“La educación no cambia al mundo. Cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. La cita del educador brasileño Paulo Freire corona una de las paredes del espacio de la Comunidad Educativa, del establecimiento penitenciario Santiago Vázquez (que sigue siendo conocido por la sigla de su denominación anterior, Comcar). Este año cursaron allí educación primaria cerca de 50 personas, unas 200 asistieron a aulas de enseñanza media y 13 culminaron el curso Manipulación e Higiene de Alimentos que impartió la Facultad de Química de la Universidad de la República (Udelar).

Las aulas liceales llegaron al Comcar en 2002 a partir del impulso de un profesor de filosofía, Óscar Rorra, que años después, en 2012, junto con la profesora de comunicación visual y plástica Flabia Fuentes, propusieron editar un periódico que fuera escrito por los estudiantes. Así nació Pres y Diario, una publicación en dos tintas que se edita anualmente con un tiraje de 1.000 ejemplares.

El lunes se presentó el número 3. Involucró a alrededor de 70 internos que cursan Filosofía y Dibujo. Ambas se dictan de manera conjunta; asisten estudiantes de todos los grados de liceo y de primaria, que se sienten atraídos por la propuesta de elaborar el periódico. En el amplio salón de la Comunidad Educativa, los estudiantes pasaban al frente y explicaban cómo habían trabajado y exponían lo central de los temas abordados; no sólo era una instancia social sino que era un examen, en el que los docentes del tribunal tomaban nota. El auditorio estaba compuesto por las maestras de primaria, docentes del programa Educación en Contextos de Encierro del Consejo de Educación Secundaria, los consejeros Ema Zaffaroni y Daniel Guasco, un representante del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), docentes de las facultades de Química y Humanidades de la Udelar, estudiantes y egresados de Psicología.

La tercera edición de Pres y Diario tiene 40 páginas, cuatro más que los años anteriores.

Entre rejas

Educación en Contextos de Encierro se llama el programa que el Consejo de Educación Secundaria desarrolla en cárceles desde 2001. Comenzó en el área metropolitana y desde febrero de 2014 alcanza a todos los recintos penitenciarios del país. Hoy tiene 2.000 alumnos, lo que equivale a 20% de las personas privadas de libertad, declaró a la diaria Sandra Gardella, coordinadora del programa. Detalló que éste logra una mejor matrícula en las cárceles chicas. De hecho, en el Comcar, que tiene más de 3.000 reclusos, participan 200 alumnos, es decir, menos de 10%.

La mayoría de ellas están ilustradas con dibujos. Además de artículos escritos individual y colectivamente, hay entrevistas, cartas enviadas a diferentes organismos, relatos en primera persona, poemas, notas de prensa, un glosario del léxico carcelario y relatos de docentes de otros establecimientos, como aquel que cuenta sobre un preso que se sabía de memoria pasajes de Cien años de soledad, libro que había leído su madre estando presa y que él leía desde los diez años.

El encierro

Las secciones del periódico son Reclusión, Educación y cultura, Producción, Salud, deporte y recreación, y Familiares y amigos, que recoge cartas y testimonios. Fuentes explicó a la diaria que mucho antes de llegar al papel “proponemos grandes temáticas como derechos humanos, qué es el arte, por qué vale el arte, qué es el trabajo, conceptos de belleza, y en base a eso surgen discusiones. Tratamos de raíz los conceptos y los llevamos a la práctica, ahí está la construcción en general”. Para encontrar respuestas a todas las preguntas se crean comisiones que luego constituyen las secciones del periódico.

Durante la presentación Fuentes pidió que pasara al frente la primera comisión. Nadie se movió. Entonces pronunció las palabras claves: pidió que pasaran “los de la baja de la edad de imputabilidad”, que es el tema con el que abrió el periódico. Enseguida pasaron seis estudiantes y reprodujeron parte de las reflexiones del año: afirmaron que no es una solución “someter a los menores a régimen de adultos” y ensayaron alternativas. Hablaron de “familias resquebrajadas”, opinaron que es necesario que “se busque una vuelta para unir el núcleo familiar y que el menor no esté tanto tiempo en la calle y tenga que delinquir”. Pidieron planes de ayuda, acceso gratuito a clubes deportivos, a actividades recreativas y culturales. Señalaron la “injusticia” de que los niños no puedan hacer cosas de niños.

Muchos de los artículos reflejan sus cotidianidades y son críticos con la realidad carcelaria. Uno de ellos propone crear un almacén dentro del Comcar en el que los internos puedan comprar comestibles y productos de higiene personal; de esa forma se lograría agilizar el ingreso de las visitas. En la presentación expresaron, así como también lo recogen las cartas de los familiares, que las visitas deben hacer largas colas desde la madrugada para poder aprovechar al máximo las horas que dura la visita.

Faltan medicamentos y profesionales de la salud. Hay un psiquiatra para 3.500 personas, dijeron. Contaron que muchas veces tienen que cortarse para ser atendidos cuando no soportan más un dolor de muelas, por ejemplo.

Hubo también espacio para la autocrítica y una manifestación de la necesidad de organizarse mejor para reclamar mejores situaciones.

El escape

La educación constituye un tema central. No es entendida sólo como una posibilidad de aprovechar el tiempo de encierro, sino como una oportunidad de superarse como personas. Un grupo de alumnos aplicó una encuesta en uno de los módulos: 15% respondió no saber leer ni escribir. Una de las maestras, entrevistada por Pres y Diario, reafirmó que hay un alto porcentaje de analfabetos, “tanto de analfabetos netos, como analfabetos por desuso”. Las dos maestras no dan abasto y por eso trabajan en colaboración con “monitores”, que son otros reclusos que ayudan a los que no saben. Esa ayuda también se da fuera de las aulas. Un artículo escrito por un preso que le enseñó a su compañero de celda relata: “Puse enseguida manos a la obra y comencé a formar cubos de cartón con las letras del abecedario, y lo mismo hice con una hoja con figuras que pudiera reconocer debajo de cada letra”.

Otro artículo critica que no hay ningún curso de UTU, pide más maestros y más cursos universitarios, rechaza el escaso involucramiento del MEC “y la poca eficiencia del comisionado parlamentario”.

Expresaron que muchas veces los estudiantes no pueden asistir a clase porque no los dejan salir de las celdas. Por ejemplo, ayer los 13 alumnos del curso de Química irían a rendir el examen de Manipulador de Alimentos a la Intendencia de Montevideo, pero pese a haber coordinado con más de un mes de anticipación, no pudo lograrse la salida. Las autoridades de la cárcel les dijeron a los docentes que no había guardias para acompañarlos. Tal vez puedan rendir el examen a comienzos del año que viene, dijo a la diaria una de las docentes, Pía Cerdeiras, pero señaló la amargura que eso representa para los estudiantes. Al salir de la cárcel, varios ex reclusos consiguieron trabajo luego de haber obtenido los diplomas.

El espacio de aulas se vio interrumpido durante casi dos meses, sin previo aviso, por obras en los locales educativos. En una de sus paredes, los estudiantes pintaron un pergamino gigante que reproduce el artículo 26 de la Constitución de la República: “A nadie se le aplicará la pena de muerte. En ningún caso se permitirá que las cárceles sirvan para mortificar, y sí sólo para asegurar a los procesados y penados, persiguiendo su reeducación, la aptitud para el trabajo y la profilaxis del delito”. Dijeron que eso “está lejos de la realidad”.