“Cuando yo nací -hace menos de 60 años- no llegábamos a 3.000 millones de personas en el planeta. Hoy en día somos 7.000, lo que significa que en menos de una generación nos hemos duplicado. Pero no es sólo eso, también hemos aumentado fuertemente nuestros niveles de consumo y de emisión de gases nocivos que deterioran la calidad ambiental. Uruguay, de hecho, en aquel momento tenía un nivel de bienestar muy aceptable, pero no era la situación de todos los países del mundo. El mundo ha cambiado mucho”, comenzó diciendo el coordinador general de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Uruguay, Manuel de la Iglesia, al inicio de la presentación del informe que esta institución elaboró acerca de las implicancias de la política energética desde una visión medioambiental. “Los primeros informes -los recuerdo en Italia- fueron como un baldazo de agua fría, pero no hablaban del presente, sólo se limitaban a decir: ‘si seguimos así, vamos a estar mal en el futuro’. El caso es que el futuro llegó: el cambio climático está aquí, ha venido para quedarse, y la prueba más fructífera es que ya nadie habla de combatirlo, sino de adaptarse a él”, continuó.

En la presentación del informe estuvieron los directores nacionales de Energía y Medio Ambiente, Ramón Méndez y Jorge Rucks, respectivamente. Al momento de hablar, Méndez también se remontó al pasado: “Han pasado unas siete generaciones desde la Revolución Industrial, y si bien para nosotros -las personas- es mucho tiempo, para el planeta es un instante y en ese ‘instante’ el consumo de energía se multiplicó por 100”. Mencionó que 20% de la población mundial -casi 3.000 millones de personas- aún tiene acceso deficitario a la energía. Para el director de Energía, esto quizás se deba al “fuerte vínculo” que existe entre el sector energético y la política: “En el mundo, el poder energético se concentra en unas pocas empresas que muchísimas veces están relacionadas con la política, vínculo que dificulta que el acceso se desarrolle de manera igualitaria”. En este sentido, recalcó el “altísimo impacto que tiene el sector energético en los hogares”, razón por la cual cree que “debe haber una mirada multidimensional de la política energética que abarque lo social, geopolítico, tecnológico, económico, medioambiental, ético y cultural”.

Los trajo el viento

Después de asistir a la inauguración del parque eólico Peralta el viernes en el departamento de Tacuarembó, el ministro de Industria, Energía y Minería, Roberto Kreimerman, inaugura hoy en Sierra de los Caracoles el parque eólico Maldonado, cuya adjudicación fue asignada en 2011 a la empresa R. del Sur. Estos dos son los primeros de siete parques que comenzarán a funcionar antes de junio de este año.

Este importante ingreso de centrales de generación eléctrica llevará la potencia instalada por generación de energía eólica a 340 megavatios (MW), teniendo en cuenta los 59 MW actuales y los 100 MW de los parques Peralta y Maldonado. De los otros cinco, tres se ubicarán en Florida: Polesine, que aportará 50 MW, Luz de Mar (18) y Luz de Loma (20). Por otro lado, se pondrá en funcionamiento el parque Gemsa en Lavalleja para generar 42 MW y Luz de Río, entre Flores y Florida, que generará 50 MW.

Para 2015, la Dirección Nacional de Energía (DNE) estima que la finalización de proyectos que están actualmente en ejecución permitirá disponer de 1.000 MW de potencia eólica instalada, por lo que aproximadamente 30% de la energía eléctrica nacional provendrá de esta fuente. A diferencia de lo que ocurre en otros países, la DNE destaca como “un elemento fundamental” que en Uruguay no haya subsidios para la energía eólica, ya que esto conducirá a una “reducción significativa de los costos de generación eléctrica”.

Uno de los desafíos más fuertes que encuentra este tipo de generación eléctrica al día de hoy refiere a la logística de estos parques, ya que para poder transportar los aerogeneradores desde las fábricas al sitio final se movilizan componentes que son en su gran mayoría cargas especiales por su peso o por sus dimensiones.

