La semana pasada se llevó a cabo un plebiscito estudiantil nacional y simultáneo organizado por la Federación de Estudiantes Universitarios de Uruguay (FEUU) para definir la postura de ésta ante la elección del rector de la Universidad de la República. La cantidad de votantes (unos 4.000) no fue acalambrante, pero teniendo en cuenta el poquísimo tiempo que hubo para su organización; el boicot de algunas facultades (que por estar sus centros de estudiantes en contra de su realización decidieron no permitir la colocación de urnas); y la amenaza de no acatamiento (por parte de esos mismos centros) fue una participación razonable.
De estos votantes, 87% eligió a Álvaro Rico, mientras que 10% apoyó a Roberto Markarian. Este resultado se explica en parte porque los centros de estudiantes que boicotearon el plebiscito son los que apoyan a Markarian.
El maratónico y bizantino proceso de elección del rector está a punto de terminar, y son los estudiantes quienes tienen la palabra. La razón es muy simple: en la Asamblea General del Claustro (AGC, órgano en el que se elige el rector), la diferencia de fuerzas entre los candidatos es mínima, si no inexistente. Docentes y egresados votarán divididos, por lo que si la FEUU fuera con una postura única, ésta elegiría al rector.
Ésta es la razón de ser de la histórica unidad de la federación ante este tipo de decisiones, y la razón por la que el plebiscito estudiantil está previsto en sus estatutos: para destrabar la situación en caso de que en la convención no se alcancen las mayorías especiales necesarias para tomar postura común. El plebiscito fue, además, una manera de darles a los estudiantes no representados en la AGC (por ejemplo, quienes estudian en el interior) la oportunidad de participar en la elección del rector.
Por esto, es problemático que se haya boicoteado y luego no se acate el mandato emanado de este plebiscito. En particular cuando la razón para hacerlo es una objeción procedimental (la acreditación del Centro de Estudiantes de Relaciones Internacionales en la convención) que no hace al centro de la cuestión, ya que era imposible que en la convención hubiera mayorías especiales y que, por lo tanto, se evitara el plebiscito.
No soy estudiante (los estudiantes de posgrado, por alguna razón, no somos considerados parte del orden estudiantil) y cuando lo era no era militante de la FEUU. Por ello, mi autoridad para opinar sobre la interna de la federación es muy limitada. Aun así, entiendo que en una situación de esta importancia, es malo para el movimiento popular uruguayo, y por lo tanto para el país, que una organización como la FEUU salga debilitada y dividida.
Además, el no acatamiento del mandato por parte de los centros afines a Markarian generará una situación complicada adicional: al mantener la situación de relativo empate, podría poner la elección del rector en manos de la Corriente Gremial Universitaria (agrupación estudiantil afín al Partido Nacional), que a pesar de tener una muy pequeña representación en la AGC, en una elección extremadamente pareja es de las pocas organizaciones universitarias que todavía no tomó postura, y por lo tanto puede tener la llave de la elección.
Sería especialmente irónico que esto ocurriera después de una campaña en la que los dos candidatos se dedicaron a correrse mutuamente por izquierda; acusando los partidarios de Markarian a Rico de ser demasiado cercano al gobierno, y los partidarios de Rico a Markarian de elitista.
En una elección en la que se discuten cosas tan importantes como la expansión de la Universidad en el interior, la función de la extensión universitaria y diferentes maneras de entender la enseñanza y la producción de conocimiento, la elección parece sumida en una lucha por proxy entre sectores de la izquierda y en discusiones procedimentales. Aun así, el resultado está abierto, y los estudiantes siguen teniendo la palabra.