El cooperativismo de trabajo transita por un camino de crecimiento en su participación en la economía; tanto por la cantidad de emprendimientos autogestionados como por las personas involucradas en ellos. En la última década, los esfuerzos del movimiento han derivado en alianzas en el sector público, esencialmente en tres niveles: institucional, coordinador y financiador.

Estos roles han funcionado a ritmo de prueba y necesitan un impulso decisivo que aproveche las sinergias que se lograron construir entre movimiento y Estado.

El sistema cooperativo combina compromiso social y productivo. La interacción de estos factores implica el desarrollo de habilidades de trabajo y gestión con un vuelco hacia el desarrollo local, lo cual genera vínculos sólidos entre la ciudadanía y el entramado productivo.

Este modelo apuesta fuertemente a consolidar los logros del entorno económico nacional: los hace duraderos y ayuda a colectivizar los resultados. Un movimiento cooperativo fuerte aporta a la estabilidad laboral y productiva. Nuestro mayor desafío en el mediano plazo es consolidar el modelo, con especial interés en sectores estratégicos. Vemos con buenos ojos el avance en la descentralización de provisión estatal hacia cooperativas y entendemos que esto parte el camino.

Existen pequeñas necesidades de financiación en las que la Federación de Cooperativas de Producción ofrece mejores costos de gestión. Las oportunidades competitivas que puedan tener las cooperativas de trabajo frente a grandes empresas multinacionales se retribuyen en transferencias de conocimiento y desarrollo de habilidades; ése es el camino hacia una auténtica diversificación productiva sostenible.

Para avanzar en desarrollo inclusivo es necesario un fondo de desarrollo participativo, dispuesto a trazar acciones que den autonomía y sustentabilidad a los proyectos. El desafío es colectivo y también la responsabilidad; debemos fortalecer las capacidades institucionales, tecnológicas y productivas en tiempos y formatos adaptados a las condiciones reales. Es necesario combinar control social, conocimiento de las necesidades y gestión de recursos.

El Inacoop (Instituto Nacional del Cooperativismo) logró posicionarse como un agente articulador entre el sector público y el movimiento cooperativo, y además se consolidó como una bisagra institucional. Es tarea compartida avanzar en el aprendizaje del trabajo conjunto, de modo de explorar vías para ampliar la presencia cooperativa en la trama productiva, incluida la demanda pública. Adicionalmente, el hecho de servir como espacio de síntesis de las necesidades institucionales es un ejemplo para la democracia participativa.

Las sinergias con el sector público implican políticas orientadas al movimiento en todos sus sectores. Políticas como el fondo de fortalecimiento institucional o el capital semilla del Ministerio de Industria, Energía y Minería se han consolidado dentro del entorno empresarial cooperativo. Estos programas han aportado en gestión y acceso de tecnologías y equipos, y también en las vinculaciones de las empresas con las políticas sectoriales.

El desafío inmediato es expandir la experiencia a otros sectores de actividad, con el objetivo de replicar y ampliar esas sinergias. Un ejemplo concreto: el sector educativo presenta oportunidades claras de cooperativización, lo que podría generar beneficios tanto a nivel económico como de colectivos humanos y formación. Las cooperativas de educación han avanzado en modelos formativos alternativos que combinan excelencia académica y formación humana. Otro sector con gran dinamismo es la salud, que se presenta como un actor diferenciado en agregado de valor para la red del planificado Sistema Nacional de Cuidados.

Pensamos que la participación cooperativa mejora la eficiencia y permite lograr buenos resultados en un área particularmente sensible. Las cooperativas de trabajo hemos tomado ese rumbo desde hace un tiempo, en la búsqueda de potenciar nuestras capacidades.

Precisamos un Estado equilibrado en la asignación de recursos; la producción de servicios solidarios es una característica ampliamente valorada por sus usuarios cotidianos, aunque a veces no es priorizada. Hemos visto aplicar normas de forma rígida para las cooperativas, que contrastan con una mayor disposición al diálogo cuando se trata de grandes empresas multinacionales que no ofrecen mayores ventajas productivas. Un Estado en diálogo con su sistema productivo combina mejores resultados operativos con transparencia hacia la ciudadanía, y en ese sentido el movimiento cooperativo ofrece un diferencial difícil de sustituir.

Estamos dispuestos a estrechar los lazos que se han ido generando a lo largo de este camino. Entendemos que los valores que nos caracterizan son un eslabón provechoso para el desarrollo nacional.

Juan Manfredi, equipo técnico de la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay.