Llegó ayer a las 16.00 a Casa del Pueblo, la sede de Partido Socialista. Pidió un café y empezó a hablar de la campaña electoral y de la necesidad de colocar en la agenda propuestas concretas para un eventual tercer gobierno del Frente Amplio (FA). Álvaro García trabaja en el diseño de un Sistema Nacional de Competitividad que pretende ser, junto al Sistema Nacional Integrado de Cuidados, uno de los grandes programas para el próximo período, en caso de que el FA gane las elecciones.

-¿Han tenido dificultades desde el comando para que la militancia frenteamplista se entusiasme con estas propuestas?

-En la campaña se ven cosas como lo de la bandera, que viene de un candidato que dice que habla sólo de propuestas. Con total honestidad, si mirás las propuestas programáticas de los partidos tradicionales, 60% o ya están hechas o se están implementando. Hay otras con las que discrepamos abiertamente, por ejemplo, la baja de la edad de imputabilidad penal. Y después tienen propuestas que son compartibles, como agencias locales de desarrollo o de competitividad. Ahora bien, son banderas desarrolladas estos años. Hay un spot que salió hoy [por ayer] de Lacalle que parece oficialista, porque lo mirás y las imágenes que pasan son cosas que se hicieron en los gobiernos del FA. Puede haber muy buenas campañas publicitarias y buenos asesores de marketing que lleven a buenos resultados, pero esos asesores no van a estar sentados a la hora de gobernar; el que dirige el país es otra persona.

-¿En qué consistiría concretamente el Sistema Nacional de Competitividad?

-La competitividad es bastante más que la evolución del tipo de cambio. Hay roles a jugar por parte del Estado y de las empresas. Tener infraestructura adecuada y mano de obra calificada es fundamental, pero también importa el desempeño de las empresas, y en esto el Estado va a jugar un rol importante, por medio de la acción conjunta de seis agencias; la primera, una agencia nacional de desarrollo para mejorar la gestión de los empresarios, que muchas veces conocen lo productivo pero necesitan asesoramiento en materia legislativa, laboral o financiera. Desde esta agencia se promoverá también la asociatividad, la generación de cadenas y desarrollo de proveedores. Las otras cinco agencias son: la Agencia Nacional de Investigación e Innovación [ANII], el Instituto Uruguay XXI, el Instituto Nacional de Cooperativismo, el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional y la Corporación Nacional para el Desarrollo, que si gana el FA se va a transformar en una agencia exclusivamente de infraestructura.

-¿Quién va a estar a cargo de la coordinación de todos esos programas?

-Creemos que hay que darle un gran impulso a la Oficina de Planeamiento y Presupuesto [OPP]. Hay que retomar algunas iniciativas del primer gobierno del FA. En esa gestión de la OPP están los únicos planes a largo plazo, como Uruguay 2030, que tenía escenarios de prospectiva, y el Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación de la ANII.

-En este período hubo tensiones entre la OPP y el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). ¿Hacen una autocrítica de eso?

-En su momento dije que una de las peores cosas que podíamos hacer era perder la unidad en la política económica. Me pareció desacertado que hubiera dos visiones, y es algo que debió ser evitado. Hay un programa de gobierno y todos los “astros” deben estar alineados atrás de él. Diferencias hay siempre, porque la visión del Ministerio de Industria no debe ser la misma del MEF o la del Ministerio de Ganadería, pero lo importante es la visión de equipo.

-¿Es un tema de las personas que ocupan el lugar, o se necesita un cambio en las competencias de la OPP y el MEF?

-Las competencias están bien. Puede haber detalles, pero están claras las divisiones. Lo que hay es un tema de concepción general, de conducción del Estado desde Presidencia para abajo, de comunicación fluida y trabajo en equipo.

-¿La impronta personal del presidente puede explicar algo?

-Puedo hablar de mi experiencia con Tabaré Vázquez, que fue un lujo. Llegábamos los lunes al Consejo de Ministros y había un orden del día con temas a tratar, a veces había alguna exposición y hablaban los ministros. Eso funcionaba, es la experiencia que tengo y creo que se va a repetir.

