Antes de la televisión fue la radio y antes, quizá, la reunión alrededor del fuego. Sin embargo, es improbable que haya habido, en el sentido de ser pasibles de tratamiento, “adictos a mirar el fuego” e incluso “adictos a la radio”. Cuando la televisión llegó a los hogares, y sobre todo cuando la transmisión se volvió continua, muy pronto comenzó a hablarse de “teleadicción”. El camino que viene recorriendo el uso de internet no parece ser tan diferente del de la televisión. Ciberadicción, tecnofilia y tecnoadicción son tres términos que refieren a lo mismo: un uso problemático o abusivo de internet, dentro del que usualmente se incluyen actividades como el juego online, el consumo de pornografía online, de redes sociales y chats, entre otros.

Crece desde el pie

El acceso y uso de internet ha ido en aumento en Uruguay. De acuerdo con datos tomados de El perfil del internauta uruguayo, elaborado por el grupo Radar en 2013, casi cuatro de cada cinco uruguayos tienen al menos una computadora en el hogar. En 2008, sólo 39% de la población era usuaria de internet, y en 2013 los usuarios aumentaron a 71%. El uso más mencionado es la búsqueda de información, seguido por las redes sociales. 31% tiene internet en su celular, con el cual el uso principal son las redes sociales.

Actualmente, la conexión a internet es relativamente barata y accesible. Para el psiquiatra Enrique Probst, ex director de la Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, “internet ha modificado uno de los fantasmas del desarrollo psicológico de los seres humanos, que es el miedo a la soledad”. “Mientras uno tenga un celular y se pase hablando, se forja la ilusión de que está acompañado y en realidad lo está, pero de una manera muy particular”, señaló en diálogo con la diaria. “Poder tolerar la soledad y disfrutar de la vida sin estar pegoteado a un celular, a una computadora o a otra persona, en un nivel de dependencia muy grande, son estigmas en la salud”, agregó.

Adictos a qué

En 2001, cuando todavía no existían las redes sociales, el psicólogo Roberto Balaguer escribió uno de los primeros trabajos en el país sobre la adicción a internet. “En aquel momento hablar de adicción era casi una locura, porque la gente, en general, no tenía internet, pero se empezaba a ver que algunas personas desarrollaban un síndrome muy similar a lo que es una adicción”, explicó Balaguer a la diaria.

La controversia continúa hoy en día en cuanto a qué cosa se es adicto: “Internet es un medio en el que hay un montón de actividades, entonces no se puede ser adicto a una red de redes, no tiene demasiado sentido”. Balaguer planteó que, en todo caso, se es adicto a una actividad determinada dentro de internet: el juego online y, sobre todo, los juegos multiusuarios, la pornografía o las redes sociales, los chats, etcétera. En Uruguay no hay estudios epidemiológicos sobre el uso problemático de las nuevas tecnologías.

Miradas

“Tengo 422 amigos y sin embargo estoy solo”. Así comienza el video Levantar la mirada, realizado por Gary Turk, escritor y director británico, con el objetivo de alertar sobre el abuso de las nuevas tecnologías y en particular de las redes sociales. En él se afirma que “toda esta tecnología que tenemos es sólo una ilusión” de compañerismo y de inclusión, que nos da la sensación de no estar solos promoviendo la distracción y la vana autopromoción. “Levanta la vista de tu celular, apaga los monitores”, aconseja, y muestra en un corto relato las consecuencias positivas de estar conectado con la realidad. El mensaje que transmite es bastante obvio y, sin embargo, encierra una novedad: la crítica a una tecnología que hasta ahora las personas parecían haber recibido mansamente y sin demasiados cuestionamientos.

En estas adicciones no hay una sustancia, pero las transformaciones neurológicas son “similares a los patrones de modificación que suceden cuando la hay”. Las sustancias provocan determinados estados mentales que generan diferentes tipos de conducta. “La modalidad de necesidad, de dependencia, y todo el bienestar que se genera, constituyen un ciclo muy parecido en la adicción a sustancias y en la adicción a actividades”, explicó el psicólogo. Agregó que las consecuencias “pueden ser muy duras; la gente puede llegar a perder mucho dinero, trabajo y vínculos sociales”.

La adicción a una actividad no es algo nuevo; desde hace tiempo se habla de adictos al trabajo, al juego o al sexo, entre otros. Lo novedoso en el caso de internet y las nuevas tecnologías, según opinó el experto, es que “genera una disponibilidad muy alta, por lo que muchas personas que no hubiesen sido adictos al juego o a la pornografía, al tener disponibilidad las 24 horas, se vuelven adictas”. Hace diez años o más, conectarse a internet era más costoso y más complicado; hoy la conexión es “casi por defecto”: “Ahora es como hablar de adicción a la electricidad; de alguna forma todos somos adictos a la electricidad, ya que si no la tenemos estamos desesperados, pedimos que vuelva la luz. Con internet sucede algo parecido: cuando no la tenés empezás a sentir ese síndrome de abstinencia”, opinó. Sin embargo, no todas las personas desarrollan relaciones adictivas con alguna actividad online.

