-¿Cómo ampliarías esta síntesis?

-En ciencia hay que saber resumir. Es la manera que encontré de ponerlo en palabras claras. En definitiva es eso, es que descubrí un mecanismo nuevo, un mecanismo molecular. Nosotros somos científicos y nos interesa descubrir cómo las cosas funcionan. Entonces primero descubrimos cómo esa molécula funciona, en qué célula funciona. Cuando me uní a trabajar al laboratorio sabíamos que los ratones que no tienen la molécula que yo trabajo, que se llama Cbl-b, pueden rechazar muchos tumores. En ese momento sabíamos que a dos o tres tipos de tumores que nosotros les inducíamos los rechazaban, pero no sabíamos cómo lo hacían. Ahí estaba la posibilidad de aprender cómo podíamos manipular el sistema inmune.

-¿Cómo se ha desarrollado esta investigación?

-El proyecto básicamente estaba abierto. Sabíamos que los ratones tenían esa capacidad de rechazar esos tumores. El tema era descubrir cómo funcionaba esa molécula, cómo rechaza esos estímulos. Era una pregunta bien abierta que empezabas a hacerla desde lo más chico: qué células controlan esas moléculas, qué células estaban funcionando. Descubrimos que funcionaba en las células NK, Natural Killer. Después cómo están funcionando en esas células. Luego descubrimos un mecanismo molecular. Esta molécula funciona porque en realidad modifica a otra molécula, que son los receptores, y estas dos funcionan como freno. Están ahí evolutivamente para impedir que el sistema inmune esté activo todo el tiempo, porque tenemos mecanismos en el sistema inmune que los frenan. Nuestro sistema inmune, que rechaza infecciones, también es capaz de rechazar cualquier otro antígeno en el cuerpo y hay que tenerlo siempre bajo control. Los tumores son antígenos propios de nuestro cuerpo, entonces el sistema inmune es un poco débil en ver eso, porque está hecho para no reconocer lo propio. Además, el tumor es “inteligente” y logra escapar. El sistema inmune le pone una presión y el tumor logra evadirlo. De por sí el sistema inmune tiene capacidad de rechazar los tumores solo.

-¿En eso se basa la inmunoterapia?

-Sí, es la estrategia que se está siguiendo ahora en la terapia del cáncer y que ha tenido mucho impacto. Consiste en hacer que el sistema inmune se vuelva agresivo porque tiene esa capacidad, lo que pasa es que está siempre bajo control. Entonces la estrategia que se está usando, y que nosotros usamos, consiste en encontrar esas moléculas que de por sí están tratando de que el sistema inmune se quede tranquilo y sacarlas del camino. No lo podemos hacer genéricamente, no lo podemos hacer con humanos, pero hay otros métodos, como el inhibidor que desarrollamos. Se lo podemos dar de tomar al ratón y eso hace que su sistema inmune se vuelva mucho más agresivo contra el tumor.

-Ustedes lo explican como si fuera un freno...

-Lo explicamos como una metáfora de un auto y un freno. Vos estás frenando y una vez que sacás estas moléculas freno -en realidad, inhibidoras o reguladoras negativas del sistema inmune, porque están ahí para suprimirlo-, si logramos terapéuticamente e inteligentemente sacarlos del camino, tenés un sistema inmune mucho más agresivo; ésa es la estrategia que se está usando. La inmunoterapia ofrece lo que la quimioterapia y radioterapia no, cosas más específicas. La quimioterapia y radioterapia no atacan solamente al cáncer, atacan a cualquier célula que se está dividiendo, y tienen muchísimos efectos secundarios. El sistema inmune tiene la capacidad de darse cuenta de cuáles debe atacar, pero necesitamos ayudarlos, necesitamos liberar esos frenos.

-¿Cuáles son las principales ventajas de la inmunoterapia?

