Es deseable que la población reciba información sanitaria y social objetiva sobre problemas de salud que provocan inquietud y que merecen la atención de los servicios de asistencia médica del país.

El abordaje de esos problemas desde la óptica colectiva, analizando las determinantes sociales que los desencadenan y evaluando las intervenciones sanitarias más eficaces y eficientes para enfrentarlos, constituye un paso imprescindible y complementario al abordaje clínico individual. Recurrir a la visión exclusiva de una parte de la realidad es tan equivocado como estudiar un paciente realizando un examen físico incompleto, o pretender conocer el estado del corazón analizando solamente una de las derivaciones del electrocardiograma.

Un problema de salud paradigmático en el año que culmina ha sido la Enfermedad por el Virus del Ébola (EVE). En noviembre de este año, el Departamento de Medicina Preventiva y Social (DMPS) de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República realizó un ateneo de puesta a punto sobre su epidemiología y repercusión para la salud pública, intentando abordar el problema con la mencionada visión holística. Se pasan a comentar los principales conceptos surgidos en aquella ocasión.

El virus del Ébola se detectó por primera vez en 1976, en Zaire (hoy República Democrática del Congo), por un brote con 318 casos y 280 defunciones (tasa de letalidad 88%). Desde entonces hasta 2012 hubo al menos 25 brotes epidémicos más, todos originados en aldeas de países de África central y occidental. De 1976 a 2012 el virus causó la muerte de unas 3.000 personas. En diciembre de 2013 se inició en Meliandou, al sur de Guinea, el peor brote de EVE desde 1976. Occidente tomó conocimiento de la crisis en marzo de 2014, cuando comenzaron a multiplicarse los casos y los fallecimientos en África occidental.

Este brote es el peor de los hasta ahora conocidos, porque no sólo ha ocurrido en aldeas cerca de la selva tropical, sino que también se instaló en ciudades densamente pobladas, lo que posibilita que más gente susceptible sea infectada. Otro elemento particular es que por primera vez el virus se diagnosticó fuera de África, llegando a Occidente. Sin embargo, no ha mostrado mayor capacidad de contagio de persona a persona ni mayor tasa de letalidad que en los brotes anteriores. Ron Behrens, profesor de la London School of Higiene & Tropical Medicine, ha dicho: “El virus es el mismo que en los brotes anteriores de la República Democrática del Congo y Uganda [...]. Incluso a nivel de ADN se trata del mismo virus, pese a algunos polimorfismos”.

Una forma de medir la peligrosidad de una enfermedad contagiosa es mediante el índice R0, el número esperado de casos secundarios que un infectado puede generar durante su período de infección, antes de recuperarse o morir, en una población susceptible. El R0 de la EVE es de 1,2 a 1,9: la mitad del de la gripe o la hepatitis C, la tercera parte del de la gripe aviar, la quinta parte del de VIH y 9 veces menos que el R0 del sarampión.

El análisis de la cadena epidemiológica del ébola indica que las personas más vulnerables son el personal de salud y los habitantes de países afectados que pertenecen a grupos sociales desfavorecidos y con determinantes culturales que favorecen la diseminación de la enfermedad.

En las áreas afectadas por brotes son comunes las ceremonias de inhumación, en las cuales los integrantes del cortejo fúnebre tienen contacto directo con el cadáver. Se trata además de zonas sin las mínimas condiciones de saneamiento y acceso al agua potable, y con escasa accesibilidad a servicios médicos. Hay que trabajar sobre las determinantes culturales y sociales, principales factores que explican la extensión de la enfermedad.

Respecto al personal sanitario, el contacto estrecho sin observar estrictamente las precauciones para el control de la infección ha sido la causa de contagio. Es necesaria la higiene básica de manos, las medidas de protección respiratoria y el uso de equipos de protección personal. No basta tener esos equipos, los profesionales deben estar adecuadamente entrenados para usarlos y no verse sometidos al multiempleo para evitar la fatiga, que aumenta las posibilidades de error.

Analizado el brote de ébola en África occidental y sus determinantes, puede concluirse que no alcanzará el estadio de pandemia, y el riesgo de que una epidemia llegue a América del Sur es extremadamente bajo.

La prioridad es fortalecer infraestructuras de los servicios de salud en los países afectados para suministrar a los enfermos apoyo médico básico, como hidratación y transfusión sanguínea, por encima de la aplicación generalizada de fármacos que están en etapa de experimentación, sin que se conozcan aún su eficacia terapéutica y sus efectos adversos, que pueden no ser despreciables.

Es necesario informar de manera objetiva, transparente y comprensible sobre la evolución de la situación, de forma que se adopten medidas sensatas y proporcionadas. La amplificación del problema estimula respuestas desproporcionadas, sin tener en cuenta que los efectos indeseables de medidas excesivas exponen a la población y al sistema de salud a perjuicios que pueden ser mayores que los atribuibles al ébola. En el brote de 2014 la alarma pública determinó la creación de “guetos” en el barrio West Point de Monrovia-Liberia, se ordenó a los soldados que dispararan a matar sobre quienes intentasen cruzar la frontera, y Occidente discriminó a ciudadanos de países de África suspendiendo vuelos, sometiéndolos a cuarentenas y causando la repatriación de diplomáticos y sus familias.

El DMPS está a disposición de los medios de comunicación para que, trabajando con el rigor y la prudencia aconsejables, difundan aspectos positivos relacionados con la coordinación de actividades sanitarias y la vigilancia epidemiológica, así como la recomendación de medidas preventivas proporcionadas y factibles, que contribuyan a fomentar una respuesta adecuada de la comunidad nacional, más que a destacar noticias de impacto y alarmantes.