque esa imagen, válida en los cien años de soledad de Macondo, no podemos aceptarla como válida los uruguayos que vencimos la Dictadura.

¿Acaso puede haber una acción de toda una sociedad más positivamente pedagógica que aquella? Los docentes uruguayos, que fuimos borrando los verdaderos vestigios autoritarios que habían quedado en nuestra educación pública en forma de resoluciones, circulares y arbitrariedades varias, no podemos aceptar esta acusación. ¿Generaciones perdidas estas últimas que han logrado reinstalar una sociedad democrática, que están haciendo hervir el caldero cultural como si de magos se tratara? Generación perdida la del Ballet del Sodre, la de la Selección uruguaya de fútbol, la del satélite enviado por el proyecto de la Facultad de Ingeniería, la de la pléyade de escritores jóvenes a los que los mayores no llegamos a hacer el tiempo para leerlos? Más humildemente, acá en San José, ¿generación perdida la de “Rompecabezas” y su generosa experiencia de comunicación entre jóvenes y con los mayores?

¿Generación perdida las que reflejan la búsqueda de nuevos caminos de integración entre la educación técnica y la humanística para nuestra Enseñanza Media? ¿Generación perdida la que luchó contra la Baja a la imputabilidad, alcanzó su objetivo y ya recompone su estrategia para ayudar a más uruguayos?

Por favor, Graciela. Tal vez fuera bueno que revisaras tu pasado y el de tantos compañeros. Cuando, atendiendo la vida cotidiana del Liceo Bauzá, recibías tantas satisfacciones como preocupaciones. Cuando valorabas como ilustrados y valientes a tantos de los que trabajábamos dentro de la Educación Pública uruguaya. No solamente a los que habían alcanzado los más importantes cargos en su orientación y dirección. Cargos a los que tú, por esas cosas de la democracia, no accediste.

Mirtana López

*La autora fue colega, como profesora y directora, de Graciela Bianchi; inspectora de Institutos y Liceos del Liceo Bauzá en algunos años de su Dirección y, como secretaria de una Consejera de Codicen, compartió algunas veces sus dudas sobre la mejor línea a seguir; cuando todavía no habían alcanzado tintes enfermizos.