Frente a la próxima elección de un nuevo rector de la Universidad de la República (Udelar), el 28 de julio María Simon publicó en la diaria un excelente artículo de opinión (http://ladiaria.com.uy/ACuE). Equilibrado, llamando a un análisis conceptual y respetuoso de los candidatos. Me preocupan, dice María, algunas declaraciones que tildan a Markarian de elitista o suponen que Rico no prioriza la calidad académica, contra lo que atestiguan sus respectivas trayectorias. Le envié en el momento un mensaje de acuerdo y apoyo, pues lo suyo fue un llamado a elevar el nivel de las confrontaciones sobre los desacuerdos con uno u otro candidato.

En lo personal, firmé a favor de la candidatura de Markarian porque comparto su estilo, sus énfasis y propuestas, y conozco su vasta experiencia universitaria y su capacidad de gestión. Pero esto no supone desconocer los méritos y valores del profesor Rico, ni atribuirle pensamientos o intenciones que caricaturicen y desacrediten sus convicciones.

La columna de opinión publicada por la diaria el jueves 31, firmada por Manuel Flores (http://ladiaria.com.uy/ACvI), contraviene y sobrepasa todo límite razonable en relación con el llamado que entiendo que hizo María Simon. Es una muy antigua y conocida técnica construir una caricatura del eventual adversario y luego derrotarlo refutando las propuestas y argumentos que inventamos en su nombre. Constituye una táctica tal vez hábil, mañosa, pero de corto alcance. Sospecho que la gran mayoría de los universitarios, tal vez corresponda decir de los ciudadanos, está harta de ese estilo. Cuando los problemas son serios y complejos, la gente en general exige respeto, autenticidad y, por qué no, capacidad de autocrítica. El respeto por el adversario, por el lector y también por sí mismo debería prevalecer.

Que Roberto Markarian es academicista o elitista provoca en el mejor de los casos risa.

Por los estudios académicos que acompañan su firma, Manuel Flores sabe bien, al menos para sí, lo que significa la calidad. No todos podrán hacer lo mismo, pero debemos al menos intentar que todos los jóvenes tengan una formación excelente, en un amplio abanico de opciones terciarias y universitarias, dentro de un sistema nacional integrado, con un tránsito fluido tanto horizontal como vertical.

Sin duda, hubo durante el reciente período de rectorado avances en el desarrollo universitario, pero también -enhorabuena- críticas que no es necesario dramatizar, ni agredir a quienes las formulan.

Que la descentralización de la enseñanza superior es un logro trascendente lo compartimos y lo vivimos, cuando hace más de 50 años creamos la Estación Experimental en Paysandú, hoy Mario Cassinoni. En este último período rectoral se conjuntaron con éxito en el interior, recursos y programas de diversas instituciones, como las carreras en ciencias forestales, localizadas en la sede del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) de Tacuarembó. A primera vista, aparecen otros logros de muy buen nivel y algunos que tal vez no correspondan al quehacer universitario, o que deban mejorarse y modificarse o coordinarse con UTEC. ¿Debe o no evaluarse todo lo realizado? ¿Es esto motivo de enojo? No lo creo; por el contrario, tanto Rico como Markarian así lo han manifestado.

Del mismo modo, corresponde evaluar y definir la función universitaria de extensión según lo expresado por un destacado profesor universitario en reciente informe: a “la actividad de extensión se le supone asociada a la actividad académica y por consiguiente debería estar enmarcada en los fines universitarios. Debe haber un retorno a la academia para que la experiencia enriquezca las demás funciones académicas”. Valorar y apoyar pues la extensión, en sus múltiples expresiones, integrada a la enseñanza y a la investigación, de eso se trata.

Finalmente, felicitemos a ambos candidatos por haber concurrido a una maratón de paneles de análisis sobre sus respectivas propuestas universitarias. Esos diálogos elevan el nivel de la discusión, fortalecen a la institución y permiten y estimulan la participación de los órdenes, fundamento del cogobierno universitario y de su autonomía ante el poder político.