-¿Visualiza un gabinete ministerial con menos peso de los sectores del FA, en caso de que gane Vázquez?

-Yo no defino el gabinete, por supuesto. Conceptualmente, creo que en el gobierno tienen que estar los mejores, y los mejores pueden estar en cualquier sector.

-Durante un tiempo, los empresarios vieron con malos ojos el acceso de la izquierda al gobierno. Tras dos gobiernos del FA, ¿cómo se articula la visión de los negocios de esos empresarios con la de un gobierno de izquierda?

-Hay diferentes empresarios, diferentes sectores y comportamientos distintos. Hay empresarios más tradicionales, que vienen de una relación cercana con el Estado y de fuertes requerimientos de apoyos. Eso es consecuencia del batllismo de mitad de siglo, del “país optimista” del que habla [Julio María] Sanguinetti, que nos dejó un país cerrado y con demasiadas vinculaciones de los empresarios con el poder político. De esa etapa -no del primer batllismo, más progresista, de Pepe Batlle- heredamos ese tipo de empresarios. Tenemos también gente más joven o de sectores más dinámicos no tan acostumbrados a pedir, sino a emprender y asumir riesgos. A este tipo de empresarios hay que fomentarlos. Hablamos mucho tiempo de la reforma del Estado, pero también tenemos que darnos cuenta de que es necesaria una reforma del sector privado.

-El Estado es un actor central de la economía. ¿No debe pensarse también en la necesidad de mejorar la productividad de sus trabajadores y la eficiencia de su actividad?

-Sí, por supuesto. Hay temas legales que hay que remover, pero la manera de avanzar es no plantearse la “súper reforma” del Estado que busque solucionar problemas de una vez y para siempre. La tecnología nos va a permitir avanzar fuertemente, pero hay que agregarle voluntad política.

-¿Qué papel jugaría el Fondes en un eventual tercer gobierno del Frente Amplio?

-A la luz de la experiencia, tenemos que realizar ajustes. Por ejemplo, utilizar más algunas herramientas incluidas en el Fondes, como el capital semilla, las microfinanzas, los fondos de garantía, y asignar los recursos correspondientes ahí. Por supuesto, hay que seguir con el apoyo a las empresas de capital social, pero de una manera mucho más atomizada. En Uruguay hay muchas empresas, e incluyo a los emprendimientos unipersonales, que hacen maravillas con muy poca palanca monetaria, y por eso tenemos que atomizar mucho más el uso de recursos; que lleguen mucho más a la gente.

-¿Se necesitan políticas más selectivas o dirigidas en materia de inversión extranjera directa?

-En la Ley de Promoción de Inversiones ya hay direccionamientos previstos, y con los planes a largo plazo, que es algo para retomar, también hay que hacer apuestas sectoriales. Hoy tenemos consejos sectoriales, pero hay que potenciarlos todavía más; alinear las agencias, que trabajen más juntos Uruguay XXI y la ANII, en línea con un gabinete más potente que unifique al gabinete productivo, al innovador y al de comercio exterior. De todas maneras, tenemos que mantener una igualdad de oportunidades para capitales nacionales y extranjeros, sin discriminación. Hay que establecer reglas de juego claras, y no pensar que todas las inversiones son nocivas. Uno de los roles que hay que fortalecer es el de la Dinama [Dirección Nacional de Medio Ambiente], para agilitar procesos y para estar más tranquilos en que como sociedad estamos cuidando el medio ambiente como corresponde.

-Los recientes procesamientos por corrupción en la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), ¿afectaron conceptualmente a la representación social en los organismos?

-Lo que pasó en ASSE son patologías; no todos los uruguayos que tienen participación social van a actuar de esa manera. Es una excepción, hay que reforzar esa idea. No creo que lo que pasó en ASSE deslegitime la participación social o el trabajo con empresas tercerizadas. Es un aprendizaje para mejorar los mecanismos de control, que en este caso no funcionaron adecuadamente.

-Todo hace prever un enlentecimiento de las economías de Uruguay y de la región en 2015 y 2016. ¿Hay que acompañar esa situación con un aumento más moderado del gasto público, o la relación gasto/Producto Interno Bruto es la correcta?

