El nuevo ministro de Hacienda es el director de una repartición de uno de los principales bancos privados. La nueva ministra de Agricultura es la presidenta del gremio de terratenientes. El nuevo ministro de Industria es el ex presidente de uno de los principales grupos de presión en favor de los empresarios. La lógica es calmar a “los mercados”, luego de una elección reñida y una clase empresarial en rebelión. El gabinete en cuestión es el del segundo gobierno de Dilma Rousseff, en Brasil.
También Tabaré Vázquez designó ministros y otros cargos del gabinete. Las lógicas, con menos ansiedades económicas y políticas, son otras. En el gabinete del segundo gobierno de Vázquez, los ministros parecen haber sido designados con los siguientes criterios, entre los que podemos, más o menos, ubicar a los designados: la cercanía a José Mujica (Fernández Huidobro, De León, Bonomi, Cosse), el premio a la gestión (Kechichián, Aguerre, Murro, Cosse, Basso), el equilibrio político y la garantía a “los mercados” (Astori) y la cercanía a Vázquez (García, Toma, Roballo, Nin, Rossi, Arismendi, Muñoz, Basso).
Para quienes esperaban un “giro a la izquierda”, la luna de miel duró un día. Para quienes esperaban que los ministerios se designaran con criterios técnicos (sea lo que sea que eso signifique) y no de cuotificación sectorial, el escenario es ambiguo (si el criterio fuera este último, difícilmente habría presencia de la 7373 y no de la 711 o de los grupos que apoyaron a Constanza Moreira). En cualquier caso, lo que queda claro es que para el presidente electo la lealtad paga, y que el que viene es un gobierno de Vázquez más que uno del Frente Amplio (FA).
Si bien en las designaciones no hubo sorpresas, esto no significa que el utilizado por Vázquez sea el único criterio posible o esperable. Otro tipo de personajes podría haber poblado el gabinete: desde decanos de facultades hasta dirigentes sindicales y desde ex intendentes del interior hasta políticos jóvenes con proyección.
Raúl Sendic, Carolina Cosse y Ernesto Murro, las figuras con más proyección del gobierno, llegan luego de extensas carreras en altos puestos de la administración pública. En el FA actual, el mejor lugar para los políticos ambiciosos parecen ser los altos cargos de la administración pública y no el Parlamento o los movimientos sociales. Esto tiene sus virtudes, en tanto la experiencia importa mucho para estos asuntos, pero también sus consecuencias para el futuro del FA, de la conformación de sus cuadros y de su orientación política.
Para quienes buscan cambios en la orientación del gobierno o vehiculizar las demandas de las organizaciones sociales, quedan el Parlamento (dadas las ajustadas mayorías con las que cuenta el FA) y la calle. Todo sigue como hasta ahora.