Méndez evaluó que “la política energética de nuestro país es una política ambiental” y esto “no sólo se debe al desarrollo de energías renovables -aunque sí tiene su parte-, también tiene que ver con la instalación de la regasificadora, siendo el gas natural el más amigable con el medio ambiente de los combustibles fósiles, y asimismo de la planta desulfurizadora, que viene reduciendo en más de 100 veces la cantidad de azufre en nuestros combustibles”. Para 2030, la Dirección Nacional de Energía [DNE] estima que “reduciremos a una octava parte las emisiones de efecto invernadero, si se las compara con las que hubiéramos emitido de no hacer nada”. Y reconoció: “Tenemos carencias en la comunicación, pero estamos convencidos de lo que estamos haciendo”.

El verbo del ambiente

“La energía es el verbo del ambiente; de cómo se conjugue -con qué conocimiento y conciencia- dependerá la calidad de vida y el acceso a un ambiente sano y de bienestar”. Con estas palabras del director nacional de Medio Ambiente comenzó su presentación la autora del informe, Beatriz Olivet, quien enfatizó la necesidad de “no imaginarnos como aislados de la naturaleza”. “Todo proviene de bienes naturales, nuestros procesos y productos, y asimismo sus resultados -los residuos, las emisiones y los efluentes- que a su vez vuelven a la naturaleza de donde volveremos a tomar nuestros recursos naturales para próximos procesos y productos”, razonó.

Olivet resaltó el hecho de que “todos los sectores han aumentado sustancialmente su demanda de energía” y que, siendo los recursos que se utilizan mayoritariamente fósiles, esto resulta “insostenible” para nuestro planeta. En este sentido, ilustró que si seguimos consumiendo como lo estamos haciendo ahora, para 2050 necesitaremos dos planetas y para 2100, cuatro. Nuestro país ha tenido dificultades históricas en lo que refiere al desarrollo energético. Wilson Sierra, el encargado de la división de energías renovables en la DNE, mostró que el hecho de carecer de reservas probadas de petróleo, gas natural y carbón -todos combustibles fósiles- ha sido la principal dificultad, ya que ha generado una fuerte dependencia de las importaciones de petróleo y asimismo, de la variabilidad climática. Según Sierra, esto ha llevado a que usemos 85% de nuestro potencial hidroeléctrico, a lo que se le suma un “retraso en las inversiones” en la materia y un “debilitamiento progresivo de UTE y ANCAP”.

Esta tendencia tuvo un punto de inflexión a partir de 2008, cuando se crea la política energética a corto, mediano y largo plazo, con el objetivo de diversificar la matriz. Según la autora del informe, esto “posibilitó un marco para la concreción de medidas que tuvieron un claro impacto ambiental”.

Aciertos y desafíos

Olivet sostuvo que Uruguay “ha logrado consolidar la incorporación de fuentes de energía renovables no tradicionales [como la fotovoltaica, la biomasa, los biocombustibles y la solar térmica]”. Destacó el desarrollo de la energía eólica, que “ha superado las metas propuestas”. Éstas eran de 15% de participación para 2015, y ahora se aumentó al doble. Alabó el hecho de que “se hayan superado obstáculos como la búsqueda de maximización de beneficios económicos por la venta de energía, considerando también otros aspectos como la soberanía y la sustentabilidad”. En este sentido, se refirió también a la reciente reglamentación de la Ley de Eficiencia Energética y dijo que en cuanto al etiquetado de esta eficiencia “sería interesante que sirviera como semillero del ecoetiquetado en un sentido más amplio, que permita incluir otros aspectos ambientales”. Para la consultora, un “gran desafío” para Uruguay será “la forma en que resolverá la potencial exploración de hidrocarburos en su territorio”, ya que “las acciones proyectadas en el campo de la eficiencia energética podrían verse impactadas si el país tuviera una visión de riqueza y abundancia energética”. También se refirió a las plantas de celulosa instaladas en el país, que, según la autora, “cambiarán sensiblemente la visión macro del consumo y de la matriz energética, que crecerá sustancialmente a expensas de residuos de biomasa”.

Teniendo en cuenta el año electoral, Olivet sugirió al próximo gobierno “sostener y profundizar los principios y líneas de acción de la política energética”.