Al partir

El dirigente del sindicato del gas Martín Guerra también integró el grupo de viaje, aunque en varias oportunidades se abrió de la agenda común para establecer contactos con trabajadores locales del sector. Se reunió con el secretario general y el vicepresidente del sindicato de la energía de Bélgica (este último a cargo de monitorear las inversiones en terceros países), quienes se pusieron a disposición para aportar información acerca de las condiciones de seguridad requeridas en la industria, los niveles salariales y sobre cómo se relacionan con la patronal. Guerra destacó que en Bélgica los empresarios deben contestar por escrito los planteos de los trabajadores. En este sentido, adelantó que sus colegas pidieron que les envíen aquellas cuestiones que generan dudas para derivarlas a GDF Suez y dejar documentado, por ejemplo, cómo será el proceso de contratación y capacitación de la mano de obra uruguaya. En otro orden, los dirigentes belgas alertaron sobre una situación que se ha dado en otros países en los que GDF Suez y otras compañías han construido y operado regasificadoras antes de traspasar el control. La advertencia apuntó a que no siempre entregaron la planta en condiciones óptimas, provocando alteraciones y por tanto la necesidad de extender la concesión o de firmar nuevos contratos para solucionar los inconvenientes, con el consabido costo.

Ése fue el pensamiento generalizado de periodistas, delegados políticos y técnicos al concluir la exposición ofrecida por autoridades de Fluxis, la empresa que opera la regasificadora de Zeebrugge, activa desde 1987. La escena ocurrió el miércoles 21 en el marco de un viaje organizado por Gas Natural Licuado del Sur (GNLS), filial uruguaya de GDF Suez, adjudicataria de la construcción en Puntas de Sayago de la planta que estará culminada a mediados del año que viene y funcionando en setiembre, según confirmaron las autoridades de GDF Suez durante una entrevista con la delegación uruguaya, en sus oficinas en Bruselas.

La planta de Zeebrugge -como todas las de su tipo, se autoalimentan de gas para su cadena productiva- abastece 17% del mercado local belga y 10% del europeo, habiendo recibido desde su inauguración un total de 1.300 barcos con gas licuado. Cuenta con una capacidad de almacenaje de 380.000 metros cúbicos en cuatro tanques semienterrados, siendo este sistema el que marca la diferencia con el que se usará en Montevideo, donde el almacenaje (que será de 263.000 metros cúbicos) y la regasificación se harán íntegramente sobre un barco que se está construyendo en Corea del Sur. Será el más grande del mundo en su especie, pero no estará pronto hasta 2016. Mientras, GDF Suez destinará otro barco para esa tarea.

La dinámica implica que los barcos cargados con gas licuado atracan en paralelo a la planta y mediante una estructura denominada yeti traspasan el producto a la planta, donde se almacena y regasifica según las necesidades, para luego ser ponerlo a circular por los gasoductos. Al igual que ocurre en Zeebrugge, cuando arriben los cargueros a Montevideo el tránsito por el canal de acceso al puerto no podrá ser transitado por otras naves, como una forma de prevenir accidentes. Este tiempo, que en Bélgica es de entre 20 y 30 minutos, en Montevideo será de una hora, según lo estimado por el prefecto de la terminal uruguaya, Marcelo D'Anatro. El cronograma de llegada de los barcos se conoce con un año de anticipación, de manera tal de planificar el funcionamiento general.

La construcción de la planta fue una decisión tomada a mediados de los 70 por el gobierno belga en el marco de una crisis petrolera que desabasteció a Europa. La ingeniería estuvo a cargo del grupo Suez (responsable hace 100 años del canal al que le dio su nombre), también su operativa, pero esto fue así hasta 2008, cuando se fusionó con Gaz de France y la Comunidad Europea la obligó a desprenderse de algunos activos para evitar el monopolio. Hoy GDF es uno de los principales clientes de Fluxys.

Desde su inauguración no ha habido accidentes vinculados al transporte o procesamiento del gas licuado, ni conflicto social por su existencia, salvo cuando comenzó su edificación y muchos de sus pobladores cercanos abandonaron temporalmente el lugar. La zona es netamente turística, y durante el verano europeo la visitan 3.000.000 de personas, contra las 4.000 que viven de manera permanente. La regasificadora está situada a 1,5 kilómetros de la costa, un kilómetro menos de la distancia que tendrá en Uruguay.

Se achica

Para poder transportarlo y que sea rentable, el gas natural de extracción subterránea debe enfriarse a -160 grados Celsius, temperatura a la que se licua y reduce 600 veces su capacidad. Así se traslada por el mundo desde los países productores a los importadores, donde, una vez en las plantas, se eleva su temperatura hasta devolverle el estado gaseoso. En este proceso se utiliza agua, que en Montevideo será bombeada desde del Río de la Plata. Al culminar el proceso (que será prácticamente permanente), el agua debe ser devuelta al cauce a la misma temperatura, con un margen superior de 3º en un radio de 100 metros.

Tanto la química Lucía Castillo, de la Dirección Nacional de Medio Ambiente, como la ingeniera Cecilia San Román, de la Dirección Nacional de Energía, señalaron que tanto la temperatura como la cantidad de cloro que se vierta al río serán claves en la tarea de contralor estatal. El cloro se agrega al agua durante el proceso de regasificación para evitar que se adhieran crustáceos en las cañerías.

Muchas de las incertidumbres que hay en Uruguay sobre esta industria, planteadas por la denominada Coordinadora de Vecinos del Oeste, quedaron laudadas teóricamente durante el viaje (se indicó que el gas natural no explota, aunque sí puede provocar incendios; que en caso de una fuga el fluido se eleva, a diferencia del supergás que desciende, y que por lo tanto no es contaminante), aunque los integrantes de este colectivo rechazaron sumarse a la delegación para la que habían sido invitados, por considerar que se trataba de una mera maniobra de “convencimiento”.

Una semana antes, sí hicieron el viaje otros vecinos organizados de la zona, tal como lo destacó el alcalde del Municipio A, Gabriel Otero, que asistió en representación del Frente Amplio. El gobernante consideró que esta instancia, así como las 30 asambleas barriales que se hicieron en el municipio, permitieron acceder a información, la que a su vez posibilitará un “control” social.