“La eficacia del aparato estatal fue implacable” para captar votos al Frente Amplio (FA), dijo el candidato presidencial del Partido Nacional (PN), Luis Lacalle Pou, en una entrevista publicada ayer por el semanario Búsqueda. Ese fenómeno, en su opinión, se debió a una “asistencia social muy grande” y a “un avance del Estado sobre la sociedad”, con “transferencias del sector privado al sector público” que “crecieron muchísimo”, hasta volverse “enormes”. En una campaña dominada por criterios publicitarios, que a menudo escamotean o disimulan la sustancia de las propuestas políticas en pugna, estamos ante una rara expresión de diferencias ideológicas entre el oficialismo y la oposición.

El análisis de Lacalle Pou es parecido al de Sergio Botana, intendente de Cerro Largo y senador electo por Alianza Nacional, quien sostuvo, en una entrevista con El Observador TV, que como el Estado tiene “mucha interacción en el Uruguay con muchas personas” y “eso pesa en las elecciones”, el FA “basa su éxito político y electoral” en factores similares a los que consolidaron el predominio del batllismo durante el siglo XX, mientras que el PN es “un partido que se centra más en las personas que en el gobierno, siempre más en las personas que en el colectivo, más en la persona, en el individuo, que en el Estado”.

En gran parte del mundo, decir que alguien es de derecha no se toma como un insulto, muchos partidos se autodefinen como derechistas sin temor a que eso los perjudique ante la opinión pública, y se acepta en forma pacífica que una de las principales diferencias entre la izquierda y la derecha se refiere al papel del Estado en relación con el acceso de la población a determinados niveles de bienestar. La izquierda es partidaria de una intervención estatal más amplia y directa en esta materia, mediante diversos instrumentos de política económica y social. La derecha, con un criterio más influido por el liberalismo económico, enfatiza la importancia de un marco institucional que facilite y estimule la búsqueda del bienestar por medio del esfuerzo individual, con menos impuestos y regulaciones y con una intervención estatal más acotada.

La versión “políticamente incorrecta” de esta posición es que las políticas sociales en gran escala instalan a muchos ciudadanos en una vil dependencia del Estado. Según algunos derechistas, esas personas votan por el partido que “las mantiene”, en vez de aceptar que a todos nos iría mejor si ellas tuvieran que esforzarse más para vivir mejor. Pero no todos los derechistas son así de brutos.

El 10 de enero del año pasado, cuando Lacalle Pou acababa de anunciar su decisión de participar en las internas del PN, Emiliano Cotelo le pidió que mencionara algunas de las ideas que lo definían y el hoy candidato respondió: “Primero, tener claro el concepto de para qué existe el Estado”, señalando que “existe para administrar, para impartir justicia, para generar seguridad”, que “debe ser regulador y controlador más que participar en muchas actividades” y que “no debe avanzar más [...] en las que ya está” (leer la entrevista completa). Esto es lo que dice la derecha cuando trata de convencer a la ciudadanía de que sus ideas son distintas y mejores que las de la izquierda, en vez de alegar vagamente que quiere mantener lo que está bien y corregir algunos errores. Así, a veces gana y a veces pierde, pero siempre contribuye a que las opciones estén claras.