-Para la derecha uruguaya, la única variable que existe en política fiscal es el gasto público, y eso no es así. Basta ver las inmensas contradicciones que eso genera en campaña, con candidatos que prometen bajar impuestos y subir el gasto, sin explicar cómo hacerlo. Después de muchísimos años de déficit fiscal crónico, el FA logró rescatar a la política fiscal como una política macroeconómica, y todo el tiempo ha estado en cuestión, por ejemplo, en la elaboración presupuestal. En materia de sustentabilidad de deuda, que es lo que termina afectando la política fiscal, en los últimos años la deuda en términos del producto ha seguido bajando; por lo tanto, la política fiscal que hemos tenido sirvió para que la deuda sea sustentable; los objetivos de deuda planteados se pueden cumplir. ¿Esto quiere decir que ya estamos cumplidos? No, hay que ver cuáles son las condiciones en las que llegamos para el presupuesto 2015-2020, y cuáles serán las posibilidades. A mí me gustaría que en algún momento el país hiciera un presupuesto base cero, es decir, borrón y cuenta nueva, y analizar desde cero todos los gastos que realiza el Estado y ver si efectivamente son necesarios. Para eso precisamos una información más profunda, y un sistema de información financiera, que necesariamente necesita un acuerdo multipartidario, sobre el Estado uruguayo. En definitiva, el presupuesto 2015-2020 va a mantener el criterio económico de buscar equilibrar con los criterios de sustentabilidad de deuda.

-¿Cómo evalúa la participación de la oposición en los entes?

-En lo personal, no me importa el color político de los técnicos con los que me toca trabajar en el Estado. Las veces que me tocó estar no le pregunté a nadie a quién había votado. Lo que me importa realmente es cómo trabaja; si fuera una decisión mía, no le ofrecería a los partidos de la oposición cargos en los entes. Y digo esto porque no me importaría poner en un cargo a un blanco, un colorado o un azul si pienso que es la persona más indicada para cumplir esa función. Pero lo pondría como ciudadano, no por su simpatía política.

-Está prevista una reunión entre Vázquez y Daniel Scioli. ¿Hay un interés por reformular la relación con Argentina?

-Hay un interés, sí, claramente. No puedo interpretar cuál es el pensamiento del gobierno de Argentina ni de sus candidatos a presidente, pero hay un interés por mejorar y recomponer relaciones. Uno siente, sí, que algunas cosas se cayeron... quedó demostrado que la afinidad ideológica no ayuda a la integración. A veces, se da la ironía de que gobiernos más liberales o conservadores te permiten facilidades para entrar en sus mercados. En realidad, la postura argentina de los últimos años es hiperproteccionista, y eso ha llevado a que mirara poco hacia el Mercosur. Uno aspira a que haya una mirada más regional; los procesos de integración son a largo plazo, por lo que no se pueden pensar en términos de “tenemos un gobierno más o menos afín”. Hay que trabajarlo muy profesionalmente, y con mayor amplitud, sin quedar atados a los discursos políticos.

-El FA lleva dos períodos de gobierno. ¿Le parece que ahora la sociedad uruguaya está más a la izquierda?

-Yo creo que no alcanza con ponerle más plata en el bolsillo a la gente. En algún momento pensamos que había que mejorar las condiciones materiales, y evidentemente hay que hacerlo, pero hay toda una batalla cultural pendiente de qué entendemos por una mejor calidad de vida, que no sólo pasa por lo material, sino también por sentirse bien con la vida, por encontrar cosas que motiven. Y hay cosas para trabajar: el cuidado del ambiente es fundamental,una mejor clasificación de residuos, fomentar el ahorro energético, zafar de la cultura de lo inmediato, de agarrar un peso y gastarlo. Hemos bajado la pobreza y la indigencia, pero respecto de algunos valores estamos en la marginalidad, en todas las clases sociales. Y no me refiero a los valores en un sentido conservador, sino a los valores de convivencia básicos, en priorizar cosas sustanciales, que no pasan sólo por lo económico, por sobre las más frívolas.