En relación con la decisión que deberá tomar la Universidad de la República (Udelar) existen diversas lecturas. Es cierto que con la elección del nuevo rector se pone en juego poca cosa, en la medida en que se resolverá una responsabilidad institucional en un colectivo de dirección. Pero también es posible sostener que hay más en juego. Las pasiones y controversias que han sacudido en estas semanas al mundillo interno de los universitarios y la atención que les han prestado algunos medios de comunicación parecen indicarlo. Incluso con claras rispideces y hasta humores exaltados.
Paradoja. Por un lado, en nuestra Udelar el rector sólo tiene un lugar en un Consejo Central compuesto por veinte integrantes que votan (y algunos más sólo con voz). Sin embargo, el rector es una figura relevante en la escena nacional; es quien representa a todos los universitarios; tiene la responsabilidad de ser la voz de la Udelar, sus órdenes, sus funcionarios, sus servicios, sus puntos de vista y orientaciones.
Pero además el rector no es solamente una figura representativa que reivindica el “adentro”, la interna. También carga con la tarea de representar a la sociedad en la orientación institucional. El rector es reconocido y hasta querido en la sociedad, por lo mucho que la Udelar ha representado y representa. Y por ese motivo es un interlocutor central en el diálogo no siempre fluido de la sociedad con el poder político, y un potencial articulador de las múltiples expresiones del colectivo nacional.
Esos argumentos fortalecen la idea de que hay ciertas cosas relevantes en juego, más allá de continuidades o variantes en el microcosmos universitario. La elección de rector es una oportunidad para recuperar el debate de políticas universitarias, por momentos escamoteado, y ventilar puntos de vista que expresan visiones diferentes, por lo cual se han propuesto dos candidaturas de universitarios de larga trayectoria y sobrada capacidad.
Ha resultado interesante la difusión de las plataformas y propuestas de trabajo de ambos candidatos, documentos complementarios, entrevistas en los medios y la realización de un alto número de debates, con un muy buen nivel de discusión y respeto mutuo. Todo ello ayuda a al clima interno y ofrece un buen marco para procesar decisiones.
Frente a las opciones planteadas -y con total convicción-, apoyo la candidatura de Alvaro Rico.
En primer lugar, porque creo entender que hay una batalla cultural en curso y que Rico es quien representa mejor un sentido de cambio comprometido con el desarrollo de la Udelar pero también con el país en su conjunto.
Considero necesario un esfuerzo para avanzar en la dirección de abrir aún más las puertas de la Udelar a la sociedad toda y disolver las fronteras artificiales entre el mundo universitario y el medio social. El riesgo de ensimismarse, de volverse autorreferencial, hoy está más presente que siempre. Las dinámicas endógenas devienen en endogámicas. Es necesario multiplicar ese esfuerzo, procurar superar el punto de vista particular, individual, de capilla, trascender el interés directo de una microcorporación interna. La política universitaria no puede ni debe ser reducida a una disputa por recursos más o menos escasos y sus formas de distribución. En el pasado reciente se han construido políticas eficaces y con visión de largo plazo, aun sin contar con recursos extraordinarios. Por eso, al analizar las perspectivas de política universitaria prefiero referirme a “la Universidad” y no a “La Institución”, un sutil pero para nada inocente deslizamiento terminológico que ha ido ganando espacios en los últimos tiempos.
Necesitamos un esfuerzo sostenido de construcción de un “sentido común” posible para toda la Udelar, alineado con un “interés general” de la sociedad.
Las tareas son muchas. Destaco algunos, de entre los múltiples desafíos que enfrentará la conducción universitaria en lo inmediato:
• Retomar la disciplina de pensarse en función de objetivos sociales generales, de desarrollar una planificación estratégica y aplicarla.
• Profundizar y diversificar los vínculos con la sociedad uruguaya: con los ciudadanos universitarios y no universitarios, con las organizaciones sociales, sindicales, cooperativas; con las empresas y con las instituciones del Estado; con énfasis en los sectores más vulnerables o con menor acceso a bienes y servicios materiales y culturales.
• Muy en particular, consolidar y profundizar el despliegue en todo el territorio, sobre todo en el Interior, con más institucionalidad, más cobertura y más calidad.
• Profundizar y desarrollar los procesos de internacionalización universitaria e integración regional, retomando un papel de liderazgo y referencia en escala global.
Finalmente, entiendo que la tarea de un rector –nunca sencilla- se complejiza hoy por algunos requerimientos particulares. Entre ellos el de gestionar “el día después” de esta elección, contribuyendo a recomponer un espacio de convivencia interna y convocar a nuevas y ambiciosas metas.
- El autor es arquitecto desde 1982 y docente universitario desde 1985. En la actualidad consejero docente en la Facultad de Arquitectura. Fue Decano de esa Facultad de 2001 a 2009. Integró la Asamblea del Claustro de la Facultad y la Asamblea General del Claustro Universitario en varios períodos.