-La especificidad. La quimioterapia y radioterapia lo único que hacen es matar células que se están dividiendo. Las células tumorosas se dividen mucho más rápido, por eso también las ataca, pero ataca a cualquier célula en tu cuerpo que se esté dividiendo. Todo el tiempo tenemos células que se están dividiendo, entonces estás atacando todo tu cuerpo, no es específico con las células cancerosas, es un tratamiento muy agresivo con todo tu cuerpo. El sistema inmune te ofrece la posibilidad de atacar el tumor, siempre hay efectos secundarios, pero es más específico. Además, planteamos que se puede dar una pastilla que se absorba y no se tiene que pasar por un tratamiento de complicada administración.

-¿Cuándo podría pasarse de los ratones a los humanos en los estudios?

-Ya está pronto. Nosotros como científicos hacemos hasta acá, no experimentamos con humanos. Sí hemos hecho experimentos con células humanas. Y los primeros resultados que tenemos son que las células humanas se comportan muy parecido a las células de ratones. Esto nos da un indicio de que quizá en humanos funcione bien. Pero como científicos llegamos hasta acá. Mostrás científicamente mediante ciencia básica, académica, haciendo lo más que podés. Los científicos no experimentamos con humanos, eso lo hacen las farmacéuticas, que a partir de los conocimientos generados deciden si les interesa o no. A mí me entusiasma el hecho de que la investigación se haya publicado en revistas internacionales, porque más allá de que te ayuda al currículum, le da una exposición al conocimiento generado que creo que puede atraer mucho más la atención de los farmacéuticos, que son los que después pueden llevar este conocimiento a humanos. Yo no lo puedo hacer.

-¿Las farmacéuticas han manifestado interés?

-Sí, nosotros trabajamos con una compañía farmacéutica que nos desarrolló los simuladores.

-¿La investigación se centró en algún tipo de cáncer?

-Hemos probado con los ratones distintos tipos de tumores inducidos hormonalmente e inducidos genéticamente. Por todos los mecanismos que hemos tenido les hemos inducido todo tipo de tumores que nacen de distintas mutaciones o alternaciones a nuestros ratones, y ellos sí son capaces de controlar esos tumores. Por eso también el conocimiento es más sólido, porque no es una casualidad, no es sólo en uno que responde. No sabemos qué va a pasar en humanos porque somos distintos a los ratones, pero el pasaje a humanos lleva tiempo; siendo optimista, cinco años, y siendo realista, diez años.

-¿Cuánto se s abe de tu trabajo en el IMBA en Uruguay?

-Yo no tengo canales formales con Uruguay, sí tengo amigos que trabajan en el [Instituto] Pasteur, y podemos intercambiar un poco más lo que estamos haciendo, pero nunca trabajé en Uruguay. Soy una persona que me doy cuenta de lo que me gusta, y hasta que no cursé inmunología, que fue el último semestre de tercero, no me daba cuenta de lo que me gustaba. Me presenté a unos llamados, siempre quedaba segunda porque me ganaban los de maestría, y cuando me salió la beca me fui. No tengo contactos formales, así que me entero de las cosas de Uruguay cuando vengo. Dos por tres voy a visitar a mis amigos al Pasteur para ver en qué andan. Cuando me fui ni siquiera existía el instituto.

-Te estás por ir a un instituto de investigación privado de Estados Unidos. ¿Qué vas a hacer?

-Algo muy parecido. Voy a trabajar con moléculas que son muy parecidas a las que ya trabajé. Me van a dar un ratón, voy a ver qué tiene, cómo funciona y qué le podemos hacer. Sigo dentro del sistema inmune. Me parece fascinante, pero ahora me pasa que logro verlo en una aplicación más directa, más palpable; genero un conocimiento que sí hay interés en usar. Ser científico es un esfuerzo terrible. El trabajo lleva mucho tiempo, es muy frustrante, los experimentos casi nunca funcionan. Los experimentos de tumores llevan un año, de repente fuiste al laboratorio todos los días y no te funcionó bien, y ahí a empezar de vuelta. Es muy sacrificado. Obviamente los científicos tenemos una pasión.