“El artista es un bicho raro de la sociedad”. Así lo definió Laura González, bailarina y profesora de danza tradicional y popular, fundadora y presidenta de la Comisión Directiva de Arteabita. A lo largo de la charla con la diaria, por momentos se matizó un poco el concepto, “no es que seamos raros, somos un poco diferentes”, y en otros se extremó, “el artista es un kamikaze”. En todo caso, quedó claro que “el arte no es un hobby” y, en este sentido, opinó que “los grandes valientes son los que dejaron sus trabajos estables por trabajos zafrales pero artísticos, trabajos que tienen que ver con lo que realmente aman”.

La vulnerabilidad económica es algo que, en opinión de González, casi todos los artistas tienen en común. La Ley del Artista y Oficios Conexos, creada en 2008, trajo algunas mejoras: “Antes los contratos eran todos ‘en negro’, ahora tenés que estar registrado en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, todos están representados por sus sindicatos, se cobra en regla, no sólo el autor sino todos los que trabajan”. Pero aun así, “los artistas en general, y sobre todo los que responden a las artes escénicas, tienen una gran dificultad para hacerse de un techo propio”, expresó.

La idea de crear una cooperativa surgió gracias a que uno de sus alumnos de danza, quien también es cooperativista, le comentó de la existencia del Plan de Vivienda Sindical del PIT-CNT. El plan cuenta con un Instituto de Asistencia Técnica (IAT) que brinda asesoramiento para formar y gestionar cooperativas de viviendas, con un equipo multidisciplinario compuesto por arquitectos, trabajadores sociales, escribanos y contadores, entre otros profesionales.

González se puso en contacto con el IAT y, por intermedio de las redes sociales, hizo un llamado abierto para todos los artistas que estuvieran interesados. Al poco tiempo había logrado juntar 50 familias procedentes de distintos barrios de Montevideo. “Cuando hicimos la primera asamblea vino un integrante del IAT a explicar de qué tipo de construcciones se trataba, qué ayuda íbamos a recibir, cómo se conseguían los terrenos y el préstamo. Nos explicó todo porque para nosotros era un camino nuevo, y quedamos tan entusiasmados que en 20 días ya teníamos la personería jurídica”, contó. Por su parte, Patricia D’ Ambrosio, periodista y productora audiovisual, encargada de prensa y difusión entre otras tareas, destacó la importancia de ser “la primera y única cooperativa de viviendas para artistas en el mundo, ya que no hay antecedentes, hay algo similar en España, pero en ese caso fueron personas de un colegio que se decidieron a vivir juntas, en una iniciativa cultural pero no artística”.

Las condiciones para entrar en la cooperativa son: ser artista en actividad o trabajar en oficios conexos, ser mayor de 18 años, pertenecer a alguno de los sindicatos del arte, no tener casa propia, no ganar menos de 15 unidades reajustables ni más de 60, participar en la Asamblea General, disponer de dos horas semanales para tareas en comisiones o subcomisiones de la cooperativa, y siete horas para fiscalización una vez que se empiece a construir. En cuanto al aporte económico, la cuota mensual es de 400 pesos por núcleo familiar, sin contar con otros gastos que se suman aparte. Teniendo en cuenta que muchos de los artistas trabajan en forma zafral, como es el caso de “los carnavaleros”, se creó un Fondo de Socorro para que “ese compañero no pierda su techo o su categoría de socio porque no puede pagar la cuota”.

El Plan de Vivienda Sindical les ofrece sistemas constructivos no tradicionales, con costos y tiempos menores. Según informaron, el costo por vivienda sería de aproximadamente 30.000 dólares, y el tiempo total de construcción, alrededor de seis meses. Consultada sobre el costo de las cuotas una vez que las casas estén construidas, González explicó que “en 2012, cuando empezamos, las cuotas de dos dormitorios eran de 2.800 y las de cuatro dormitorios de 4.200 pesos por mes, aproximadamente”. A pesar de que hoy “esos montos tendrían que adecuarse al aumento de los materiales, la cuota por los cuatro dormitorios no estaría hoy arriba de los 6.000 pesos. Es regalado”, dijo González.

Tierras y algo más

Los cooperativistas se reúnen en el local del Congreso Obrero Textil, en Paso Molino, gracias a un convenio por el cual aportan “mensualmente una suma muy chica” y el compromiso de cooperar en las jornadas de limpieza del sindicato. Allí se realizan, además en las asambleas, todos los eventos destinados a recaudar fondos (bailes, bingos, rifas y ferias americanas) y se imparten distintos talleres. Han hecho, a su vez, donaciones de libros y ropa a distintas ONG, y colaboran con el proyecto Minga, del padre Mateo.

“La idea es que a partir de mayo empiecen talleres de cine, salsa, danza tradicional y popular, danza contemporánea y son cubano; estos dos últimos los da un compañero cubano, egresado de la Escuela de Danza de Cuba”, dijeron. Son abiertos a todo público y forman parte de este plan de vida que excede el sueño de la casa propia: “Tenemos un proyecto cultural integrado. No es una academia, pero lo que pretende es la formación completa del artista, sin importar la disciplina que esté eligiendo. Esto no es sólo tener el techo, sino la posibilidad de continuar haciendo aquello que vos querés y que pueda ser una de tus fuentes de trabajo”, dijo González. En lugar del clásico salón de usos múltiples que tienen las cooperativas de vivienda, donde suelen hacerse fiestas y cumpleaños, “queremos algo un poco más grande, con salones, espacio para guardar vestuario, y un teatro, o la posibilidad de poner un telón”, explicó D´Ambrosio.

Uno de los objetivos fijados para este año es conseguir “sí o sí” un terreno, ya que se presentaron a tres sorteos, sin suerte. Sin embargo, el que más les interesa pertenece a AFE y están “peleando” por él desde 2012. Dicho predio tiene algunas ventajas que ayudarían al proyecto cultural de la cooperativa ya que, según dijeron, “alrededor hay una cantidad de cooperativas, hay un solo centro cultural y muchos liceos y escuelas; es una zona riquísima, no sólo rica en historia y cultura”.

Actualmente, son 32 los núcleos familiares que se encuentran vinculados a la cooperativa y la media de edad ronda los 30 años. “El número de cooperativistas bajó, porque a muchos, sobre todo murguistas y gente de carnaval, se les complicó porque tuvieron giras internacionales o talleres en el exterior, y como no pudieron dar cumplimiento hubo que darles de baja”, comentó. En otros casos, las bajas fueron por mudanzas, o se trató de personas que “no pagaron nunca o que nunca trajeron toda la documentación que se requería”.

Por último, destacaron la importancia de trabajar en conjunto. “No todas las personas que llegan a la cooperativa entienden o tienen integrado lo que es el cooperativismo. Todos tenemos que tratar de trabajar con el otro compañero para que haga carne en sí lo que es el cooperativismo, que es, justamente, el compartir, que si vos no tenés y yo tengo, tenemos los dos. Todo eso no se arma de hoy para mañana, el cooperativista se va formando”, opinó González.