A partir del procesamiento de los Censos 2011 se están conociendo investigaciones que caracterizan a la población uruguaya. Mañana a las 10.00 se presenta el quinto fascículo de la serie Atlas sociodemográfico, que analiza las desigualdades de género. La iniciativa conjunta del Instituto Nacional de Estadística (INE), la Facultad de Ciencias Sociales, el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, el Ministerio de Desarrollo Social y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, buscó generar conocimiento sobre la inequidad de oportunidades entre varones y mujeres. El trabajo parte de la premisa de que “el problema no son las mujeres sino las relaciones entre mujeres y varones”. En Uruguay las mujeres son una proporción mayor de la población que los varones, y esto aumenta con el avance de la edad, lo que se debe a la brecha que existe en la esperanza de vida al nacer entre varones y mujeres. El dato es relevante, ya que el peso cuantitativo de las mujeres en estas edades es un desafío para las políticas públicas de cuidados de las personas adultas mayores.

Las familias, una “institución compleja y dinámica”, se transforman por la creciente incorporación al mercado laboral de las mujeres y el aumento de su formación educativa. Esa familia compuesta por varón proveedor y mujer ama de casa a tiempo completo desaparece y emergen otras. El tipo de hogar en el que se vive incide en la participación y la dedicación de las mujeres al trabajo no remunerado, y en el acceso al trabajo remunerado. Los datos muestran que si bien es importante la presencia de hogares biparentales con hijos de ambos (28,3%), los hogares extendidos y los hogares unipersonales presentan cifras similares y se vuelven claves para entender a la sociedad uruguaya actual. El modelo tradicional de familia representa sólo uno de cada tres hogares. A su vez, los hogares monoparentales femeninos con hijos representan 10% de los hogares en Uruguay y se concentran en el sur del país.

El trabajo busca identificar y caracterizar a los grupos potencialmente demandantes de cuidados a nivel territorial. Según el documento, la mayor dedicación de las mujeres en las actividades de cuidado es una manifestación de la división sexual del trabajo, lo que las ubica en una posición desventajosa en el acceso al trabajo remunerado, la participación política, la educación y el tiempo libre.

La brecha por sexo, es decir, la diferencia en porcentaje entre la participación de varones y mujeres en el mercado de trabajo, es menor en la capital que en el interior del país. Al norte del país las mujeres tienen una participación menor en el mercado de trabajo que al sur. En Artigas, por ejemplo, la tasa de inactividad de las mujeres de 36 a 39 años es similar a las de Montevideo de 50 a 64 años o de 19 a 24 años, es decir, fuera de las que se considera el rango de edad principal en el mercado laboral. Se observa que la brecha por sexo en la participación en el mercado de trabajo aumenta en la medida en que los hijos son más pequeños. El comportamiento de varones y mujeres es contrario, porque los varones aumentan su participación si tienen hijos menores de 12 años, mientras que las mujeres la disminuyen considerablemente, y se vuelven a insertar a medida que los hijos van creciendo. Lo mismo ocurre con la tasa de empleo, que aumenta significativamente entre los varones cuando tienen hijos pequeños. A nivel educativo, el análisis de género muestra que las mujeres presentan mayor nivel educativo que los varones. La proporción de mujeres que llegan a la universidad o posgrados es mayor que la de los varones. Adicionalmente, el documento destaca que persiste una segregación laboral que conduce a los varones a formarse para trabajos identificados con un estereotipo masculino de tipo tradicional (UTU) y a las mujeres en tareas vinculadas a la educación, con lo que, señala, se favorece la reproducción de los roles tradicionales en el mercado laboral.