No pensé que iba a concluir esto después de leer la guía didáctica Educación y diversidad sexual, siendo yo una total simpatizante y defensora de los derechos humanos de la diversidad y de los cambios que a nivel de la legislación ha tenido el país en estos asuntos, pero tengo que decir que no me convence. Esto se debe a muy otras razones que las de la derecha conservadora y/o católica: desde mi punto de vista, la guía básicamente termina afirmando identidades “fijas” de lo diverso estigmatizado, en vez de presentar por fin lo diverso como positivamente diverso. Es decir que, en vez de mostrar la diversidad humana como igualmente positiva, presentando la discriminación, por ejemplo, como una práctica de poder entre los seres humanos (que, a partir de la invención de un patrón que determina la “normalidad”, define lo diferente como alteridad rechazada), termina mostrando, contradictoriamente, lo rechazado como una especie de “identidad fija”, a ser aprendida e incluso ”detectada” por los alumnos, a través de ejemplos, para superar esa misma discriminación*.
Para ser más contundente en mi percepción del asunto y más clara, el mayor error de la guía es su propia concepción de la sexualidad, que critica la discriminación pero la asume de alguna manera a través de etiquetas, finalmente presentadas como identidades fijas que definen a las personas en su supuesta diversidad.
Somos personas sexuales, claro está, pero ¿por qué propender a definir sólo por una parte el todo que somos? ¿y por qué fijar de antemano lo que es devenir (los fenómenos de la sexualidad y su autopercepción en el tiempo)? Es obvio que si seguimos fijando las identidades de la autocomprensión humana de la sexualidad no nos alcanzarán las páginas para exponer etiquetas. Y esto no es liberador, sino ridículo.
Si se me pregunta a mí qué o quiénes somos, elijo decir que somos antes que nada y después de todo, personas. Y si se ha de tipificar o valorar a una persona, es por sus talentos, y por su ética expresada en sus acciones. ¿En qué nos parecemos los seres humanos? En que todos somos diferentes. ¿Hay alguna diferencia mejor que la otra? No, salvo las que tienen que ver con los méritos, los talentos y la ética personal a través de las acciones o modos de vida. ¿Cuál es, entonces, el más alto destino de la formación humana? Hacernos mejores personas. Para esto debemos aprender que somos seres complejos y diferentes. Aceptar la igualdad y la respetabilidad de la diferencia en todos.
Tampoco me gusta el tratamiento que se hace del “salir del armario”. Creo que un manual de este tipo debe defender la diversidad, pero no orientar sobre cómo deberían actuar las personas, en este caso la persona del profesor, con respecto a su sexualidad, como si ésta fuese una cosa pública. Recordar en los mismos principios de Yogyakarta, que la guía menciona, el principio 6, el derecho a la privacidad como derecho humano.
Por último, el problema de fondo no es la sexualidad, sino el poder y esta necesidad de dominar al otro marcándolo como diferente. Entonces, si se definen la norma y el distanciamiento de ella, estamos marcando un campo de dominación y de segregación. Analicemos de una forma más profunda el problema de la sexualidad. Luego, busquemos no caer en las definiciones que tipifican y estigmatizan.
Pienso que la sexualidad es un campo privilegiado de luchas por el poder para establecer una concepción de “verdad”, generando así consecuencias sobre el comportamiento de los seres humanos y su propia vida. Saber y poder son dos palabras que se dan conjuntamente. Si bien no hay verdades absolutas, hay opciones o criterios de “verdad” sobre la sexualidad que se pueden defender como mejores que otros.
Si hay un conjunto de ideas más aceptables que otras desde un punto de vista laico y partiendo del interés general, son aquellas ideas que tienen por objetivo defender y proteger a las personas y sus derechos a ser diversas en todos los planos, mientras ello no atente contra derechos de las demás personas. Tenemos el derecho a ser en el devenir y a afirmar un modo de vida a partir de la libertad, conjugada con el respeto y el derecho de los demás.
* Es cierto que en algunos casos, sobre todo a partir de los procesos de maduración psicológica en la temprana edad, se presentan como no aceptables tales tipificaciones.
** La autora es doctora en Filosofía y especialista en Filosofía de la Educación.