Un país cuyo prócer pasó exiliado los últimos 30 años de su vida no puede fregarse en instituciones humanitarias como el refugio o el asilo político. Un país donde, hace no mucho tiempo, miles de personas acusadas de “terrorismo” y “sedición” fueron encerradas en cárceles y mazmorras, sometidas a juicios que no merecen ese nombre, torturadas y desterradas, no puede permanecer indolente cuando ocurren cosas así en otros lugares. Los herederos políticos del colorado Luis Batlle y del blanco Gustavo Gallinal, encarcelados en 1931 en la Isla de Flores por la dictadura de Gabriel Terra y luego expulsados, no deberían tomarse a la ligera el sufrimiento de los reclusos musulmanes en la base militar estadounidense enclavada en el territorio cubano de Guantánamo.
Pero lo están haciendo. El precandidato blanco Luis Lacalle Pou interroga por estas horas al canciller Luis Almagro, en la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes, porque el presidente José Mujica accedió al pedido de su par de Estados Unidos, Barack Obama, de acoger en Uruguay a varios de esos prisioneros, secuestrados y encerrados en el marco de la mal llamada “guerra contra el terror”. El hijo de Luis Batlle, Jorge, aquel ex presidente que prometió un “gobierno divertido” pero dejó al país hundido en la peor crisis económica de su historia, escribió en su cuenta de Facebook que Mujica es “el rey del show” y actúa “para ganar el premio Nobel” de la Paz.
Recibir a los secuestrados es un simple gesto humanitario que no merece ni siquiera las gracias: es lo que hay que hacer una vez que pinta la ocasión. ¿Cómo pretenden que reaccione el presidente de la República ante la solicitud de Obama? El Poder Ejecutivo “no informó, sino que desinformó en este tema”, dijo Lacalle Pou, cuando en estos casos es preciso actuar con discreción porque hay vidas en peligro. “Nuestro rechazo total a ser carceleros de Estados Unidos”, añadió vía Twitter, maquillando con brocha gorda el hecho de que tanto refugiados como asilados son personas libres. “Aceptar presos de Guantánamo es aceptar el régimen de Guantánamo”, dijo el también aspirante blanco a presidente Jorge Larrañaga, sin detenerse a pensar que las víctimas de ese régimen ilegal e inaceptable son los humanos de carne y hueso que han estado allí encerrados, entre ellos los cinco o seis a quienes Uruguay asilará.
“Bastantes líos tenemos aquí para importar los líos de otros”, dijo el precandidato colorado Pedro Bordaberry, olvidando que muchos de esos “otros” no fueron tan mezquinos al recibir a los exiliados de la dictadura uruguaya. Pero capaz que ni lo sabe, porque en esos años él la pasó fenómeno. “Si son terroristas, no los queremos”, dijo el senador colorado y ex vicecanciller Ope Pasquet, a pesar de que no hubo procedimientos judiciales legítimos que determinen esa condición, y él lo sabe.
“¿Por qué [Obama] no los manda al lugar en que nacieron?”, preguntó Jorge Batlle. “¿No hay lugar en Estados Unidos para sus presos en Guantánamo?”, inquirió el diputado blanco José Carlos Cardoso. La respuesta a esos interrogantes la sabe cualquiera que haya leído un diario en los últimos 13 años: ni los gobiernos de sus países de origen ni el estadounidense les pueden garantizar no ya su seguridad, sino la propia vida.
El colmo de la contradicción le correspondió al precandidato y senador blanco Sergio Abreu. “No podemos ser un santuario como se hizo con los etarras”, dijo, confirmando así la información brindada por el diario El País en su editorial del martes: que los gobiernos de Julio Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle les brindaron refugio a ciudadanos vascos “como un acto de cooperación de Uruguay [con España] para desmovilizar a los guerrilleros”. En un inexplicable vuelco, las autoridades detuvieron en 1992 a 30 presuntos etarras y extraditaron dos años después a cuatro de ellos. Abreu debió lidiar como canciller con ese caso y con el del asesinato del represor chileno Eugenio Berríos. ¿Ahora pretende darle lecciones de derecho internacional humanitario al presidente Mujica? ¿Acaso el gobierno que integró no le “hizo favores” al caprichoso Reino de España, al recibir a los vascos primero y expulsarlos luego, al costo de la vida del manifestante Fernando Morroni, baleado por la Policía, y de la aberrante clausura de CX 44 Radio Panamericana, entonces la emisora del Movimiento de Liberación Nacional?
Tal vez Mujica haya sonado soberbio al declarar que su gobierno le haría “un favor a la humanidad” al recibir a los reclusos en Guantánamo. Pero es cierto. Lo otro, no. Lo otro son sanatas de año electoral. Son invocaciones al miedo a lo distinto, a lo que no se conoce, invocaciones a la imagen del musulmán barbudo que arma bombas, empuña una AK 47 y necesita una afeitada, según Batlle, tan seriecito él. El mismo miedo al que apelan propuestas como militarizar la Policía o encarcelar adolescentes. Y esto sí que es soberbia, una soberbia apoyada en verdades a medias y mentiras rotundas que no le hacen ningún favor a la humanidad, a las víctimas de asqueantes violaciones de derechos humanos ni a la ciudadanía uruguaya.