Si bien el adicto tiene su propio perfil, entre las adicciones puede haber una gama de perfiles psicológicos. Para distinguir al adicto del que no lo es, “primero hay que definir el tipo de actividad que desarrolla, verificar que ésta sea para el adicto la única actividad, que le cueste mucho estar sin ella, que sienta verdadero malestar cuando le falta, comenzando un circuito de depresión, ansiedad, irritabilidad, y todo lo que tiene que ver con la abstinencia”, explicó.

Según se lee en La adicción a internet, trabajo que Balaguer escribió en 2001 pero que, según dijo, sigue teniendo vigencia: “Internet es básicamente placentero, de ahí que tenga posibilidades de tornarse una adicción”. La red de redes tiene “cualidades reforzadoras” similares a las de las maquinitas tragamonedas o las de los videojuegos. Asimismo, señala que “la satisfacción de escribir un post, en un foro o en una lista tiene de por sí un efecto terapéutico, en el sentido de que otorga a quien lo hace la sensación de ser ‘escuchado’ o leído por el otro”. El anonimato, a su vez, da a la red un “carácter facilitador” de la adicción, en la medida en “que el control social es escaso o nulo”.

Consultado sobre si atendió pacientes con esta problemática, Balaguer dijo que ha visto algunos y que, en general, eran adictos al juego y a la pornografía online. Tuvo también pacientes adolescentes adictos al juego online, y en esos casos, según señaló, “hay siempre una estructura fallida de límites, de sostén, de contención afectiva y de diálogo”. Saber poner el límite, uno mismo o los padres, en caso de los más jóvenes, es la clave, ya que permite inhibir conductas que parecen producir placer pero que en exceso pueden ser dañinas.

Con respecto al uso del celular, Balaguer señaló que “la dependencia es altísima”: “El celular se ha adosado al cuerpo, ya es una parte de nosotros, y cuanto más inteligente, más apegado”, explicó. Este hecho plantea el problema de la atención y la dispersión y, en este sentido, dijo que “lo que se observa es que la capacidad atencional se ve disminuida con la multitarea”.

En tratamiento

De 100 consultas que se reciben en Fundación Manantiales, aproximadamente 70% son por consumo de drogas, 20% por consumo de alcohol, y el 10% restante engloba distintas adicciones como la ciberadicción, las compras compulsivas, la adicción al juego, y trastornos alimentarios como la anorexia y la bulimia. Así lo explicó, en diálogo con la diaria, la psicóloga Nancy Alonso, quien trabaja desde hace dos años en esa ONG. La mayoría de los consultantes son jóvenes de entre 16 y 19 años, etapa de la vida en la que vincularse y pertenecer a un grupo es casi una exigencia social.

En opinión de Alonso, “las consultas sobre ciberadicciones son menos porque hay una negación de la problemática por parte de los padres y de los propios jóvenes”. En general, son los adultos los primeros que consultan, pero, según dijo, “antes de hacerlo buscan miles de estrategias y por eso muchas veces llegan aquí agotados”. Sobre cuándo es conveniente consultar, explicó que “la situación se vuelve problemática cuando la persona se aísla, vive su vida a través de la computadora, sus actividades y sus vínculos son virtuales, y la comunicación familiar se pierde. Es un escape de la realidad y sobre todo de mi realidad, porque no me gusta o porque es dolorosa, o porque no me siento seguro”.

“Lo que siempre tratamos de transmitir es que es importante, desde edades tempranas, fomentar la conversación, el diálogo familiar, tener un espacio, aunque sea acotado, para hablar, pero sobre todo para escuchar al hijo. Los padres solemos hablar mucho y escuchar poco. Eso es un error, porque ellos van a buscar a quien los escuche y si no lo encuentran van a buscar algo que les alivie esa tensión interna. Cualquier adicción es un vehículo, un canal para aliviar esa tensión”, expresó.

Existen varios tipos de tratamientos para estas adicciones en esta ONG: internación, centro diurno, tratamiento ambulatorio, terapia individual. Elegir el más adecuado dependerá del grado de dependencia, el compromiso que el paciente tenga para cambiar y el apoyo familiar con el que cuente. De los casos de ciberadicción que se atendieron allí, todos han sido ambulatorios y recibieron terapia de grupo e individual, y tuvieron una duración aproximada de dos años. Según explicó Alonso, “si bien el adicto nunca deja de serlo, aprenden a encarar su vida, a enfrentar frustraciones, a no evadirse y, sobre todo, a hablar, a decir lo que antes no decían”.