En el contexto de la elección de rector en la Universidad de la República (Udelar) se han difundido documentos que apelan a la construcción de nuevos equilibrios o a la renovación como consigna, pero que encierran una disputa de modelos de universidad que no son enunciados. En esos documentos se plantea que algunas de las políticas desarrolladas a partir de 2006 -la descentralización y la extensión universitaria- han sido una suerte de escollo para alcanzar la excelencia académica.

En sendos documentos de apoyo a la candidatura de Roberto Markarian, así como en el autodenominado Espacio Renovador Universitario, se sostiene que la extensión se encuentra “excesivamente centralizada y desligada de los centros académicos donde se cultivan las disciplinas involucradas”, o se mencionan ejemplos de actividades pero excluyendo expresamente a todas las que se han implementado desde 2006. En una entrevista publicada el 26 de junio por el semanario Voces, el propio Markarian manifestó: “No puede ser que la extensión se considere ensuciarse los pies en el barro y nada más”. Ninguna de estas afirmaciones se sostiene en algún argumento o en el análisis específico de algún programa o política de extensión realizada en estos años. Parece tratarse más de consignas electorales que de debate político universitario. En el fondo, se demuestra un importante desconocimiento de la extensión universitaria y sus problemas.

La Universidad constituye un espacio de disputa donde naturalmente se expresan y cultivan diversas corrientes, concepciones y producciones. La búsqueda de equilibrios no debería fundarse en el desconocimiento de alguna de estas expresiones, sino en el reconocimiento recíproco, en información compartida y en el análisis de situaciones concretas.

En algunos casos operan falsas oposiciones, que es bueno señalar para contraponerlas con la realidad. Asumir la tarea universitaria en su complejidad supone la permanente integración entre las funciones clásicas de enseñanza, investigación y extensión. Superar el tratamiento de estas funciones como compartimentos estancos exige asumir con contundencia que todas ellas adquieren sentido si se ponen al servicio del eje central de la práctica universitaria: la producción de conocimiento crítico sobre la realidad social y sus complejidades.

La extensión universitaria permite realizar conexiones creativas entre lo particular de las problemáticas y sus condicionantes universales, entre el conocimiento producido y el conocimiento por producir, sus posibles usos -no necesariamente inmediatos- y su significación social. Supone siempre, en el decir del profesor José Luis Rebellato, plantearse el problema de cómo se producen los conocimientos y quiénes son los sujetos de esa producción.

Realizar esas conexiones y producir las condiciones para un efectivo diálogo de saberes implica generar espacios de encuentro e intercambio crítico, sin renunciar a la responsabilidad universitaria de realizar sugerencias desde la autonomía para el análisis y la controversia, en el debate teórico sobre categorías, en sus implicancias prácticas y en la pertinencia social de ese conocimiento que se produce con el mayor rigor y compromiso.

Se debe avanzar evitando falsas dicotomías y generalizaciones. Las áreas del conocimiento y el desarrollo de las ciencias adoptan formas particulares y requieren estrategias teórico-metodológicas diferenciadas, cultivan distintas tradiciones, especializaciones y concepciones. La generalización de las experiencias de extensión viene con el desafío de romper los compartimentos y generar vasos comunicantes entre las prácticas, favoreciendo la mutua interpelación entre disciplinas, funciones, conocimientos y personas. Esto abre posibilidades para el conjunto de la producción científica, incluyendo la investigación teórica o altamente especializada, para pensar en la cooperación, el trabajo, la producción sobre fundamentos nuevos e integrando otros aportes desde las tecnologías, las humanidades, las artes y sus conexiones creativas.

La agenda de nuestra Udelar, lejos de estar embarrada, está condicionada por intereses externos, por demandas del mercado y por los requerimientos de los agentes gubernamentales, siendo en el conjunto menos preponderantes los aportes hacia los sectores populares y sus preocupaciones. En dicha agenda está aún más lejos la disposición a la interpelación mutua desde las organizaciones populares, para una efectiva transformación que, como sabemos, no surgirá del interior de las estructuras universitarias. Los trabajadores y sus organizaciones deben recuperar la Udelar, llenarla de barro: rodearla, molestarla, incomodarla, es decir, hacerla efectivamente pública.

  • Los autores son integrantes de ADUR-Extensión. Esta columna es una síntesis de un documento de autoría colectiva disponible en http://adur-extension.blogspot.com/