Después de la exitosa votación del Frente Amplio (FA) en la primera vuelta electoral, que le aseguró el tercer período consecutivo con mayoría parlamentaria, algunas miradas se volvieron al pasado buscando un antecedente de la situación, y naturalmente se detuvieron en los reiterados períodos de predominio del batllismo. Eso generó un debate de baja intensidad centrado en la pertinencia de tal asimilación, que en buena medida (como suele ocurrir con los debates históricos en Uruguay) ha servido de pretexto para fundamentar lecturas políticas del presente. Creo que el tema tiene su importancia, porque involucra a una de las corrientes políticas que más contribuyeron a configurar Uruguay tal como lo conocemos.

Si nos limitamos a los aspectos históricos, da la impresión de que en la comparación entre batllismo y FA se confunden dos dimensiones diferentes. Existe un aspecto formal referido a las acumulaciones de triunfos electorales del Partido Colorado y del FA: la comparación de porcentajes de votantes, de 1942 a 1958, muestra a los colorados con mayorías parlamentarias. Pero la confusión está en que ese concepto es de ilusoria aplicabilidad en la época: supone la existencia de estructuras partidarias con funcionamiento disciplinado, algo que no existía entonces. Por lo tanto, la simple suma de legisladores electos por el lema no da cuenta de las complejas negociaciones y las extrañas alianzas que se tejían para conseguir mayorías legislativas, que siempre eran circunstanciales. Puede decirse, entonces, que la forma en que ha funcionado el gobierno del FA a partir de 2004 sólo se parece a los momentos iniciales de los (luego fallidos) gobiernos de coalición bipartidista que se intentó llevar a cabo en los años 90.

Pero hay otra dimensión comparable, que apunta más al contenido programático: el FA, por levantar banderas de justicia social que aparentemente ya no tienen defensores en el coloradismo, sería el refugio actual del viejo batllismo. En este plano el debate es más interesante, porque permite refrescar el recuerdo del repertorio ideológico batllista y compararlo con las ideas que hoy se manejan.

Es claro que a los colorados batllistas no los seduce la idea de un batllismo fugado de su partido, y entonces compilan un repertorio de características que fundamentan su diferencia con el FA. En éste se señalan como aspectos fundamentales el “humanismo”, el respeto por la institucionalidad y el apego a la democracia liberal del batllismo, inconciliables con el “corporativismo”, el “populismo” y la vocación autoritaria que serían típicos del FA. Sin duda, algunas de las características asignadas al batllismo aparecen en él (aunque no exclusivamente), pero no alcanzan para describir su originalidad política.

Por el contrario, sus aristas más recordadas apuntan a las políticas sociales y a la intervención del Estado en la economía, con iniciativas tan radicales como la de reforma agraria o la de entregar los frigoríficos extranjeros a los obreros. Ciertamente, estos radicalismos no eran compartidos por todos los batllistas, y la discrepancia llevó a la división: por un lado, una corriente mayoritaria (identificada con la lista 15), que enfatizaba las políticas sociales y sostenía que sin esa línea renovadora el batllismo no sería tal; y por otro, un sector más apegado a un liberalismo estrictamente político, que descubría comunistas en todos lados y veía con recelo la acción de los “demagogos”. Este batllismo, que ya entonces aparecía despegado de la matriz fundacional, es muy similar al que ahora, con un lenguaje apenas modernizado, se nos presenta como auténtico: para argumentar en contra de la fuga del batllismo, los colorados lo describen con los argumentos menos batllistas. Los “demagogos” ahora son populistas y los comunistas de antaño pasaron a ser “corporativistas”; pero lo esencial del discurso coincide con el del diario El Día, que en la época era conocido como “la caverna”.

Lo llamativo de la coincidencia es que el discurso que ahora pretende ser batllista coincide con bastante exactitud con un partido reducido a lo que históricamente era el coloradismo independiente, que en épocas de predominio batllista apenas llegaba a 20% de los votos del partido. Sería irónico concluir que, por la vía de la selección de los argumentos, los defensores del batllismo “colorado” terminen dando razón a quienes piensan que el batllismo ya no existe en ese partido.